El sistema político argentino tiene la particular capacidad de volver excepcional aquello que debería ser cotidiano; por ejemplo, un informe sobre la marcha de gobierno ante la Cámara de Diputados.
El jefe de Gabinete, Sergio Massa, finalmente debutó con su primera rendición de cuentas ante los diputados, tal como lo fija la Constitución.
En su presentación buscó pisar fuerte en materia económica y, en especial, destacar los anuncios del pago del Club de París y de las ofertas para los bonistas que quedaron fuera del canje.
Se preocupó por dar certezas sobre la capacidad de pago de la Argentina y su fortaleza frente a la crisis financiera internacional.
Pero dejó incertidumbre sobre el futuro del INDEC y la medición de la inflación, que buscó cubrir con una genérica invitación a la oposición a revisar la metodología instrumentada por las nuevas autoridades. Hubo preguntas que no contestó, incluso de aliados al kirchnerismo. Y se lo vio incómodo sobre todo cuando se apuntó a los núcleos duros de la administración que desde afuera controla Néstor Kirchner.
Por momentos, el énfasis y la voluntad se impusieron sobre la información.
También es cierto que Massa dio una nueva muestra de su voluntad de tomar riesgos frente a la resistencia que caracterizó al kirchnerismo en la rendición de cuentas ante la opinión pública y el Congreso.
Pero los gestos excepcionales, como la conferencia de prensa de la presidenta Cristina Fernández en Olivos, deben todavía transformarse en la norma.
En el recinto, la oposición también desnudó sus propias dificultades, por ejemplo, al momento de encontrar un punto de equilibrio entre las críticas y la teatralidad.
La decisión del bloque radical de abandonar el recinto fue, sin duda, una contradicción frente a sus insistentes reclamos previos para lograr la presencia de Massa en la Cámara. Abandonar la banca es un gesto extremo en un poder que funda su origen en las bondades de parlamentar.
Fuente Periodico Tribuna