La presentación que hizo Silvina Batakis dejó traslucir un dato que deberá tomar en cuenta la política: Cristina Kirchner deberá conformarse con la salida de Martín Guzmán como respuesta a sus críticas a la gestión, ya que en materia de rumbo económico no hay cambios a la vista.
La flamante ministra tiene un mensaje más amigable para el kirchnerismo, además de un vínculo personal con dirigentes como Wado de Pedro que le aportan más cercanía al oficialismo que la que tenía Guzmán. El discípulo de Stiglitz había perdido hace tiempo el aura de prestigio y reconocimiento que lo precedía cuando llegó al cargo. Para los socios del Frente de Todos se había convertido en un académico sin sensibilidad política, un factor que lo transformó -sin desearlo- en blanco fácil de todos los que resistían su menú para la crisis.
El oficialismo, con Cristina a la cabeza, castiga ahora a Guzmán por su abrupta salida, como si un telegrama de preaviso hubiera hecho mucha diferencia. El economista de La Plata hacía varias semanas que esperaba gestos del primer mandatario que nunca llegaron. Tal vez por eso no sintió la necesidad de llevar su carta en persona a Olivos antes de difundirla por redes. Su actitud, al fin y al cabo, es una demostración de lo difícil que resulta desprenderse del “vamos viendo” que Alberto Fernández ejecuta con todos sus colaboradores.
Batakis no tenía un mazo de cartas para jugar distinto al que usaba Guzmán. El compromiso asumido con el Presidente cuando aceptó ser ministra tenía como base respetar el acuerdo con el FMI, y eso fue lo que puso de manifiesto en los anuncios de ayer.
La diferencia que puso en juego viene de su pasado: haber sido ministra de Daniel Scioli cuando Cristina Kirchner le impuso a la provincia una severa asfixia fiscal, le hizo adquirir destreza en el manejo de herramientas presupuestarias que no cualquier economista domina. Por eso su plan de acción inmediato pasa por el uso centralizado de la caja de todo el sector público (una fórmula que le permitirá simplificar la gestión financiera del Tesoro y colocar menos deuda de corto plazo) y por el manejo de las cuotas de gasto que la Secretaría de Hacienda autoriza de forma mensual. Está claro que hay partidas que no tendrán recortes, pero otras comenzarán a fluir con un goteo más lento.
Para los analistas la estrategia de Batakis dejó sabor a poco. Pero no era muy realista esperar algo distinto: su objetivo era ajustar algunas decisiones de Guzmán, no aplicar un recorte severo del déficit.
Se trata del mismo Plan Perdurar, aunque con menor ruido político interno.
El mercado financiero espera ver algún resultado antes de devolver su confianza. Inflación, deuda y reservas son un taxi que sigue sin parar.
Fuente El Cronista