
HARRISONBURG, Estados Unidos. — Las recientes declaraciones del papa Francisco hechas a las periodistas mexicanas María Antonieta Collins y Valentina Alazraki han provocado un gran malestar en no pocos laicos cubanos y opositores a la dictadura. Que el papa reconozca que nos quiere mucho resulta agradable de oír, aunque mejor sería que lo demostrara con acciones concretas. Que el papa confiese tener una “relación humana” con Raúl Castro ya es otra cosa, aunque no puedo juzgar esa expresión porque desconozco qué entiende por tal relación.
Los cristianos tenemos que aprender a elevarnos espiritualmente y ser capaces de amar, incluso, a quienes nos dañan. Pero Jesús también advirtió a sus discípulos que debían ser mansos como palomas, pero astutos como serpientes. La Biblia también nos enseña que no debemos participar en reuniones con malvados y Raúl Castro Ruz es uno en grado superlativo.
Ser papa impone una responsabilidad enorme por la doble condición que implica ser líder de la Iglesia Católica y a su vez jefe de Estado del Vaticano. Al parecer, Mario Jorge Bergoglio lo ha olvidado.
Tener una “relación humana” con otra persona no es censurable, pero tenerla con uno de los dictadores más crueles de América Latina y olvidarse de las víctimas de sus crímenes sí lo es.
En este análisis no hay término medio: el papa Francisco ignora la historia contemporánea de Cuba o es un defensor de la dictadura comunista. Afirmar que Cuba es un símbolo constituye un desacierto político inexcusable en un jefe de Estado. Que lo haga el líder de una Iglesia que proclama el amor universal como camino de salvación es inadmisible.
Si el papa identifica el nombre de nuestro país con quienes lo dirigen puede afirmarse que tiene razón, que Cuba es un símbolo, pero un símbolo de represión, exilio forzado y muerte contra todo hermano que piense diferente de la ideología impuesta oficialmente. Cuba es también un símbolo de control y manipulación mediática, de opresión al cristianismo, de destrucción de la familia y de la división de la sociedad para alcanzar objetivos políticos. Cuba es un símbolo de sordera de sus gobernantes ante los reclamos de su pueblo, de cómo se entroniza como gobierno lo que en realidad es una mafia política. Cuba es un símbolo de fracaso económico, mediocridad de sus gobernantes y violación sistemática de los derechos humanos.
El 16 de julio de 2018 CubaNet publicó una carta abierta que dirigí al Sumo Pontífice. En ella clamaba por su solidaridad para con mi pueblo. En mi condición de laico comprometido con mi Iglesia me resultó muy doloroso escribir esa carta, que si algo puso de manifiesto fue mi dolor ante lo que ocurría —y ocurre— en mi patria, mi desesperación y también mi ingenuidad.
El silencio del papa y otras posteriores acciones suyas —como aquella de negarse a recibir a los cubanos que desde varios países viajaron hasta el Vaticano para hacerle saber nuestra realidad— me llenaron de profunda tristeza y decepción, pero también sepultaron para siempre mi ingenuidad con respecto a él. Hoy estoy absolutamente convencido de que los cubanos no debemos confiar en el papa ni en ningún gobierno extranjero para sacudirnos de esa dictadura, sino únicamente en nuestras fuerzas e inteligencia, que no resultan para nada pequeñas.
Pero siempre hay voces dignas cuya pertenencia a la familia cristiana no los obnubila ante pronunciamientos tan desacertados e injustos como estos del papa.
Dagoberto Valdés, director del Centro Convivencia y reconocido laico católico cubano expresó su opinión, reproducida por el servicio informativo de Radio Televisión Martí: “Lamento profundamente las recientes declaraciones del papa Francisco acerca de Cuba. Ahora puede entenderse mejor la actitud del episcopado cubano y de la Santa Sede. Es conocida mi pertenencia a la Iglesia Católica, de la cual soy hijo, pero este tipo de pronunciamiento siempre, pero aún más en este momento que vivimos los cubanos, por lo menos duele. Roguemos a Dios por Cuba y por la Iglesia”.
Rosa María Payá, también católica e hija de Oswaldo Payá Sardiñas, líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), muerto hará pronto diez años en circunstancias todavía no esclarecidas, en una declaración que circula en las redes sociales, expresó: “Cuando Su Santidad habla, el pueblo espera solidaridad, los católicos esperamos caridad, el mundo también escucha. Las recientes y dolorosas declaraciones que Su Santidad ha hecho abandonan y deja indefenso al pueblo cubano, a los presos políticos y a sus familiares, abandonan los justos reclamos de paz, libertad, justicia social y democracia del pueblo cubano. El régimen cubano es un símbolo sí, un símbolo de soberbia, de avaricia, de descristianización, un símbolo de muerte y escandalizan al pueblo cristiano de la isla estas expresiones de solidaridad con uno de los representantes de esa dictadura asesina”.
El historiador católico, disidente de la dictadura, Leonardo Fernández Otaño, expresó: “Santidad: hay palabras y declaraciones que duelen más que la represión. Escuche a las madres de los jóvenes presos del 11J y no a los poderosos, se lo debemos al evangelio. Recuerde el Magnificat. Dígame padre qué hago con el sufrimiento de las familias del 11J”, según reflejó el servicio informativo de Radio Televisión Martí.
Por su parte, Manuel Cuesta Morúa, vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), fue muy enfático al expresar: “El papa siempre ha estado cerca de Dios y lejos de Cuba, al menos de la Cuba terrenal que, por la notoria y notable incapacidad de sus amigos, está cada vez más cerca del infierno. La sensibilidad con los humanos reales no ha sido lo propio de este papa, al menos con los que no pertenecen al universo de su propia cosmovisión. Cientos de cubanos y cubanas presos, curiosamente muchos de ellos afrodescendientes para los que el papa no ha tenido una palabra pública y no se ha dignado de tener en sus oraciones”, según dijo al diario argentino La Nación.
La verdad nos hace libres, nos enseñó Jesús. El papa debería aceptar nuestra verdad y acabar de liberarse de sus ataduras con el castrismo, para bien suyo y de nuestra Iglesia.
El mundo anda mal y nuestra Iglesia no se libra de ello. Pero los cristianos no debemos olvidar que la piedra que desdeñaron los constructores no es el papa, sino Jesús.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org