El 14 de julio de 2016, cuando pasaban las diez de la noche, un camión de 19 toneladas impactó contra cientos de personas en el paseo marítimo de Niza acabando con la vida de 86 personas.
El juicio contra los cómplices del terrorista que lo conducía arranca mañana en París dando la oportunidad a las víctimas de cicatrizar heridas.
Ocho acusados se sentarán en el banquillo dentro de la Sala «Grand Procès» del Palacio de Justicia de París, construida expresamente para acoger los macrojuicios de los atentados del 13 de noviembre de 2015 (aún mayor que éste), y, ahora, del que en julio de 2016 dejó más de 300 heridos y 86 víctimas mortales de 33 países distintos en Niza.
El terrorista que conducía el camión, el tunecino Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, de 31 años, fue abatido por la policía y no será por tanto juzgado, pero sí que lo será su cómplice Ramzi Kévin Arefa, de 27 años, detenido pocos días después del atentado.
Arefa se enfrenta a una demanda de reclusión perpetua por asociación terrorista y tráfico de armas, tras servir como intermediario a Lahouaiej en la búsqueda y obtención de armas.
Junto a él, otros dos hombres son acusados de terrorismo, por lo que se podrían enfrentar a 20 años de prisión, mientras que el resto de criminales, principalmente de origen albano, se enfrentan a penas de 5 a 10 años de cárcel por tráfico de armas.
Tres de los acusados están en prisión y seguirán el juicio bajo custodia policial; otros cuatro lo harán en libertad, mientras que el octavo, Brahim Tritrou, será juzgado en ausencia tras haberse dado a al fuga en 2020. Hay una orden internacional de detención contra él desde entonces.
LUCHAR POR LOS QUE NO ESTÁN
El juicio, que empieza a primera hora de la tarde este lunes y tiene previsto acabar el 16 de diciembre, contará con 64 audiencias en las que los investigadores presentarán los principales puntos de la investigación y los acusados comparecerán, pero también habrá casi un mes dedicado a dar la palabra a las víctimas.
Para ellas, como probaron los largos tiempos de palabra otorgados en los juicios de los atentados de Charlie Hebdo y del 13 de noviembre en París, será la ocasión de tratar de describir un horror difícil de superar ante los magistrados, los acusados y otras víctimas.
En total hay 850 partes civiles constituidas en el dosier y 133 abogados, catorce de ellos para los acusados.
«Luchamos por las personas que se fueron cuando no les tocaba. Es nuestro combate, es nuestra forma de defenderlos», señala en la antena de France 3 Audrey Borla, cuya hermana Laura, de 13 años, murió ante los ojos de la familia aquel día, en el que cientos de ciudadanos se aglomeraban en el centro de la ciudad mediterránea para ver los fuegos artificiales por los festejos de la Fiesta Nacional.
Otra afectada, Hager Ben Aouiffi, perdió a su hija de 4 años, y hoy considera que las víctimas son «las únicas que pueden contar» lo que les sucedió.
«Somos los únicos que podemos describir la realidad de la vida de las víctimas después», defiende.
El juicio será retransmitido en diferido, con treinta minutos de diferencia, en web y radio tanto en Francia como en el extranjero (con traducción en inglés) para las partes que no puedan estar presentes en París.
Pese a la amplitud del proceso, las dimensiones no se pueden comparar con el macrojuicio que tuvo lugar entre septiembre de 2021 y junio de 2022 por los atentados del 13 de noviembre, con cerca de 2.000 personas como parte civil, más de 300 abogados y centenares de periodistas acreditados.
Tampoco la expectación mediática era la misma ni las expectativas de las víctimas, que pudieron ver entonces en el banquillo a Salah Abdeslam, único superviviente del comando terrorista que acabó con la vida de 130 personas en varios puntos de la ciudad, el más emblemático de ellos la sala de conciertos Bataclan.
De forma excepcional, el juicio será además grabado de forma íntegra para los archivos históricos, en un dispositivo previsto por la ley francesa desde 1985 para grandes juicios que pueden tener un interés histórico para la Justicia. Es la decimocuarta vez que ocurre en Francia. EFE
Fuente Aurora