De carro en carro… carroña ajena
MIAMI, Estados Unidos. — En este viaje hecho de viajes, sondeamos el abismo Cuba en la geografía espiritual de un autor que quiere recuperar su país y al mismo tiempo encontrarse a sí mismo a través de lo que llama una “historia de la Revolución Cubana contada capítulo a capítulo por los taxistas y pasajeros de Uber”.
Pese a las conversaciones que incluye, el libro parece un monólogo fragmentario y, no obstante, engrosa mucho caudal al texto el diálogo subterráneo y obsesivo a que nos obliga Orlando Luis Pardo Lazo, para que discutamos con él a través de nosotros mismos sobre cosas de las que acaso no quisiéramos conversar. El espejo paranoico ya no es solo retrovisor.
Cuando, en la introducción, Ahmel Echevarría compara el telescopio de Memorias del subdesarrollo con el espejo retrovisor de Uber Cuba, este auto que refleja pudiera ser un auto(reflejo). “Mi libro más autobiográfico”, dice el autor en conversación con un youtuber. Las biografías que se suceden de auto en auto hacen una auto(biografía). “Como debe ser”, diría acaso el auto(r).
Y resulta curioso cómo monólogo y diálogo, historia y autobiografía, alarido y lamento, todo va en ansiosa búsqueda de la comunión (“Pensando en mí y en ti y en todos ustedes, en si alguna vez seremos todos nosotros”). No importa si podemos clasificar estos textos como crónicas o como ficciones: todo confluye en una eucaristía literaria.
Y es que OLPL logra construir a OLPL —un personaje que crea a un autor—, y el escritor OLPL se aúna con su criatura OLPL en un caso de identificación del obseso que raramente consigue tal intensidad en nuestra literatura. Pura comunión.
Un conductor cansado de la cabeza al cadalso
Así se autorretrata en un momento del libro este híbrido de realidad y ficción que es OLPL: “excubano exescritor (…) muy exhausto de ser un triste testigo sin contemporáneos. Un conductor cansado de la cabeza al cadalso”. Tan cansado que ya no quiere definir nada, y mucho menos un país, entre tanto totalitarismo criollo.
Sin embargo, la sola palabra Cuba le basta para caer en trance o para estallar, sin medida, sin temor al ridículo, sin pudor ni piedad, hablando de “una cubanidad que nunca existió, más allá de alguna que otra estafa escritural que ocurre (y se me ocurre) dentro de un taxi Uber”. Un taxi camarote de los hermanos Marx, claro.
Pudiera parecer un Caballero de París 2.0 Uberdesatado y Uberbocón… Pues sí, el loco del pueblo que va de pueblo en pueblo hablando de su pueblo, pasado cien pueblos en su taxi web. Este José María López Lledín del siglo XXI no va por la calle repartiendo papelitos con frases escritas, sino dando candela verbal de red en red, de ciudad en ciudad.
Como endemoniada araña de las redes sociales, OLPL teje su telaraña social de palabras en un hilo circular alrededor de un centro vacío, vaciado, que es Cuba, para cazar la presa caliente y pataleante y manoteante de otras palabras. Ah, la conversación que no hermana, sino que humana. Comunión pura y dura.
Amontonando todos sus tópicos, todos sus delirios, todas sus coordenadas personales en un solo libro, OLPL hace ofrenda de sí mismo, diciéndose, rediciéndose, desdiciéndose, contradiciéndose, muriéndose en la palabra: agonía verbal en directo, pero agonía interminable que pide eucaristía más que extremaunción.
Orlando Luis Pardo habla con el lector porque esa es su manera más auténtica y menos desesperada de hablar solo. Presa de la compulsión comunicativa, condenado por sí mismo a decir y a escuchar, lo atrapa una conversación más allá de las redes sociales. Porque OLPL, antes y después de ellas, es un insistente animal de la sociedad en redes, un personaje colectivo, un tertuliano sísmico y un conversador que no puede parar de hablar y escuchar y replicar y contrarreplicar. Pero comulgando, como debe ser.
Soy Orlando Luis Pardo y todo tendré que contarlo yo…
Y comulgando testimonialmente, claro está, pues estamos ante un testimonio que quiere el testimonio del otro. Invectiva, seducción, desnudo sentimental, chillido, ruego, todo forma parte de esa invocación del otro sin el cual OLPL está en continuo desasosiego y en perpetuo insomnio de espejismos.
Lo peor es el eco vacío, el auditorio hueco, y por eso, entre tantos, el juego de palabras que más se repite en Uber Cuba usa los términos “hueco” y “eco”. Elocuente.
Y por eso es una heroica confesión: testimonio del héroe que asegura que ha visto cosas que nadie creería, mientras podemos imaginar una fantástica mascota parlante que lo interrumpe desde el hombro, vociferando improperios e importunidades. Que se jodan si no las creen. Y bien, como diría su piratesco dueño.
El héroe es un tipo que escribe, entre otras razones, buscando dinamitar el estertor del diálogo escrito, y para ello utiliza una oralidad desenfrenada, como griot bioquímico y fotógrafo que explora dimensiones magnéticas de la palabra.
Pero quien disuelve en la lluvia su llanto no es el Hombre Nuevo, sino el envejecido homúnculo nuevo, y lo que se mezcla con sus lágrimas es la patética llovizna del tiempo. Nada más y nada menos que un hombre llorando en el desierto, loco de sed y con espejismos de fuego que le impiden dormir entre los detritus del castrismo.
Quisiera él que la conversación alcanzara una vitalidad presente más que una virtualidad pretérita, y por eso necesita de la palabra viva y sanguínea, sin la extorsión de infladas palabras de tinta como Revolución, Socialismo u Hombre.
Y hemos de hablar, porque acaso hay una última oportunidad para atrapar señales detrás de las frases, los gritos, los silencios, la propaganda, la alfabetización de la fábula. Después del homúnculo que no fue, está la historia del hombre que fue, el testimonio que cada uno debe defender con heroísmo de lunático. Como debe ser.
Aquella aura caída de mi Revolución Cubana personal
Si la expansividad es manera del tímido, los nervios del hipersensible y sentimental OLPL son verbales. Este fundamentalista romántico del siglo XXI mete en el batiscafo cuanto bicho encuentra en su variopinta crónica del barranco nacional… Y de paso escribe “Long Live the Cuban Revolution” en 57 idiomas además del inglés —pero no español.
Los personajes y fantasmas que OLPL mete en su taxi de los hermanos Marx son tan impensables como Sacha Baron Cohen y Arnaldo Ochoa, Donald Trump y Jeffrey Epstein, Nivaria Tejera y Fina García Marruz, o tan disímiles como Chucho Valdés, Rosa María Payá, Carlos Alberto Montaner, Mónica Krause, el Cardenal Jaime Ortega, Ernesto Cardenal, Santiago Feliú, José Daniel Ferrer y otros viajeros aún más sorprendentes.
Pero recordemos lo que anota el propio autor. En referencia a una anécdota, dice que esa, “como todas las del presente libro, está estrictamente trucada, por ser la pura verdad”. Construyendo su mundo verbal, Orlando Luis Pardo, como escritor que sabe lo suyo, nos coloca en el territorio que él mismo va creando y todo lo que vemos por la ventanilla es paisaje pintado por él, que resulta más paisano del país de los poetas malditos que de Lawton o de Saint Louis. Como debe ser.
Y además nos guía con su mapa personal, mucho mayor que el territorio inventado.
Todos los viajes del viaje están iluminados por el aura negra de la Revolución Cubana. Así, con mayúsculas y con enormes piedras de pirámide sacrificial. Con esa fosforescencia de los sueños caídos cien curvas atrás, que aún iluminan con triste luz la vida real, como recordatorio de lo fácil que una pesadilla se vuelve vida cotidiana.
Hay un momento en el exilio donde el exilio se nos hace consistentemente verdad
Esta es la otra mitad cubana, el exilio, esa isla que vuela por todas partes y encalla en las más remotas costas. La sombra que se convierte en cuerpo. Como el propio OLPL escrito por OLPL.
Cualquiera cae en la tentación de clasificar a OLPL, aun cuando OLPL lo usa todo para decir lo que quiere, porque todo le sirve para clavar el diente, y mejor si tiene espinas, si está al rojo vivo y otros prefieren no mirarlo.
¿También la autoficción? Claro que sí, e incluso la ficción en auto a velocidad vertiginosa. La cuestión es convertirlo todo en literatura, porque todo cabe dentro de la literatura, hasta lo que está fuera de la literatura e incluso la contraliteratura.
Leemos en el libro: “Esta mierda de los Uber Cuba no parece siquiera ser parte de la literatura cubana. Es decir, no parece ser literatura”.
Señalemos que la materia de su obra no es confusa ni inatrapable, pues no es un material narrativo ordinario, sino que está compuesto principalmente por lo más inmaterial, fugaz y fluido que existe: las pasiones. Vaciada de pasión, su literatura pierde la figura.
Pero tampoco es un inventario de emociones y humores exclamativos, sino un objeto bastante incomparable: el recuento de quien vive no solo el exilio político y geográfico, sino el exilio de sí mismo: viaje circular del poeta que hace de sí mismo el otro que debe recuperar, pues el poeta es un desterrado en busca de su doble que se sumerge en un espejo telescópico y microscópico a la vez.
Y, si bien ignoramos cuánto durará ese clímax nómada, ese grito en mayúsculas, lo importante es que, mientras dure, nos pone frente a la imagen de nuestra grisura, nuestro conformismo y nuestro aburrimiento. Como debe ser.
Porque nosotros también debiéramos tener problemas para dormir, como el propio OLPL, quien sin embargo a veces logra adormecerse pero: “Cuando despertó, el taxi Uber todavía estaba allí”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org