Isabel II, la monarca venerada en Inglaterra que falleció el jueves de esta semana a los 96 años, solía invitar rabinos a cenas en el palacio y tenía una buena relación con los judíos británicos, pero -si bien pasó por Jordania y Egipto, por ejemplo- la reina nunca vino a Israel.
La noticia de la muerte de la mujer que reinó desde Londres durante más de siete décadas fue recibida con pésames y elogios públicos por parte de los principales dirigentes israelíes.
“Ella deja un legado incomparable de liderazgo y servicio” a su país, dijo el primer ministro de Israel, Yair Lapid. Isabel, apuntó por su lado el presidente, Itzjak Herzog, “fue una figura histórica: vivió la historia, creó la historia y dejó tras de sí un legado magnífico e inspirador”.
Sin embargo, la prensa israelí no dejó pasar de largo el hecho de que la reina -que viajó a decenas de países alrededor del mundo, y no solamente los del Commonwealth británico- nunca pisó el territorio de Israel.
Quizás haya sido un reflejo de la compleja relación de Israel, los judíos y el imperio. Después de todo, los pioneros que se instalaron en la Palestina bajo el mandato británico debieron enfrentar numerosos actos de sangrienta represión por parte de las tropas de Londres.
Se trata de una historia que se filtró en la política israelí durante varias décadas de acercamiento y alejamiento de Londres.
Por ejemplo, muchos analistas aseguran que la presunta ayuda que Israel brindó a la Argentina durante la Guerra de Malvinas de 1982 fue impulsada por el desprecio que el entonces primer ministro Menahem Begin mantenía hacia Inglaterra y lo que quedaba de su imperio.
(Begin fue líder del Irgún, la organización paramilitar judía que combatió fieramente a las tropas británicas en la entonces Palestina y llegó a ser catalogada como una “organización terrorista” por Londres).
En un artículo en el Jerusalem Post, la periodista australiana Greer Fay Cashman recordó que, en sus setenta años en el trono, Isabel “viajó mucho y visitó muchos países, casi todos los países de la Commonwealth, en particular Canadá”, adonde llegó veintisiete veces.
Cashman señaló un reporte del New York Times según el cual, durante su visita a Jordania en 1994, la reina expresó opiniones favorables a los reclamos palestinos y criticó la política israelí de asentamientos en Judea y Samaria.
“Se creía comúnmente que el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, por temor a los boicots árabes, había aconsejado a la reina que no visitara Israel”, apuntó la columnista.
“Pero incluso después de que ya no hubo ningún temor real a los boicots y embargos de petróleo, la reina aún no vino”, precisó.
En cambio, en su tierra natal, la monarca ejercía buenas relaciones con los judíos británicos. Amélie Jakobovits, la famosa esposa del rabino jefe del Commonwealth entre 1966 y 1991, Immanuel Jakobovits, solía contar una historia que lo confirmaba.
Parece ser que, cuando el rabino -que llegó a ser consagrado con el título de barón- y su esposa concurrían a cenas oficiales en el palacio, los esperaba un juego de vajilla idéntico al de los demás comensales pero sin usar, lo que aseguraba su kashrut.
El menú, escribió Cashman, era elaborado por un servicio de catering estrictamente kosher que preparaba los mismos platos que se servían a los demás invitados, pero bajo las normas dietarias judías.
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En sintonía con el reporte del Jerusalem Post, el diario Times of Israel publicó que, “a lo largo de sus décadas como jefa de estado”, la reina Isabel “cultivó lazos amistosos con figuras comunitarias judías, así como relaciones cordiales con líderes israelíes”.
“Pero aunque realizó visitas oficiales a docenas de países durante su mandato, nunca visitó el estado de Israel”, confirmó.
Si bien los príncipes Felipe y Carlos realizaron viajes privados, “ningún miembro de la familia real visitó Israel de manera oficial hasta 2018”, dijo el diario.
Ese año, “el príncipe Guillermo llegó al estado judío en una visita oficial sin precedentes, levantando el boicot no oficial” de Londres, completó.
Fuente Vis a Vis