Rusia vuelve a ser protagonista otra vez por una declaración digna de los slogans más repugnantes de la propaganda nazi. El pasado 20 de octubre, el periodista ruso A. Krasovsky, durante una charla en vivo en la cadena televisiva estatal rusa RT, manifestó literalmente que “los niños ucranianos deben ser ahogados y quemados vivos”. En respuesta a la reacción de sorpresa por parte del interlocutor acerca de este método, señaló que “¡este es nuestro método!”.
Más tarde, bajo la influencia de la indignación pública, Krasovsky fue despedido del mencionado canal, pero sus dichos son una prueba evidente de la esencia neonazi de la Rusia de Putin, que como un maníaco quiere destruir Ucrania cueste lo que cueste.
En “Krasovsky” se refleja la población rusa, sólo que, sin explicitar su posición en relación a Ucrania, hecho que no la hace menos responsable. Los objetivos de la política rusa, tienen como objetivo apoderarse y destruir los territorios de los estados vecinos en el contexto del declive de los suyos. Putin ha creado una “sociedad perfecta del odio”, con súbditos preparados para asesinar a cualquiera que no esté de acuerdo con los ideales perversos del denominado “mundo ruso”.
Y si el régimen de Putin no es detenido y derrotado en Ucrania, mañana Krasovsky u otros monstruos similares suplicarán la intervención oficial del Kremlin para que ahogue y queme vivos, por ejemplo, a niños polacos o alemanes. Después de todo, la Rusia de Putin no experimenta escrúpulo alguno a la hora de realizar sus acciones aberrantes: el “rusismo”, como un análogo del nazismo del siglo XXI, es aceptado de facto por el Kremlin como una ideología oficial, y las palabras de Krasovsky no hicieron más que confirmarlo.
Rusia, abiertamente ha reconocido al genocidio contra el pueblo ucraniano como uno de los objetivos de esta guerra. ¿Qué puede hacer Europa para ayudar a Ucrania y evitar que el horror de un conflicto bélico se adueñe de los cielos de sus capitales en un futuro mediato? En primer lugar, brindar la asistencia necesaria a Ucrania que está luchando por su supervivencia, en segundo lugar, reconocer a Rusia como un estado terrorista que se sirve de métodos criminales de guerra, asesinando a civiles. Es muy importante en este momento que los parlamentos europeos reconozcan las acciones del ejército ruso en Ucrania como un auténtico genocidio.
Y, finalmente, prohibir por completo la transmisión de todos los canales de televisión rusos en el espacio mediático occidental. Europa debe comprender que la supuesta información de los medios rusos, no es más que propaganda criminal y que su supresión es una garantía para la estabilidad política y la prevención de conflictos bélicos en la región.