Guillermo Cuadrado, de 29 años, se considera afortunado. Juega al baloncesto por las tardes, no se ha enfrentado a ninguna crisis existencial como el resto de los ‘millennials’ y hace poco más de un mes que empezó su primer trabajo remunerado. Es un puesto que tendrá garantizado para el resto de sus días, porque Guillermo es uno de los primeros 32 funcionarios con discapacidad intelectual del Ayuntamiento de Madrid. «Mis padres se sintieron muy orgullosos de mí», cuenta en uno de los patios de su nuevo lugar de trabajo, el museo de San Isidro . Hasta 958 candidatos se presentaron a principios de este año a unas oposiciones algo distintas. El Área de Hacienda y Personal abrió la convocatoria en 2021 y colgó el temario en la página web del consistorio, diez temas presentados en un modelo de lectura fácil. Las asociaciones Plena Inclusión y Afanias ayudaron a su redacción, que consiste en cortar un texto para que, con la mitad de palabras, sea más inteligible. El examen tipo test duró 70 minutos y una treintena aprobaron: 29 han cubierto plazas de oficios internos y otros tres son operarios de servicios generales (en instalaciones deportivas). «En la parte teórica, todos los que aprobaron sacaron un 10, y en la parte práctica la calificación fue cercana al 10. Se presentaron 958 personas, eso quiere decir que los 32 que superaron la prueba son gente brillante», sostiene el director general de Planificación de Recursos Humanos, Antonio Sánchez. La lista de los 32 seleccionados se publicó el 10 de marzo y Pablo Cáceres, un joven de 25 años, con un grado superior en Gestión Administrativa y Finanzas y multitud de cursos formativos a su espalda, fue «muy, muy feliz». Noticia Relacionada especial posgrados estandar No Relatos en primera persona sobre el viaje hacia la empleabilidad Cinco profesionales confirman con sus diversas experiencias que hay una formación de posgrado adecuada a cada momento vital y profesional Desde este octubre, Pablo tiene un puesto vitalicio en la Administración pública y una nómina mensual de unos 1.600 euros brutos en 14 pagas. «Para mí supone una libertad increíble. Ya no dependes de nadie para contratar el fútbol, podré comprarme un piso para independizarme y podré comprarme mis caprichos, no tendré que usar el dinero de mis padres», confiesa. Pablo tiene su propia mesa en el vestíbulo del Área de Hacienda y Personal. Empieza la jornada chequeando la fotocopiadora, después prepara las salas de reuniones, encuaderna documentación y, en ocasiones, acude a otras sedes municipales a recoger papeles. Esta última tarea es la única en la que todavía requiere un acompañante. Es lo que se define como «apoyos naturales», los colegas del trabajo. El de Pablo se llama Juan Harguindey, tiene 49 años y es funcionario desde el año 2001. Los preparadores de la reciente Oficina de Vida Independiente para Personas con Discapacidad (Ovidi), dependiente del Área de Familias, también los supervisan durante las primeras semanas. Pablo Cáceres, junto a la fotocopiadora del Área de Hacienda y Personal BELÉN DÍAZ Las 32 plazas pertenecen a personas con un grado de discapacidad intelectual de, al menos, un 33%. A partir de ahí, el espectro es muy amplio. Algunos necesitan al preparador sentado junto a ellos todo el día y otros solo han recibido un par de visitas. «A medida que ellos ganan confianza se van encargando de sus tareas de manera autónoma», señala Antonio Sánchez. El seguimiento es crucial para su adaptación, pero requiere tiempo y una estructura organizada, y el ayuntamiento no puede asumir más de treinta ingresos a la vez. «La intención es hacerlo con una periodicidad regular, cada año y medio», expone el director general. Por ahora, el área ha ofertado otras 24 plazas. Salvar el muro La integración laboral es un muro con el que suelen chocar las personas con discapacidad intelectual. Muchos encadenan puestos de baja (o nula) remuneración y sin posibilidades de promoción y se sumergen en infinidad de formaciones que no terminan de traducirse en un empleo estable. A sus 33 años, Idoia Beloqui nunca había trabajado, acumulaba cursos y oposiciones fallidas. Ahora atiende sola la recepción de un centro cultural en Moratalaz. idoia Beloqui atiende sola el mostrador de un centro cultural en Moratalaz BELÉN DÍAZ «Me siento como si llevara tres o cuatro meses, se me pasa el tiempo volando. No tengo problemas con mis funciones y desearía tener más», declara Idoia, en una pose correcta y sonriente, la misma que despliega de cara al público. Su salario es la excusa para, «en un futuro», emanciparse de casa de sus padres, en Alcalá de Henares, y mudarse a la capital. «El trabajo para mí significa sentirme satisfecha, le da un nuevo valor a mi vida», dice. «Si le pones empeño, al final lo sacas» Guillermo Cuadrado Guillermo Cuadrado, que encabeza este artículo, sacó un 9,8 en su examen. Hace un lustro realizó unas prácticas no remuneradas como administrativo en una empresa privada, pero no logró ningún puesto. Más tarde estudió para presentarse a las oposiciones del Estado y de la Comunidad de Madrid . Al final, ha entrado en el ayuntamiento de la capital. «Si le pones empeño, tiempo y dedicación, lo consigues», zanja. Tras año y medio absorbiendo el temario municipal, también durante el verano, ha conseguido una fuente de ingresos para toda la vida. Cada día recorre las salas del museo de San Isidro, cubre los descansos de sus compañeros, guía a los visitantes que lo necesiten y controla que no se acerquen demasiado a las vitrinas. Posa sin ninguna vergüenza delante de la cámara y da consejos a los compañeros que no superaron la oposición: «Que dediquen tiempo, que no se pongan nerviosos, que lo hagan lo mejor que puedan, que lean detenidamente y no contesten rápido». Para cerrar estas líneas, estos son algunos de los comentarios escuchados en el Palacio de Cibeles que describen a la nueva remesa de compañeros funcionarios: «Está funcionando perfectamente», «se ha integrado muy bien», «es un ‘crack’», «es muy expansivo», «son gente concienzuda», «transmiten buenas vibraciones»…
Fuente ABC