LA HABANA, Cuba. — Hace poco más de cuatro años que Mileydis Vaillant Despaigne decidió permutar su vivienda. Por aquellos días había sido víctima de un intento de estafa y, atemorizada, quiso desorientar a los delincuentes sin sospechar que el cambio convertiría su vida en una odisea.
La permuta se concretó en octubre de 2018 y hasta la fecha la mujer continúa exigiendo la propiedad de la nueva casa, el acceso a agua potable y a los contadores de gas y electricidad. Desde que se mudó —denuncia— sufre episodios de racismo y las autoridades locales presionan para que abandone el domicilio.
El tiro por la culata
A simple vista el canje parecía un buen negocio pues, aunque la casa requería de varios arreglos, ocupa la parte alta de una construcción biplanta situada en la avenida 41 del reparto Nuevo Vedado, una de las zonas residenciales del municipio Plaza de la Revolución. Sin embargo, a pocos días de la mudanza comenzaron los problemas con los inquilinos del primer piso.
“Nada más aterricé y me armaron una guerra campal. No entendía por qué, hasta que supe que querían quedarse con esta casa”, precisó Vaillant.
Manuel Alejandro Cordoví Gutiérrez es el dueño de la primera planta. De acuerdo con la entrevistada y otros vecinos, el hombre vivió por varios años en el exterior y a su regreso obtuvo la propiedad en donación. En la zona varias de las casas son usufructos que el gobierno ha entregado a altos funcionarios y sus familiares.
Aunque los anteriores dueños llevaban tiempo intentando permutar o vender, cuando Vaillant decidió permutar desconocía que Manuel Rafael, padre de Cordoví y ex subdirector y secretario del Partido Comunista en la Clínica Internacional “Cira García”, también pretendía obtener esa vivienda, y que la misma era un usufructo asignado hace 54 años.
“Por su entrada están los relojes de la electricidad y del gas, yo nunca los he podido ver. Tampoco me dejan instalar un motor para que el agua suba, los vecinos son los que a veces me ayudan”, resalta Vaillant, que a raíz de estos inconvenientes decidió quejarse.
Nadando a contracorriente
El 30 de noviembre de 2018 envió una carta al gobierno local, argumentando los hechos y sus circunstancias. De contrarrestar los efectos de la denuncia se encargó Manuel Rafael Cordoví, quien concatenó una serie de acusaciones por escándalo público, violaciones a la arquitectura de la vivienda e, incluso, intento de asesinato.
A partir de entonces se destapó una ola de represión en contra de Vaillant, liderada por Yoanqui Utra González, vicepresidente del gobierno en Plaza, la vice fiscal municipal Indira y Michely Suárez, jefa de Planificación Física del territorio.
“Todos los días venía un carro patrullero a buscarme, me encerraban y sufría todo tipo de abusos”, cuenta la mujer. En esa época Vaillant cuidaba a su madre, que sufría demencia senil y la enfermedad de Parkinson. Su esposo también estaba encamado y necesitaba una atención especial. Los dos murieron durante la pandemia de COVID-19.
Los inspectores y las multas comenzaron a caer del cielo, una de ellas por una ampliación de trece centímetros que hizo a la pared del baño para poder entrar el sillón de ruedas de la madre. Sin embargo, esa acción constructiva clasifica entre los 33 tipos de obras que no requieren permisos, según explicó a Cubanet la inspectora de Vivienda Arletys Moreno Ramos.
Utra González participó de una de las inspecciones, ocasión en la que aseguró a Vaillant que “la casa era de ellos (el gobierno)” porque los dueños anteriores eran “usufructuarios gratuitos”, y que “muchas personas iban a ir presas” por tramitar la permuta.
Para indagar sobre el tema CubaNet visitó el Bufete Colectivo de Arroyo Naranjo, donde se pudo conocer que el gobierno o la entidad que otorga el subsidio tiene la potestad de retirarlo cuando estime que cambiaron las condiciones que llevaron a la aprobación del mismo.
No obstante, en la permuta los usufructuarios arrastran esa condición a la nueva casa, sobre la que sí puede disponer el organismo competente.
Evadiendo a la policía local, que le impedía salir de su casa, Vaillant se desplazó hasta la Plaza de la Revolución a quejarse de Utra González. Allí se entrevistó con la “compañera Cedeño”, quien, habiendo tenido un contacto previo con el vicepresidente, le aseguró que sobre ella caería todo el peso de la ley.
En busca de justicia contrató una abogada para tramitar su caso ante Planificación Física. Pero la gestión nació vetada por la vice fiscal Indira que, en una citación con las partes, apareció abrazada y riendo con Utra González.
“Muerta de la risa dijo que ahora todo era con ella, que había perdido. La abogada no entendía lo que estaba pasando, nada más miraba los papeles y repetía que algo estaba enredado. A los pocos días no quiso seguir trabajando”, acotó Vaillant. “Con el tiempo me dijeron que el caso se había traspapelado, y después que fue archivado”.
En una de las reclamaciones en “la Plaza”, al salir le comunicaron que dejara a su mamá con un acompañante porque ella sería entrevistada por oficiales de la unidad policial de la calle Zapata.
“Estuve 48 horas sentada en un banco de concreto hasta que me metieron en un cuarto oscuro, lleno de agua sucia y de caca. Las condiciones eran pésimas. Como resultado sufrí una parálisis facial”, expuso. Fue liberada porque alguien indicó a su hijo cómo hacer un Habeas Corpus, pero se marchó con una restricción de movimiento que le impedía viajar dentro o fuera del país.
En lo adelante pasó seis meses firmando a diario en la estación de policía. Cada jornada le entregaban una hoja diferente porque no aparecía en ningún registro, hasta que decidió no ir más y nadie preguntó por ella. Todo se trataba de una mentira para tenerla ocupada.
“Esa gente me gritaba la mona enjaulada, la negra que quería caminar por el pasillo de los blancos. Escribí a la Comisión Aponte y resulta que el expediente se volvió a perder. Yo no sabía que Rensoli, el tipo que me atendió, vive aquí en el barrio y es elector de Yoanki (Utra González)”, relató la mujer.
En la lista de los olvidados
Para ganar su casa Vaillant había tenido que trabajar diez años a pie de obra en microbrigadas de la construcción. En el Ministerio del Comercio Interior fue vanguardia nacional en dos oportunidades y ganó una medalla por trabajo distinguido. Fue Jefa de Cuadros y subdirectora primera de la escuela “Josué País”, creada para los hijos de los dirigentes.
Por su parte, su esposo fue distinguido durante cinco años seguidos como uno de los mejores macheteros de la zafra azucarera. Fue veterano de las guerras de Etiopía y Angola, donde participó como tanquista. Al morir, en 2021, todavía era militante del partido en Centro Habana.
“Nada de eso importó cuando murió, ni siquiera lo pudimos despedir en paz. El jefe de sector vino porque supuestamente estábamos arrastrando las sillas y eso molestaba a la gente de abajo. Dijo lo mismo de siempre, que somos una familia de negros desafectos, y que lo mejor que podía pasar es que nos fuéramos del barrio”, concluyó Vaillant.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.
Fuente Cubanet.org