LA HABANA, Cuba. — El 6 de marzo del año 2000, como parte de la Batalla de Ideas impulsada por el dictador Fidel Castro para recuperar al niño Elián González, comenzó a funcionar el programa de videoclubes juveniles en barrios periféricos y pueblos del interior de la isla. El objeto social de estos espacios era llevar a las comunidades más alejadas iniciativas que contribuyeran a elevar su cultura general.
Uno de los primeros se estableció en Camajuaní, provincia de Villa Clara. El proyecto estaba respaldado por el ICAIC y liderado por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
Pronto la iniciativa se extendió por todo el país, llegando a superar las 350 instalaciones donde, además de matinés infantiles los fines de semana y presentaciones nocturnas de cine, tenían cabida disímiles expresiones artísticas, desde funciones de teatro para niños hasta descargas de trova y exposiciones de artes plásticas.
Se estima que durante los primeros diez años del programa más de 50 millones de personas participaron en las actividades organizadas por los videoclubes, especialmente los jóvenes. Estos espacios tuvieron una marcada función social, trabajando estrechamente con los diversos grupos de la comunidad —ancianos, discapacitados, niños en desventaja social—, siempre dentro de los parámetros de la política cultural impuesta por el Partido Comunista.
De hecho, al haber sido creados en el marco de una de las más grandes campañas políticas de la era revolucionaria, los videoclubes juveniles sirvieron fundamentalmente como una vía para fortalecer la propaganda y el adoctrinamiento en favor del sistema. Pese a esta misión primordial de reforzar el trabajo político-ideológico, estos locales constituyeron una alternativa de entretenimiento para quienes residían en zonas intrincadas o no disponían de recursos para acceder a otras opciones recreativas.
Con el paso del tiempo fueron mermando el interés, los recursos y la voluntad de los promotores culturales. Tanto los fenómenos climatológicos como la eterna crisis financiera que padece Cuba incidieron en el deterioro de muchos de estos locales y la desaparición de propuestas artísticas atractivas.
Actualmente, los barrios no cuentan ni siquiera con las casas de cultura municipales, tan destruidas como los videoclubes juveniles y sin una programación que pueda resultar de interés para la comunidad.
Fuente Cubanet.org