
LA HABANA, Cuba. – “Si la situación está difícil en la capital, en el Oriente del país es más dura todavía”, cuenta a CubaNet Melani López Montero, de 16 años, quien hizo sus maletas en junio pasado y partió desde su natal Moa, en Holguín, rumbo a La Habana en busca de mejores oportunidades.
En la capital estaba su madre, Almarai López Moreno. Cuatro años atrás la mujer había emprendido la misma aventura junto a sus otras dos hijas, también menores de edad.
Cuando Melani llegó a La Habana vio que su madre solo podía pagarse alquileres de escasas condiciones en barrios insalubres. Sus posibilidades nunca mejoraron y la adolescente terminó pasando, con el resto de su familia, de un “llega y pon” y otro, en el municipio San Miguel del Padrón.
“Nunca he podido tener un lugar fijo”, cuenta su madre. “Cuando tienes hijos menores de edad los dueños tienen miedo que luego no te quieras ir de la casa y por eso cada poco tiempo te sacan. Siempre es lo mismo”, explica la madre de sobre las condiciones que le imponen las personas que le rentan.
Y todo empeoró cuando Melani salió embarazada, hace seis meses.
En la calle y sin ayuda
Su vientre comenzó a crecer y los arrendadores se negaban a admitirla. En consecuencia, Almarai y las otras dos niñas tampoco tenían dónde estar, por lo que Melani tomó la decisión de separarse del resto de la familia y probar suerte sola. Para colmo, el padre de la criatura la abandonó.
En su condición y sin ingresos estables nunca pudo conseguir una nueva ubicación. Ahora pasa las noches en casa de amigos que le brindan refugio, pero las ayudas no duran más de un mes. “La gente tiene miedo que el niño nazca y luego no me puedan sacar, a pesar que mi intención no es meterme en casa de nadie a la fuerza”, dice Melani.
Tampoco tiene recursos para comprar comida, por lo que varias veces ha solicitado al Gobierno de San Miguel del Padrón una libreta de abastecimiento o tarjeta temporal que le permita comprar sus alimentos normados, aunque sin éxito.
De última hora consiguió que un conocido del barrio Las Piedras, también en San Miguel del Padrón, la inscribiera en su libreta con la condición de que solo podía comprar los productos de la canasta básica, renunciando a los módulos que se venden a través de las cadenas de tiendas CIMEX y Caribe.
Recientemente, fue diagnosticada con anemia por segunda vez durante su embarazo. Según afirma, no desayuna ni almuerza, y come “un día sí y otros no”. Los pocos alimentos que logra ingerir los vomita a causa de las náuseas que le causa la gestación.
A la vez, sin la libreta de abastecimiento quedan en el aire los alimentos que le corresponden a los recién nacidos en Cuba.
En todas las áreas de Salud del país funciona el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI), un sistema dirigido por el Ministerio de Salud Pública que, en teoría, tiene el objetivo de monitorear y garantizar el bienestar de los niños, embarazadas y puérperas.
Pero, a sus seis meses de gestación, Melani asegura que no ha recibido seguimiento médico ni la dieta que indican los doctores a las embarazadas. “En el Consultorio del Médico de la Familia la doctora nunca está, o se va y ponen una nueva que tampoco aparece”, lamentó.
Ella pertenece al Consultorio número 1 del policlínico Pedro Pí, en San Miguel del Padrón. Ahí solo ha recibido atención un par de veces, cuando ha necesitado hacerse un ultrasonido o ser revisada por un ginecólogo.
En una de las pocas consultas a las que pudo asistir le propusieron internarse en el Hospital Universitario Ginecobstétrico de Diez de Octubre, pero la joven se rehusó aludiendo a que en enero pasado fallecieron 10 bebés prematuros en dicho centro médico.
“Son cosas que pasan, pero no quiero arriesgarme. Sobre todo, porque soy consciente de que en las condiciones en que estoy haciendo el embarazo mi hijo puede nacer prematuro, o con problemas”, dijo.
A la oficina de Asistencia Social también acudió en un intento de resolver los pocos artículos de canastilla que el Gobierno vende a las embarazadas, pero esta “casi siempre está cerrada” o ignora a los solicitantes de ayuda.
De todos modos, argumenta, más que la canastilla a ella le preocupa que su hija nazca saludable. Teme que deba vivir en la calle y no pueda alimentarla debidamente.
“No pido más que algo temporal donde estar con mi hija, aunque sea un casucho debajo de un puente; y una jodida libreta para coger sus cositas”, terminó la joven.
Fuente Cubanet.org