VILLA CLARA, Cuba. — Allá por los años ochenta, en pleno apogeo de las dádivas soviéticas, inauguraron en Santa Clara un parque de diversiones ensamblado en Planta Mecánica al que nombraron Carlos Marx. Había sido concebido a imagen y semejanza del “Lenin” de La Habana, a menos escala y repleto de aparatos mecanizados que fueron perdiendo su lustre con el tiempo hasta su definitiva demolición.
Fue entonces en la década del noventa cuando comenzaron a proliferar en pueblos y barrios alejados una serie de parques ambulantes y de factura criolla que llegaron a suplir las carencias recreativas infantiles. A aquellas ferias repentinas se les conoció por varios nombres como “los caballitos” o “los cacharreros” y no solo arribaban a los pueblos de Villa Clara en época de parrandas, también realizaban giras por varias regiones centrales del país.
Hace mucho tiempo atrás, con apenas unos veintitantos, Ibraím González se movía de carnaval en carnaval junto a una caravana de propietarios de carruseles, pequeñas estrellas, “sacatripas” y otros artefactos de hierro por los que se cobraba solamente un peso cubano cada vuelta.
“Sacarle cien pesos en un día a un equipo era una ganancia tremenda”, especifica este hombre de Sancti Spíritus, ahora dedicado a la renta de autos infantiles, un nuevo negocio similar al anterior que está tomando bastante fuerza en casi todo el país, aunque Ibraím prefiere nombrarlo como “emprendimiento”. “Me gusta que me reconozcan como emprendedor, porque fue algo que fundé con mucho esfuerzo y sin robarle a nadie”, especifica.
Ibraím comenzó su empresa con dos o tres carros que compró a varias familias que emigraron del país. Con las ganancias obtenidas con los primeros pudo invertir para mandar a buscar otros hasta llegar a seis, que se asemejan bastante a grandes marcas como Toyota, Peugeot o BMW.

Actualmente, este negociante renta su flota de vehículos a otras personas que los trasladan hacia los municipios donde se organizan las fiestas populares. Durante las noches en las que se alargan los carnavales, los operarios dormitan por turnos en un tráiler dentro del que también suelen asearse y hasta cocinar.
“Ya para eso no estoy”, apunta este señor de 60 años que recibe mensualmente unos buenos miles por el alquiler de sus cochecitos, pero que también debe invertir mucho dinero en su reparación y en la renta de los espacios estatales.

“Los chasis se rompen con facilidad, las luces, las baterías y los motores tengo que mandarlos a comprar a Estados Unidos, lo que significa pagar el dólar en la calle a 180, más lo que me exige la persona que lo importa. En los carnavales, por ejemplo, el Estado te cobra el área a más de 200 pesos”.
Por el peligro que suponen las baterías de litio, estos carros usan solamente las de plomo o gel, que pueden alcanzar un precio de 68 MLC cuando las sacan a la venta en Cuba, y las gomas, que se parten a menudo, sobrepasan los 1 500 pesos la unidad en el mercado informal.
También en medio del parque central de Santa Clara confluyen diariamente más de veinte autos pequeños de juguetes y los fines de semanas pueden ser muchos más, hasta llegar a treinta. Los han adquirido de diversas formas: mediante su importación o por personas que se llegan allí a proponer los suyos a más de 20 mil pesos. El costo de uno de estos vehículos fuera del país oscila entre los 200 y 250 dólares.

Dentro del apartado de juguetes y artículos de recreo, la Aduana General de la República (AGR) permite la importación al país de bicicletas, patinetas, carriolas eléctricas y las demás partes, piezas y accesorios que se valoran de forma individual y a partir del valor de referencia fijado. Además, autoriza el ingreso como equipaje hasta dos artículos de los denominados ciclomotores eléctricos de hasta dos plazas o uno de estos por la vía de envíos.
Todos los cuentapropistas que se dedican a la renta de motos o carros en el centro de Santa Clara pagan una patente de 400 CUP y por cada vuelta a la plaza cobran 30 pesos como precio fijo. Ninguno de ellos sabe discernir a ciencia cierta el momento en que la competencia aumentó en esta zona. Lo cierto es que de la noche a la mañana muchos de los que operaban en el área del zoológico se percataron de que en el parque había mayor afluencia y, por ende, mejores dividendos.

“Antes estaban los padres con dinero o familia fuera que traían a sus hijos aquí a especular con su carrito y no se lo prestaban a nadie. Ahora todos los niños pueden montarse en uno porque treinta pesos los tiene cualquiera”, explica uno de estos cuentapropistas a sabiendas de que existen muy pocas opciones para la recreación infantil en la ciudad. Como acuerdo general, todos ellos decidieron ofrecer vueltas gratis a los niños de las casas sin amparo filial.
“El niño monta su carro, lo acelera él solo y vive la ilusión de que está manejando en un auto de verdad”, argumenta Lázaro Antonio Reyes, de 33 años, uno de los primeros que comenzó a rentar coches allí. “Muchas personas critican el precio de la vuelta al parque, pero es que con treinta pesos ya nadie se come ni un pan con pasta”.

Por varios kilómetros, estos cuentapropistas trazan una ruta diaria cargando con los coches desde sus casas a pie o sobre los hombros hasta llegar al parque. Permanecen durante todo el día bajo el sol y en muchas ocasiones deben empujarlos hasta completar la ronda alquilada, cuando los “choferes” son menores de cinco años y no saben conducirlos.
“A los más chiquitos hay que guiarlos en una posición que es bastante incómoda, con una sola mano, medio agachados y aguantarlos para que no choquen contra las personas que caminan”, explica otro de estos jóvenes, que asegura repetir esta operación unas veinte veces al día.
Para sacarle la ganancia neta a la renta de carros adquiridos de segunda mano muchos de ellos han debido trabajar más de cuatro meses los siete días de la semana. “Hemos tenido algunas quejas de inspectores que están molestos y que han llegado a quejarse al gobierno de la provincia. Por ahora seguimos aquí, y si nos sacan es mucha la gente que va a protestar. Nos han dejado porque saben que estamos resolviendo un problema”.
Fuente Cubanet.org