LAS TUNAS, Cuba. — El sacrificio ilegal de ganado mayor y venta de sus carnes persiste en Cuba, aunque el abigeato está sancionado con penas de privación de libertad análogas al delito de homicidio. Cuando el régimen pensó disminuir los delitos de robos y hurtos de ganado, autorizando a los propietarios que cumplieran con las ordenanzas gubernamentales el sacrificio de algunas reses para consumo propio o venta de las carnes, lejos de aplacarse, los matarifes aumentaron la matanza clandestina, y así lo han reportado medios provinciales y la televisión nacional esta semana. Luego, cabe preguntarse: ¿Por qué persiste el robo de ganado en Cuba?
Antes de respondernos apresuradamente esa interrogante, repasemos algunos antecedentes históricos de la ganadería en Cuba y de su tutela desde el punto de vista jurídico, compréndase, penal. Como sabemos, en 1958, con una población de unos seis millones de habitantes, el rebaño nacional bovino estaba estimado en unos seis millones de cabezas, para un promedio de 0,92 res por habitante. En esa época, y según el Código de Defensa Social, vigente desde abril de 1936 —que sustituyó al Código Penal español, vigente en Cuba desde 1879—, no estaba prohibido el sacrificio de reses por parte de sus legítimos propietarios (esto es: los criadores o los comerciantes que compraban ganado para su mejora y reventa o para el sacrificio directo).
En aquella época, era sancionado por razones de protección de la propiedad privada y de sanidad pública —al velar por la salud de los animales sacrificados— quien, sin autorización de las autoridades competentes, o fuera de los mataderos legalmente establecidos, o de los lugares autorizados, sacrificará animales a su libre albedrio.
Luego fue promulgada la Ley 1018 de 20 de marzo de 1962, prohibiendo a los propietarios legítimos el sacrificio de sus reses y la venta de sus carnes, por lo que la tutela penológica, entiéndase la protección del bien, pasó de ser de la propiedad privada y la sanidad pública al monopolio estatal, único autorizado para el sacrificio de ganado vacuno y la venta de sus carnes, que, en un tiempo, fue suministrada a toda la población cubana mediante la cartilla de racionamiento.
Entonces, resulta útil preguntar: ¿La criminalización del sacrificio de ganado vacuno y la venta de sus carnes protegió al rebaño nacional? ¿El monopolio estatal de la carne vacuna ha resuelto los problemas alimentarios de la nación cubana? ¿Cuánto disminuyó la ganadería vacuna en Cuba desde que se promulgaron leyes penales para supuestamente protegerla?
Observemos estas cifras. El mejor año de la ganadería cubana en cuanto a número de cabezas fue 1967, con siete millones 172 mil reses, pero aun así, el promedio de cabezas por habitantes fue de 0,87, lo que no alcanza el 0,92 obtenido nueve años antes, en 1958. Apréciese que, de 1958 a 1989, la masa ganadera vacuna descendió de un promedio de 0,92 a 0,46 por habitante.
El monopolio del Estado totalitario castrocomunista sobre la carne vacuna no ha hecho sino aumentar el delito contra la propiedad, haciendo proliferar los cuatreros cuales yerbas indeseables, y lo peor: ha convertido a cientos de miles de cubanos en cuasi delincuentes y en delincuentes premeditados, pues, la persona que compra carne de animales robados, técnicamente llamados “receptadores”, en realidad, actúan cuales encubridores de delitos de hurtos, cuando no de robos con fuerza u otras acciones delictivas con peligro para la vida y la integridad de las personas.
Lejos de proteger apremiantes necesidades alimentarias de la nación cubana, el monopolio del Estado sobre la ganadería sólo hizo encarecer los productos lácteos y cárnicos de origen vacuno, prácticamente, desaparecidos de los mercados en pesos cubanos y deficitarios y caros en divisas, por lo que hoy las personas que carecen de monedas libremente convertibles, que son la mayoría de los jubilados y trabajadores de la “empresa estatal socialista”, para abastecerse de carne de res —más barata que la de cerdo—, no tienen otra opción que ir donde los carniceros clandestinos, quienes, para surtir sus neveras de madrugada, con premeditación y alevosía, poco les importa si matan una vaca lechera, una yunta de bueyes o un caballo de tiro y de paso agreden al propietario, lo que en sí, trae aparejado otro gran problema del campo cubano: el de la inseguridad de la familia rural, que desestimula la labor agropecuaria y, por efecto boomerang, provoca carestía y encarecimiento de los productos del campo.
¿Por qué presiste el robo de ganado en Cuba? Pues, por el monopolio del Estado. Mientras no exista carne a precios razonables en los mercados públicos —porque la clase dirigente comunista sí la posee y basta mirar sus obesidades obscenas en un país hambreado— habrá clientes-receptadores del cuatrero, que en Cuba son los clientes del ladrón y los encubridores del robo de ganado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org