
LA HABANA, Cuba. — El pasado 26 de marzo fuimos testigos del penúltimo capítulo en el grotesco culebrón que es el actual proceso comicial cubano: las votaciones para diputados. Sólo el 48,95 % del total de electores inscritos actuó en la forma deseada por los comunistas. O sea: que menos de la mitad fue a votar y lo hizo por todos los candidatos de su municipio o distrito. ¡Pese a esto, los agitadores del régimen hablan de gran victoria! Y, desde luego, gracias al tramposo sistema electoral cubano, cada uno de los 470 candidatos resultó electo.
Ahora, en menos de una semana, asistiremos al capítulo final del culebrón, la nueva “Asamblea Nacional del Poder Popular” quedará instalada y se procederá a votar por las autoridades centrales. Como resulta obvio, entre estas (por su notable peso específico en la política nacional), el proceso que reviste mayor importancia es el de selección del Presidente y Vicepresidente de la República.
A pesar de integrar el “órgano supremo del poder estatal”, también los flamantes diputados tendrán sobre sí la coyunda de la Comisión de Candidaturas Nacional, un aparato integrado por representantes de las “organizaciones de masas”. De acuerdo con la vigente Ley Electoral, es a la citada Comisión (y no a un órgano parlamentario) que le corresponde proponer los nombres de quienes deberán ocupar los referidos dos cargos.
Se supone que, al hacerlo, sus integrantes tomen en cuenta las opiniones expresadas en privado por los 470 legisladores. Pero eso está por verse; tal enfoque pertenecería al campo de la Deontología, del “deber ser”. De ahí a que los burócratas de las “organizaciones de masas” actúen con estricto apego a esos principios, va un largo trecho.
En los órganos de agitación y propaganda del castrismo nada se dice con respecto a los dos ciudadanos que serán presentados como candidatos a ocupar ambos cargos. En la prensa independiente sí se ha especulado acerca de la posible nominación del exespía Gerardo Hernández Nordelo, antiguo jefe de la “Red Avispa” y actual cabeza de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución), para la presidencia del país.
Tratando de enfocar el asunto desde el punto de vista de la actual alta jefatura comunista, no le veo demasiada lógica a ese cambio. ¿Para qué sustituir a Díaz-Canel si este ha cumplido de modo diligente con las tareas que se le han asignado, y lo ha hecho de la manera que esa misma plana mayor considera idónea! ¿Para qué cambiar al jefe nominal del régimen si, mientras no se acometan los cambios profundos que el país necesita, la misión fundamental de quien ocupe ese cargo será sólo la de cargar sobre sí todas las culpas del desastre nacional!
Otra cosa distinta es qué pueda suceder en la reunión del Comité Central del único partido que debe celebrarse sin falta antes de la sesión constitutiva de una nueva legislatura de la Asamblea Nacional. Se trata de una realidad que no está plasmada en la Constitución ni en la Ley Electoral, pero que constituye una realidad ineludible del sistema político cubano de estos tiempos.
He planteado repetidamente (y ahora lo repito) que en regímenes como el de nuestro país, los cambios empiezan por arriba; no por abajo. Y ningún cuerpo más apropiado para ello que el que se desempeña como órgano supremo permanente del único partido permitido.
Creo que lo que debe provocar nuestra extrañeza no es que, llegado el momento, un grupo mayoritario del Comité Central decida iniciar los cambios profundos que el país necesita y renovar en consecuencia la dirección nacional (asumiendo los nuevos líderes, como es lógico, los cargos más importantes). Lo que sí me parece asombroso es que, en medio de la catástrofe generalizada que está sufriendo Cuba desde hace años, tal cosa no haya sucedido ya. Tal vez en esta demora haya desempeñado su papel la notable longevidad del general de ejército Raúl Castro, a quien los partidarios del cambio enquistados en el mismo Partido es probable que prefieran ya fuera del escenario antes de actuar.
Pero, con independencia de lo que decida el Comité Central, lo que no admite dudas es que los llamados “representantes del pueblo” (en este caso, los de nivel nacional) tienen en sus manos la posibilidad de asestarle un contundente varapalo al régimen de “la Continuidad”. Me refiero a la intervención que esos 470 diputados tendrán, en apenas unos días, en la aprobación del nuevo Presidente de la República.
Existen motivos de sobra para que el señor Díaz-Canel no sea reelecto. Los datos (¡tomados de las estadísticas oficiales cubanas!) que reflejan su pésima gestión de la economía aparecen plasmados en un documentado trabajo de la colega Rafaela Cruz publicado este jueves en Diario de Cuba. Pero es que él, además, convocó a la guerra civil contra ciudadanos que no hacían otra cosa que protestar de manera pacífica. ¿Cómo olvidar su llamado fratricida: “La orden de combate está dada”?
Por supuesto, tengo presente que cada uno de los diputados ha sido seleccionado de manera cuidadosa. Todos ellos están comprometidos hasta el tuétano con el régimen. De los que corresponde elegir en cada municipio, “hasta la mitad” son simples concejales, pero que han recibido el visto bueno de la Seguridad del Estado y de todas las instancias. Los restantes diputados —la mayoría de los 470— son burócratas de nivel nacional. ¿Resulta razonable esperar que voten en contra de la candidatura oficial?
El problema es que el desastre cubano ha alcanzado un nivel de deterioro tal que entre las mismas filas de “revolucionarios” cunde el descontento. Por ejemplo, durante el reciente proceso de nominación de los candidatos a diputados, hubo dos municipios de la provincia de Camagüey en los que fueron rechazados los ciudadanos propuestos por la Comisión de Candidaturas. ¡Primera vez que esto sucede en el casi medio siglo decursado desde “la Institucionalización” de 1976!
Si esa oposición a los candidatos oficialistas tuvo que expresarse de manera pública y si su rechazo quedó plasmado en una votación a mano alzada, ¿entonces por qué no esperar que un número significativo de los flamantes diputados, al votar de manera secreta, lo haga en contra de la candidatura oficialista!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org