HARRISONBURG, Estados Unidos. — Este 24 de abril se cumplen 125 años de la proclamación del Manifiesto de Sebastopol, otro documento que demuestra la altura moral de nuestros próceres por la independencia.
Los abusos cometidos por las autoridades colonialistas españolas en contra de la población civil, especialmente el plan de reconcentración del general español Valeriano Weyler, habían trascendido la frontera insular y hallado eco en la prensa estadounidense, siendo también inequívoco que al abrigo de las sinceras muestras de solidaridad del pueblo americano se ocultaban los intereses espurios de algunos políticos, tendentes a lograr la anexión de Cuba a los EE. UU., algo muy bien probado por la historia.
Uno de los sucesos significativos que logró atraer la atención de los estadounidenses fue la fuga de la patriota Evangelina Cossío Cisneros, única mujer que participó en el levantamiento armado ocurrido en la Isla de Pinos el 26 de julio de 1896. Apresada por los colonialistas, la joven logró huir de la cárcel y llegar a los EE. UU. con la ayuda de varios diplomáticos y agentes estadounidenses. Aquí ofreció su testimonio sobre la realidad cubana y contribuyó al fortalecimiento de la campaña propagandística contra España y a favor de nuestra independencia.
El 15 de febrero de 1898 estalló en el puerto de La Habana el acorazado Maine. Si bien con el transcurso de los años la tesis más aceptada es que se trató de un accidente, lo cierto es que el suceso fue el detonante de una cadena de acontecimientos que convirtieron a ese año en el último de la dominación española en Cuba.
El 13 de abril de 1898 la Cámara de Representantes de los EE. UU. accedió a la solicitud del presidente William Mc Kinley para intervenir en Cuba y el 20 de ese mes el gobierno aprobó la Resolución Conjunta, validando la intervención que se iniciaría un día después.
En ese momento, la situación de las fuerzas españolas era muy difícil. Las fuerzas mambisas, si bien no acababan de asestar el golpe definitivo a las huestes colonialistas en la capital del país, avanzaban lentamente, pero de forma gradual en cuanto a dominio de territorios e influencia político-militar, por lo que su triunfo era solo cuestión de tiempo. La entrada de las fuerzas norteñas aumentó la vulnerabilidad de las tropas españolas.
Conscientes de lo que significaba el nuevo giro de los acontecimientos, los representantes de la metrópoli emitieron un bando anunciando el cese unilateral de sus operaciones militares en toda la Isla.
Existen varias opiniones sobre la verdadera intención de este anuncio, aunque la mayoría coincide en que se trató de una acción tendente a impedir lo que al final ocurrió y dio al traste con las últimas posesiones españolas en ultramar.
Fue entonces cuando el general independentista cubano Domingo Méndez Capote, eminente jurista, vicepresidente de la República en Armas y encargado de la cartera de la guerra, redactó un documento que luego fue aprobado por el Consejo de Gobierno y firmado por el presidente, el también general Bartolomé Masó, el 24 de abril de 1898 en la localidad de Sebastopol, provincia de Camagüey, de ahí el nombre por el cual se conoce a este documento histórico.
Para los patriotas cubanos resultaba inadmisible que España declarara el cese de las hostilidades sin tenerlos en cuenta. Esa actitud indignante sería la misma que mantendrían al negarse a que los cubanos participaran en la mesa de negociaciones instalada en París posteriormente y es similar a la que actualmente mantienen no pocos empresarios españoles, más inclinados a satisfacer su afán de lucro que en ayudar realmente al pueblo cubano.
Para dejar clara su posición ante tal postura, los patriotas afirmaron en el documento lo siguiente: “La falta de consideraciones en que se nos ha tenido siempre llega hoy, no ya a suponer, como antes, que no somos factor apreciable para la solución de los asuntos que a Cuba conciernen, sino a suprimir nuestra existencia como elementos que combaten a España con las armas en la mano. No de otro modo se explica la pretensión de dictar un armisticio por una sola de las partes combatientes, cosa que nunca se habrá ocurrido a ejército alguno, cualquiera que sea la situación en que se haya encontrado. Se dice que esa medida tiene por objeto preparar y facilitar la paz en esta Isla. España debiera saber, como lo sabe hoy el mundo todo, que solo existe un medio de obtener la paz en Cuba: reconocer nuestra independencia. Eso puede realizarlo el gobierno español, bien evacuando desde luego el territorio cubano o viniendo por camino recto, y en actitud franca a pactar con nosotros sobre la base indeclinable de la independencia absoluta e inmediata de toda la isla de Cuba”.
Es cierto lo que afirmó el eminente historiador Emilio Roig de Leuchsenring acerca de que Cuba no debe su independencia a los EE. UU., pero no se puede pasar por alto que la intervención de ese país aceleró el desenlace de la contienda y evitó mayores pérdidas de vidas humanas y daños a la economía.
Todavía alrededor de este suceso hay mucha información pendiente de ser socializada en detalles, sobre todo los reiterados contactos sostenidos por altos oficiales del Ejército Libertador y miembros del Consejo de Gobierno de la República en Armas con el gobierno estadounidense para propiciar su intervención en la guerra, una arista que ofrece otra visión bien distante de la que han reiterado los ideólogos del castrismo.
El Manifiesto de Sebastopol es otro documento ineludible de nuestra historia, de la dignidad de nuestros próceres independentistas y de su decisión inquebrantable de continuar luchando hasta alcanzar la independencia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org