Para que pudiera sobrevivir en ese lugar abandonado, su novia, Yulia, le traía todos los días comida y artículos de primera necesidad. Aunque casi no había internet en el búnker, Kirill continuó sus estudios por Zoom, con la ayuda de los directivos y el personal docente de la universidad israelí.
En medio de la guerra, contó el flamante graduado, lo más difícil fue «escribir y cumplir con las tareas para finalizar el curso». El búnker en el que vivía en Dnipro, describió, «era un refugio oscuro y abandonado con solo una pequeña lámpara de noche».
«Casi no había internet -siguió el joven estudiante-, había un olor terrible a aguas residuales, las ratas caminaban entre mis piernas y constantemente se escuchaban los ecos de las explosiones».
Para peor, el búnker estaba al lado de una fábrica de municiones, por lo que los aviones rusos bombardeaban constantemente el área y había muchas alarmas. «Tenía miedo y no sabía si algún día podría volver a mi vida normal», admitió Kirill.
Cuando Kirill describe la pesadilla que vivió en Ucrania, es difícil imaginar que solo unos meses antes vivía en Israel y estaba trabajando para obtener una maestría en la Escuela de Ciencias Políticas, Gobierno y Asuntos Internacionales de la Universidad de Tel Aviv.
Fuente Vis a Vis