MIAMI, Estados Unidos. – La veleta de La Giraldilla, erigida en el siglo XVII, ha sido una figura icónica en La Habana. Su legado se entrelaza íntimamente con una antigua y triste leyenda de amor, digna de las páginas de una novela romántica.
La Giraldilla se encuentra en la torre de vigilancia del Castillo de la Real Fuerza de La Habana, la edificación militar más antigua de la ciudad. Construido durante el reinado de Felipe II, desde 1558 hasta 1578, su propósito era proteger la ciudad de los ataques de corsarios y piratas que buscaban la riqueza que concentraban las flotas españolas en el puerto habanero.
Juan Bitrián Viamontes, gobernador de la ciudad entre 1630 y 1634, ordenó la creación de una veleta para ayudar a los navegantes en su ruta. Se creía que la Giraldilla, de 110 centímetros de alto, había sido diseñada y fundida en España, sin embargo, estudios minuciosos han revelado que fue el trabajo del escultor habanero Gerónimo Martínez Pinzón.

Inspirada en la leyenda de Isabel de Bobadilla, la veleta representa a una mujer aborigen con corona, una palma en el brazo derecho y la Cruz de Calatrava en el izquierdo. Isabel de Bobadilla gobernó la Isla durante la ausencia de su esposo, Hernando de Soto, un conquistador designado por la Corona como Capitán General de la Isla y Adelantado de Florida en 1528.
La leyenda cuenta que, tras la partida de Hernando a Florida, Isabel pasaba sus días buscando en el horizonte cualquier señal de su regreso. Aun después de la muerte de su amado en las orillas del Mississippi, Isabel continuó con su esperanza y vigilancia, historia que inspiró a Pinzón en la creación de La Giraldilla.
A pesar de sufrir la furia de varios huracanes tropicales, la veleta permaneció firme hasta que el ciclón de 1926 la derribó. Hoy en día, la estatua original se conserva en el Museo de la Ciudad, antiguo Palacio de los Capitanes Generales, mientras que una réplica se mantiene en su lugar original en el Castillo de la Real Fuerza: así sigue explorando cielo y mar, esperando por aquellos que quizás no volverán, pero que viven con la eterna esperanza del retorno.
Fuente Cubanet.org