
LA HABANA, Cuba. — Días antes de que el régimen cubano anunciara la bancarización, escuché en un ómnibus la conversación entre una mujer y un hombre que se quejaban de que los salarios no les alcanzaban ni para una semana, y luego discutían sobre la relación entre la productividad y los salarios. La mujer afirmaba que para elevar los salarios había que producir más y el hombre alegaba que debido a los pagos tan exiguos que no alcanzan para cubrir las necesidades más básicas, las personas no tienen estímulos para esforzarse en sus trabajos y producir más y mejor.
La controversia no es nueva. Es como el dilema de qué fue primero, si la gallina o el huevo. Pero ese no es el punto. Las causas de la situación actual no están solo en la falta de producción y los bajos salarios, sino en el descalabro tan grande generado por el empecinamiento del régimen en mantener la planificación económica centralizada socialista. Y ahora con la bancarización, controlando aún más a los cubanos, todo será peor.
Recientemente, en el 10° Período de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, los diputados analizaron los muchos problemas existentes. ¿Qué solución dieron? Ninguna. Dóciles, levantaron la mano para apoyar lo que habían proyectado de antemano los mandamases comunistas.
La actual hecatombe tiene su origen en las primeras leyes revolucionarias. La economía nacional quedó dislocada al intervenir el Estado los negocios grandes y pequeños, ya fueran propiedades cubanas o extranjeras, lo cual conllevó a la desaparición de múltiples industrias y empleos y a un gran desabastecimiento del cual culparon al bloqueo.
Para rematar, en 1968 vino la llamada Ofensiva Revolucionaria, que borró todo rastro de propiedad privada.
En esa etapa, el precio de los productos y servicios no se elevó, por tanto, la acumulación de dinero fue enorme. Al no haber cómo y dónde gastar el dinero, se originó, a inicios de la década de 1970 lo que la población bautizó como “la Danza de los millones”. Un ejemplo de tantos: una caja de cigarros, cuyo valor era de 20 centavos, se cotizó hasta en 150 pesos, o sea, 750 veces su importe oficial.
Ya entrada la década de los setenta, con la incorporación de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), hubo cierta mejoría, que se vino a notar más en los ochenta. El cuantioso subsidio de la Unión Soviética, de cinco mil millones al año, permitió a Fidel Castro el derroche en fabulosos proyectos de todo tipo, la mayoría inútiles o fallidos.
En los ochenta surgió el mercado paralelo, con precios algo elevados, pero, de cierta forma, asequibles a una gran parte de la población.
El derrumbe del campo socialista condujo casi al colapso del castrismo. Si logró mantenerse en el poder fue gracias a las fuertes restricciones impuestas al pueblo y a la represión.
El régimen buscó ingresos a través del turismo y las remesas. Hasta entonces, Fidel Castro veía eso como ideológicamente peligroso, pero, a regañadientes, obligado por las circunstancias, tuvo que aceptarlo.
En los últimos años, la caída de la economía ha sido imparable. Los sustitutos de Fidel Castro, con un grado de ineptitud gigantesco, culpan al “bloqueo imperialista” de todos los problemas existentes, y claman por inversores extranjeros, mientras entregan el país a Rusia y China.
Hemos llegado a los momentos actuales con una gran catástrofe nacional. La totalidad de los sectores productivos del país están en crisis. La situación, que ya era mala, fue agravada por la pandemia de la COVID-19. Y para empeorar más las cosas, el inoportuno reordenamiento económico fue un rotundo fracaso. La sustitución del peso convertible por la virtual moneda libremente convertible (MLC), ha devaluado nuestra moneda a un nivel inflacionario como jamás fue visto en Cuba. Y ahora todo apunta a que convertirán el peso cubano en una moneda virtual. No se vislumbra mejoría alguna en el horizonte.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org