El Real Madrid sonríe, vuelve a bailar al ritmo de Campazzo tras tres años sin sus genialidades. Un estratosférico partido del base argentino permitió la victoria de los blancos ante el Barcelona (80-90) en el primer Clásico de la temporada y, además, dio la clasificación para la final de la Supercopa. Campazzo tiene duende, es un mago, un baloncesto sublime el suyo contra el que los azulgranas nunca encontraron respuesta. Los de Grimau comenzaron la semifinal con buen pie, genial Laprovittola, pero se fueron hundiendo ante la dirección del base y la siempre eficiente superioridad física de Tavares y el resto de monstruos interiores. Al Madrid jugará la final contra el Unicaja o el Murcia, que juegan esta noche.
Está más hecho el Madrid y se notó. A los azulgranas les falta tiempo para cimentarse, muchas piezas nuevas por conjuntar. Muy llamativo fue el debut de Hernangómez, que sucumbió ante Tavares y mostró carencias en defensa, gris estreno para la nueva estrella de los catalanes, que deben trabajar mucho para alcanzar velocidad de crucero.
El plan de Grimau en su primer día en la oficina funcionaba. Defendía bien el Barça, muy aguerrido y con capacidad de adaptación para salir a toda velocidad con las largas zancadas de Satoransky y Da Silva. Laprovittola también disfrutaba a campo abierto, genial como siempre el de Morón (anotó 16 de los 25 puntos catalanes en el primer cuarto). No tanto su compatriota y amigo Campazzo, que en su vuelta al Real Madrid mostraba falta de acoplamiento con sus compañeros, algo oxidados los blancos en los primeros minutos.
Saltó a la cancha Hernangómez, máximas expectativas con el pívot en su nueva etapa como azulgrana. Le pudieron los nervios porque falló dos tiros fáciles cerca del aro y tuvo una mala acción defensiva en un penetración de Abalde. Errores que dieron alas a sus rivales, muy bien el Madrid llegando hasta el aro, liderado por el siempre combativo Deck.
También debutó Brizuela y no tardó en descubrir lo que significa jugar un Clásico. Cuando el vasco se disponía a hacer un aro pasado, recibió un tremendo mandoble en la cara de Tavares. Brecha en la ceja y directo al vestuario tras solo disputar 53 segundos de la semifinal. No aflojó el duelo, magnífico su ritmo y el final del primer periodo. Un triple de Abrines fue anulado por otro de Sergio Rodríguez, contra dos defensores y sobre la bocina. El canario se encogió de hombros, su calidad no se puede explicar.
La pretemporada no solo se notaba en los jugadores, también en el Palacio de los Deportes de Murcia, que sufrió un apagón de unos segundos durante una posesión azulgrana. Tras la reanudación, parecía que los catalanes se despegaban, pero Campazzo, que ya estaba caliente, era un elemento incontrolable. Suficiente su juego (y la eficiencia defensiva de Rudy) para que los blancos no cedieran terreno y, en un instante, se pusiesen por delante en el electrónico.
No aflojaban ni Laprovittola ni Campazzo, dos magos, ambos argentinos, también bases. Duelo precioso que escribía el guion del Clásico, una película en la que apareció Musa, silenciado en la primera parte pero renacido en la segunda con varias canastas de bella factura. El duelo recobró pulso tras un tramo algo más denso. No había tregua e incluso Hezonja anotó una autocanasta cuando intentaba amarrar un rebote.
Tavares, imperial
Willy no acababa de entrar en el partido. Cierto es que vérselas con Tavares es casi un imposible, siempre determinante y abusón, pero el talento del madrileño no afloraba. Un tremendo tapón del caboverdiano le dejó muy tocado y sus fisuras en defensa acabaron de nublar su estreno como jugador del Barcelona. Fueron esas acciones las que permitieron al Madrid apretar el acelerador, perdidos los azulgranas, poco ensamblados. Todo lo contrario que sus rivales, que liderados por un Campazzo simplemente espectacular, estaban cerca de romper el partido.
Se desangraban los de Grimau, sin ideas en ataque y poco contundentes en defensa. Una genialidad desde la línea de tres de Musa, que disparó desde arriba, sin bajar el balón, acabó por sentenciar el combate. La frustración llevó a dos guerrilleros como Rudy y Kalinic a estar cerca de llegar a las manos, pero todo quedó en una expresión más de competitividad. La única preocupación de los blancos era la larga charla de Deck con los fisios, porque la victoria estaba cantada. Y así fue.
Fuente ABC