LA HABANA, Cuba.- Se pueden decir muchas cosas de Billy Joel pero ninguna de ellas por sí sola basta para dar una idea de su importancia en la música popular del siglo XX. Tal vez, si se suman todas, se logre una definición que se aproxime.
Pudiéramos decir, por ejemplo, que es la versión norteamericana de Elton John; que es el piano-man por antonomasia, con un sello muy propio; un boxeador y pianista que afortunadamente para nosotros los melómanos, se echó a perder para la llamada música clásica de tan influido como fue por el rock and roll y el jazz; un cronista de la vida norteamericana en los años post-Vietnam y de la era Reagan; un excelente narrador que canta sus historias en vez de plasmarlas en libros de relatos; un autor de canciones que de tan perdurables, parecen ser eternas.
Una de esas canciones es Piano man donde refleja la atmósfera y los personajes en un club nocturno amenizado por un pianista sin suerte en una noche de sábado. Lo hizo tan bien que cuando uno oye la canción, casi que percibe el olor a cerveza impregnado en el micrófono del cantante.
Luego del éxito de Piano man en 1973, Billy Joel demoraría cuatro años para grabar, en 1977, su disco definitivo: The Stranger. Un año después, se consagró con 52th Street.
Ambos discos iniciaron por adelantado la música de los años 80. Billy Joel, a despecho de modas y modos discotequeros, en álbumes como Glass houses, An inocent man, The nylon curtain, The bridge y Storm front, se las arregló perfectamente para regalarnos alguna de la mejor música que se hizo en esa década. En 1992 grabó su último álbum de estudio, River of dreams.
Con Billy Joel tengo una gran frustración: no haber podido asistir a su actuación en el teatro Karl Marx cuando vino, con otros artistas norteamericanos de la CBS, al Havana Jam, en marzo de 1979, cuando estaban en pleno apogeo las canciones del 52th Street.
El concierto era estrictamente solo para invitados. Ya ustedes saben quiénes: pejes gordos de la cultura oficial y sus amigotes y amiguitas, para nada interesados en “la música del enemigo”. No solo me perdí a Billy Joel: también a Stephen Stills, Rita Coolidge, Kriss Kristoferson, Weather Report y el Doom Trio (¡con Yaco Pastorius y John McLaughlin!).
Ni fragmentos de las tres noches de conciertos pudimos ver en la TV, porque jamás los transmitieron.
Los que verdaderamente hubiéramos disfrutado aquellos conciertos, no pudimos ni siquiera pararnos en los alrededores del custodiado teatro por si había un chance de comprar la entrada a un revendedor o colarse, porque si no nos botaba la policía a cajas destempladas, nos encerrarían en un calabozo hasta que se acordaran de soltarnos, probablemente con una multa y un acta de advertencia.
Fuente Cubanet.org