Una incursión inédita: ¿estamos ante la ofensiva más importante de Ucrania desde 2022?
Ucrania ha lanzado una ofensiva fronteriza y ha avanzado cerca de 25 kilómetros hacia el interior de Rusia, conquistado más de 300 km² y varios municipios
Por Fermín Torrano. Región de Donetsk
Titan frena en seco y apaga las luces del todoterreno. Una nube de polvo envuelve el coche. Su compañero Oleksiy enciende el sistema antidrones en la parte trasera del vehículo, dejando el fusil a un lado. Rodeados de vegetación en una noche oscura sin nubes, el conductor se ajusta las gafas de visión nocturna, agarra la radio y avisa antes de pisar el acelerador: “Estamos en camino”. Los grillos cantan de nuevo unos kilómetros más tarde. O por fin el silencio permite escucharlos, mientras nos colamos entre la maleza para alcanzar la posición de mortero.
Los traslados ocultos bajo el manto la noche son cada vez más habituales. Docenas de drones rusos acechan desde el aire. Al menos en el este de Ucrania, porque obstinado en conquistar la región de Donetsk, objetivo imposible en los últimos 10 años, el Kremlin se ha dejado abierta la puerta de casa. Y Ucrania se ha colado hasta la cocina.
Las fuerzas ucranianas están penetrando hacia el interior de Rusia en la región de Kursk. Una brecha de más de 25 kilómetros de profundidad y 300 km² capturados. Dos días después de comenzar el asalto en suelo ruso, hay una conclusión clara: los esquemas previos de la invasión han volado por los aires. La maniobra no se asemeja a ninguna anterior. Este no es un movimiento propagandístico ni una incursión de rebeldes rusos, como la del mayo pasado.
Por el momento, se han confirmado las bajas de una decena de blindados, dos helicópteros, un sistema antiaéreo y un avión de combate. Además de un centenar de prisioneros. Los números reales son una gran incógnita, aunque serán mayores. Las autoridades ucranianas guardan silencio y los soldados involucrados tampoco han filtrado imágenes, algo poco habitual en esta guerra. La información, disponible a cuentagotas, proviene de canales rusos buscando responsables ante el avance del ejército ucraniano que ya ha obligado a evacuar algunas poblaciones. Un asalto que Vladímir Putin calificó este miércoles de “provocación a gran escala”.
Horas antes, el Ministerio de Defensa de Moscú dijo que “300 militantes ucranianos” de la 22ª brigada mecanizada de Ucrania lanzaron el ataque, apoyados por “11 tanques y más de 20 vehículos blindados de combate”. En realidad, se especula que varios grupos de diferentes brigadas están involucrados. Vitaly S., oficial de prensa de la 22 brigada ucraniana, ha declinado hacer comentarios, “por el momento”, al ser preguntado por El Confidencial respecto a la operación de Kursk.
Este periódico ha comprobado de manera independiente que parte de esta unidad militar, desplegada en el Donbás desde hace más de un año, fue trasladada a la región de Sumy en primavera. La de esta semana es una operación planificada, lanzada tras detectar escasa presencia rusa en la zona. La participación de equipos antiaéreos, escuadras de drones y vehículos de recuperación de blindados, también lo confirma.
¿Cuál es el objetivo?
Los verdaderos planes de Kiev son una verdadera incógnita, y algunos analistas apuntan que tanto estratégicamente como militarmente, la operación no tiene sentido porque supone un derroche de recursos que se necesitan en otros frentes. Sin embargo, otros apuntan a que la incursión puede ser un intento de desviar a las unidades rusas de las líneas del frente para aliviar la presión sobre las tropas ucranianas. “Los rusos ya se ven obligados a retirar reservas y unidades activamente comprometidas de otros frentes, incluido el de Járkov, para frenar el avance de los ucranianos”, explica el experto en inteligencia de código abierta (Osint) Uri.
Otra de las teorías apunta a que esta operación podría ejercer una presión interna sobre Vladímir Putin al demostrarle que sus tropas son vulnerables y capaces de ser derrotadas. Incluso que pueden estar llegando al límite de su capacidad para seguir con la guerra. La tercera estrategia apunta a unos acuerdos de paz que todavía parecen lejanas, pero en las que Ucrania podría tener muy buenas cartas. “Si sus esfuerzos tienen éxito, pueden capturar y ocupar tierras rusas que podrían usarse como moneda de cambio en las negociaciones”, añade Uri.
La información preliminar sugiere que las fuerzas ucranianas han capturado cerca de 10 municipios, además de la estación de medición de gas de Sudzha, crucial por ser la vía principal que permite el tránsito de gas ruso hacia Europa. También han tomado la vía de ferrocarril que nutre logísticamente las posiciones de Moscú en la primera línea de Járkov. Otras hipótesis afirman que Kiev buscaría llegar hasta la central nuclear cercana a la ciudad de Kursk, lo que impediría el uso de aviación por parte de Rusia.
El momento de la incursión es otro de los factores que ha cogido al gran oso por sorpresa. Nueve meses después de empezar su ofensiva de Avdiivka, Rusia mantiene la iniciativa en el campo de batalla a base de bombas guiadas, blindados y asaltos de infantería. El progreso en dirección hacia Pokrovsk, la penetración en Niu York y Toretsk y los asaltos sobre Kurájovo y Chasiv Yar han tensionado la línea ucraniana. La pérdida de posiciones bien apuntaladas desde hace diez años ha puesto sobre la mesa la posibilidad real del colapso defensivo.
El problema a gran escala se entiende mirando posición por posición. La estrategia es simple: abrumar las defensas a base de carne y metal hasta obligarlas a retroceder. Y aunque Moscú ha sufrido 70.000 bajas (heridos y muertos) entre mayo y junio, según un informe de la inteligencia británica, termina funcionando. Tanto que algunas brigadas ucranianas han alzado la voz públicamente, con duros reproches a compañeros de trinchera y altos mandos. Lentamente y desangrándose, Rusia avanza.
“La moral está baja porque no hay rotaciones”, reconoce Artem, miembro de la Brigada Presidencial de Ucrania. “Físicamente podemos, pero mentalmente es complicado seguir peleando sin descanso. Nos superan 10 a 1 en hombres y munición”.
Esa falta de personal fue la que provocó críticas y dudas al ver la luz las primeras informaciones sobre la operación ucraniana en Kursk. Si las brigadas están exhaustas y faltan soldados en el Donbás, ¿por qué no nutrir a las brigadas con estas reservas? El Kremlin ha movilizado la práctica totalidad de sus efectivos a la primera línea, dejando enormes huecos en sus fronteras, según los propios medios rusos. Y Kiev ha asestado el golpe en el momento más crítico.
“No sé cómo de bien preparada estará la operación, pero si tenemos éxito estaremos en una mucho mejor posición para la negociación. Es una decisión interesante”, explica Genio, comandante de batallón, luchando en el frente de Pokrovsk. “Tenemos que matar a tantos rusos como podamos. Han traído muchos males y desastres a mi país y a mi pueblo. Y deben pagar por ello”.
Bajo anonimato, un soldado de la 24 Brigada, encargada de defender la castigada Chasiv Yar, reconoce que puede servir de ayuda. “Estos ataques siempre restan algo de presión a la línea del frente en nuestro territorio. Las tropas rusas ya se están moviendo a la región de Kursk. Y no va a ser seguro para ellos”. “Mi gran esperanza es la central nuclear de la zona. Si podremos tener control sobre ella, la cambiaremos por la nuestra (ocupada) en la región de Zaporiyia”.
El colador rojo de Vladímir
No todo lo ocurre se entiende desde el frente. Más allá del resultado, la incursión ucraniana en Kursk tiene una lectura geopolítica. Putin se está quedando sin líneas rojas. Primero fueron los HIMARS, después el territorio anexionado “legalmente” por Rusia que Ucrania reconquistó y este año con la destrucción sistemática de refinerías rusas. Sin olvidar el envío de Leopards, Patriots, ATACMS o los recién llegados cazas F-16. Barreras de temor levantadas ante la posible respuesta nuclear del mandatario ruso que han ido cayendo una detrás de otra con el paso de los meses.
Ahora que Ucrania invade verdadero suelo ruso por primera vez en diez años, queda por ver si la última línea roja resulta como todas las demás: una amenaza incumplida. “Los riesgos para Kiev ya han pasado”, asegura el opositor ruso Ilya Ponomarev, al que el Kremlin intentó asesinar hace unos días en su casa de Kiev. “Qué queda, ¿el ataque nuclear? Putin no es tan estúpido. Sabe que sería suicida”.
Es un mensaje con doble dirección. Europa y Estados Unidos continúan apostando por la política de contención, en lo que muchos, como Ponomarev, ven una pelea “con las manos atadas a la espalda”. El último caso ocurrió a principios de este mismo verano.
La inteligencia ucraniana detectó varias docenas de aviones rusos en la base aérea de Morozovsk, en el sur del país, y Kiev solicitó emplear misiles ATACMS, difícilmente interceptables, para destruirlos. Sin embargo, Washington prohibió su uso, según reveló Forbes. El argumento: esta munición tan solo puede utilizarse en territorio ocupado por Rusia y no en el interior de sus fronteras. Semanas más tarde, Ucrania terminó golpeando el aeródromo con sus propios medios, pero la recompensa fue mucho menor; un avión destruido y dos dañados.
Ahora, mientras Rusia evacúa a sus ciudadanos ante el rápido avance de Ucrania —más de la mitad de km² que Rusia ha logrado en la dirección de Pokrovsk en seis meses y medio—, Kiev decreta la evacuación obligatoria de 6.000 personas en la región fronteriza de Sumy.
El tiempo confirmará si estamos ante la operación ofensiva más importante de Kiev desde otoño de 2022, cuando Ucrania reconquistó Járkov y Jersón, o ante un órdago por una mala mano cuyo resultado es impredecible. Hombres como Titán, Olekshy o Grinch son la punta de lanza. Civiles reconvertidos en soldados profesionales por la invasión de un país que puede empezar a sufrir la guerra en el interior de sus fronteras.