Buenos Aires-12 de febrero de 2025-Total News Agency-TNA- Redacción: El panorama geopolítico mundial ha experimentado una transformación radical en las últimas décadas. Durante la Guerra Fría, el mundo se dividía en dos bloques claramente definidos, liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética, cuya rivalidad mantenía una estabilidad relativa, reforzada por la doctrina de la destrucción mutua asegurada (MAD). Sin embargo, la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS marcaron el inicio de una nueva era unipolar, con EE. UU. como potencia dominante. Con el tiempo, esta hegemonía ha dado paso a un orden multipolar, caracterizado por una creciente anarquía y un aumento de los conflictos armados.
La actual dinámica multipolar ha desdibujado las responsabilidades entre los actores internacionales, fomentando la competencia y la fragmentación. Este fenómeno se refleja en conflictos como la guerra en Ucrania, que sigue activa y que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, centra la esperanza en un final del conflicto, pero que aun no se vislumbran totalmente las condiciones de este posible cese el fuego.
La incursión ucraniana en Kursk en agosto de 2024 demostró que el conflicto está lejos de estancarse, mientras que las decisiones políticas y estratégicas de ambos bandos continúan moldeando el curso de la guerra.
En Oriente Próximo, el conflicto entre Israel y Hamas ha trascendido las fronteras de Gaza, involucrando a actores regionales como Irán, Turquía y Catar. Al mismo tiempo, los ataques hutíes en el mar Rojo han generado una crisis marítima que afecta el comercio global, obligando a las navieras a desviar sus rutas por el cabo de Buena Esperanza, encareciendo los costos y complicando aún más el tablero geopolítico de la región.
En África, el Sahel se ha convertido en un polvorín geopolítico. La retirada de Francia y otras potencias occidentales ha dejado un vacío que Rusia ha aprovechado para expandir su influencia. Mientras tanto, en Mozambique, el grupo yihadista Ahlu Sunna Wal Jama’a ha intensificado sus ataques en Cabo Delgado, dificultando la explotación de los ricos yacimientos de gas natural en la región.
En Asia, Bangladesh enfrenta una crisis política y social tras la salida de la primera ministra Sheikh Hasina. Las tensiones internas, sumadas a la influencia de potencias como India y China, colocan al país en una posición estratégica en la bahía de Bengala. Por su parte, Myanmar continúa inmerso en un conflicto civil que amenaza con fragmentar el país, afectando los corredores comerciales vitales para China e India.
En América, la disputa territorial entre Venezuela y Guyana por el Esequibo sigue sin resolverse, agravada por el descubrimiento de importantes reservas de petróleo. La creciente presencia de actores internacionales en la región, como EE. UU. y China, complica aún más el conflicto, mientras que la dictadura de Venezuela insiste en su reclamo histórico.
Por último, la competencia tecnológica entre EE. UU. y China, conocida como la “batalla por el chip”, representa una nueva forma de conflicto global. Los semiconductores, esenciales para la tecnología moderna, se han convertido en el eje de una lucha por la supremacía económica y militar, con implicaciones que podrían definir el liderazgo mundial en el siglo XXI.
El mundo enfrenta un periodo de transición marcado por la fragmentación y la competencia entre múltiples actores. La estabilidad que alguna vez ofreció la bipolaridad ha sido reemplazada por un desorden multipolar, donde la ausencia de reglas claras aumenta la conflictividad global. En este contexto, la cooperación internacional y la diplomacia se presentan como herramientas imprescindibles para evitar que el caos se convierta en la norma.