Yael Rashlin sigue la tradición judía, pero como mujer transgénero en Israel, le cuesta encontrar la aceptación de su comunidad ortodoxa, un sentimiento acentuado por la llegada de un nuevo gobierno muy de derecha.
Junto a su pareja, Rashling está ocupada con los montones de ropa y juguetes que han dejado desperdigados sus niños antes del día de descanso del ‘sabbat’.
«No puedo rezar más al mismo Dios que la gente que actualmente está intentando destruir mi comunidad y destruir nuestras vidas», dice la mujer, en referencia a la agenda anti-LGTBQ de algunos miembros del gobierno.
Ella ya ha llevado a cabo su transición social, que incluyó cambiar su nombre y su vestimenta. Pero a diferencia de otras mujeres ortodoxas, recientemente ha decidido dejar de cubrirse el pelo para distanciarse de la comunidad.
«Las parejas religiosas [heterosexuales] pueden caminar por la calle cogidas de la mano, pero si visto mi pañuelo, no puedo sujetar la mano de otra mujer porque genera preguntas», explica esta ingeniera informática de 43 años.
Israel dispone de la legislación LGTBQ más progresiva de Oriente Medio y en la última década aumentó la tolerancia hacia las relaciones del mismo sexo, incluso entre personas religiosas.
Pero la discusión sobre la identidad de género constituye todavía un tabú en la comunidad ortodoxa, cuyos partidos están presentes en el nuevo gobierno de coalición liderado por Benjamin Netanyahu.
Rashlin y su mujer Hadar celebraron una boda en Israel unos años atrás que no fue reconocida por las autoridades religiosas ni estatales. El matrimonio igualitario está prohibido en Israel que, sin embargo, reconoce estas uniones oficiadas en el extranjero.
«El precio a pagar se ha vuelto demasiado elevado para manejar este conflicto entre ser una pareja LGTBQ y parte de la comunidad ortodoxa», dice Hadar Rashlin, de 30 años.
Yael Rashlin tiene cinco hijos, tres de ellos de un matrimonio anterior a su transición.
Riesgo de suicidio
«Hay miedo entre las autoridades rabínicas a decir que los transgénero existen, que no es una enfermedad o una moda», dice.
Muchos de sus amigos transgénero se suicidaron en años recientes. En todo Israel, un 40% de la comunidad transgénero intentó suicidarse, según un informe de 2020 del ministerio de Sanidad.
La cifra es todavía más alta entre la comunidad ortodoxa, asegura Rotem Sorek, responsable de la asociación Maavarim que respalda a este colectivo.
«Su angustia es todavía mayor. A menudo deben enfrentarse al rechazo no solo de sus seres queridos, también de su comunidad. Y por ello, están todavía más en peligro», dice esta mujer.
Después de años apoyando a judíos gays y a veces transgénero, el rabino ortodoxo Benny Lau considera la situación especialmente preocupante.
«Cuando desempeñas el papel de un rabino, de un líder, debes hacerte cargo de la vida de cada individuo», dijo Lau.
«Hay muchos religiosos y estudiantes de la Torá que reaccionan con miedo o con profundo rechazo a este fenómeno de los transgénero», indicó.
El rabino recuerda haber escrito una carta para una mujer transgénero para confirmar su identidad y que esta pudiera acceder a la sección femenina de su sinagoga, dado que los lugares de rezo están segregados en las comunidades ortodoxas.
Leer más – Conocé la novela sobre el judaísmo que tardó más de 10 años en escribirse
La hostilidad de muchos rabinos hacia las identidades transgénero es parte de su amplia batalla contra la modernidad, asegura Lau, quien defiende que la ley judía «está sujeta a interpretación» para «encontrar justificaciones» para diferentes identidades.
Hostilidad desde el Gobierno
Pero esta postura liberal se enfrenta con las posiciones defendidas por algunos nuevos diputados israelíes, especialmente aquellos dentro de la coalición que tomó las riendas del gobierno en diciembre.
El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y su compañero de coalición Avi Maoz, viceministro en la oficina de Netanyahu, expresaron vehementes posturas anti-LGTBQ.
«No creo que haya inmediatamente leyes anti-LGTBQ. Pero más que las leyes, me preocupa el trabajo diario del gobierno», dijo Shani Armon, otra mujer transgénero y ortodoxa.
Esta ingeniera informática de 29 años teme «una reducción del presupuesto de los centros que ayudan a la comunidad LGTBQ».
La inquietud es tal en el caso de Yael Rashlin que considera «dejar Israel si la situación se vuelve imposible».
«¿Por qué es tan difícil?», se pregunta sobre la incapacidad de su comunidad ortodoxa de aceptar su identidad. «¿Por qué se nos considera una espina clavada en la garganta?».
Fuente Vis a Vis