La Habana,Cuba.-Con 86 años, ha muerto en Las Palmas, Islas Canarias, España, donde residía exiliado desde 1992, el poeta Manuel Díaz Martínez.
Fue uno de los más destacados poetas cubanos de la Generación del 50. Escribió catorce poemarios y el libro de memorias Solo un rasguño en la solapa. También ejerció el periodismo. En Cuba trabajó como redactor-jefe del suplemento cultural Hoy Domingo y fue director de La Gaceta de Cuba. Después en el exilio fue director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana y miembro del consejo de redacción de la Revista Hispano-Cubana.
En su poesía, que nunca dejó de sonar cubana, se siente el eco de Quevedo y Antonio Machado. Es tierna, nostálgica y conmovedora, pero de ningún modo y aunque no le falten motivos para serlo, melodramática. Ni siquiera cuando se refirió a la muerte de su esposa Ofelia, su musa, en los versos de Acta Veneciana, o a la pérdida de la Patria, en ese poema suyo que bien mereciera ser el himno de los exiliados.
Sobre su poesía, Manuel Díaz Martínez explicó: “En mis años juveniles pretendí hacer una poesía que fuese como me imaginaba la realidad, y soñaba con una realidad que era como me imaginaba la poesía. Hoy lo que me apetece y busco es una poesía de mí mismo en la realidad que vivo…Si mi evolución se hubiese detenido en la etapa inicial, ahora sería visto como un poeta optimista y tendría todo el limbo por delante”.
Se consideraba parte de una generación frustrada que “se empeñó en reducir a realidad una utopía” y a los que timó un ilusionista barbudo que se hizo pasar por iluminado.
Díaz Martínez, que en 1971 fue uno de los represaliados del caso Padilla, en vez de esperar que los mandamases castristas lo rehabilitaran y hasta le concedieran –como hicieron con otros a cambio de que permanecieran mansos y obedientes–el Premio Nacional de Literatura que merecía, rompió públicamente con la dictadura. Lo hizo al firmar, en junio de 1991, la Carta de los Diez. Y como a pesar de las amenazas Manuel no se retractó, se vio obligado a marchar al exilio.
Sobre esa actitud, años después, entrevistado por su entrañable amigo y colega Rafael Alcides, explicaría: “Me deprimiría insoportablemente que se recompensara mi obediencia cuando lo que me place es desobedecer. El placer que sentí cuando me rebelé contra los poderes que intentaron en 1991 pisotearme en lo político y humillarme en lo personal, y que lo habían conseguido en 1968, es indescriptible y solo comparable al que me embarga cada vez que me detengo a pensar que ya esas potestades no pueden tiranizarme por más que quisieran”.
Manuel Díaz Martínez dejó bien claro que si en la patria no cabe la libertad, él prefería morirse de distancia.
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Fuente Cubanet.org