La película ‘La gran familia’ (1962) no solo sirvió para constatar lo cerca que está una prole de quince hijos de los hábitos alimenticios (e higiénicos) de una horda mongola, sino para recordar lo mucho que hay que evitar el abarrotado centro de Madrid en las fechas navideñas. Puedes perder a Chencho, tu cartera o la cabeza… No se me ocurriría meter al buen lector (tampoco al malo) en aquellas lindes de empujones, colas y carreras, salvo que no le quede más remedio y su gusto por las luces intensas venza al sentido común. Convenientemente advertidos de los estragos del centro, aquí va un puñado de razones de peso para transcurrir, a pesar de todo, por el corazón de la capital esta semana. Decía Salvador Dalí que si solo pudiera salvar una cosa del Museo del Prado se llevaría el aire contenido en Las Meninas de Velázquez. Todo un ejercicio de concreción y minimalismo en una pinacoteca monumental que en demasiadas ocasiones se recomienza a garrafón: «Tienes que ir al Prado». La verdad es que para conocer medianamente bien la pinacoteca se necesitan mínimo tres o cuatro visitas. Hay tantos cuadros, y con un aire tan puro, como para organizar una ruta por la obra de Velázquez, otra por la de Goya, otra por la de los autores flamencos, otra por autores del Siglo de Oro, etc. Mi recomendación esta semana es centrar el tiro en las obras de pintura histórica del siglo XIX, de los Eduardo Rosales, a los Moreno Carbonero… Ocasión inmejorable de deleitarse en ‘El fusilamiento de Torrijos’, apoteósica pintura que reclama Málaga para su traslado en nombre de la política de federalismo cultural de Miquel Iceta. O en las obras de Francisco Pradilla, pintor aragonés del que se conmemoran cien años desde su muerte. Ocurre lo mismo con el Palacio Real, cuya visita requiere varias horas para recorrer las diferentes estancias del complejo. Mi invitación para sistetizar es dedicar un día a admirar con calma la Armería Real. Allí no solo hay trofeos militares, como los de las batallas de Pavía (1525), Mühlberg (1547) y Lepanto (1571) o armaduras personales, como las de Carlos V o Felipe II, sino también auténticas rarezas como las piezas samuráis que llegaron a España en el siglo XVI. El país es rico en historia militar, dolorosas cicatrices les costó, y también en ciencia botánica. En el Siglo de las Luces se elevó España como la gran potencia europea en botánica y química, de lo cual queda un enorme recuerdo en el Jardín Botánico de Madrid. Aprovechando la oscuridad del invierno, este centro organiza visitas al jardín iluminado con un millón de luces LED. Esculturas de tamaño gigante, animales, árboles, caminos de flores y un pasaje de los deseos crean un ambiente fantasmagórico. Hace unos días se inauguró en el Círculo de Bellas Artes una exposición dedicada a Stanley Kubrick con más de 600 piezas de toda su carrera cinematográfica. A través de una mezcla de material audiovisual, fotografías, atrezzo, cámaras, maquetas, objetivos, guiones, ilustraciones, storyboards, cartas, vestuario, claquetas… el lector podrá adentrarse, o al menos intentarlo, en el cerebro del director y redescubrir las claves de su obra cinematográfica. El Círculo de Bellas Artes tiene, además, la gran ventaja de contar con una cafetería en la planta baja donde se pueden escuchar conferencias y presentaciones mientras tomas un vino, un café o lo que te plazca. Si de cómic estuviéramos hablando, hay que ir sí o sí (yo llevo haciéndolo desde que tengo edad para coger solo el metro) a la librería Akira cómic en Avenida de Betanzos, 74 (metro Herrera Oria). Sí, algo más alejado del centro, pero merece la pena. Este paraíso de los comic y la literatura fantástica y de ciencia ficción se ha convertido en la mayor referencia de España para este tipo de lectura, un templo, un lugar en constante reinvención. Al lado de la Plaza de Callao, en la Calle de la Luna, 6, se encuentra otro santuario en lo suyo: Atlántica Juegos. Esta tienda ofrece todo tipo de miniaturas, material para pintarlas y juegos de mesa desde 1995, esto es, muchos años antes de que tener un juego, más allá de la oca o el parchís, pasara de ser algo rarito a ser, como hoy en día, una cosa generalizada en casi todos los grupos de amigos. En el último fin de semana del año, no puede faltar para calentar el gaznate ir a los sitios típicos tras una noche de fiesta. La chocolatería San Ginés para los churros y las porras y el bar el Brillante para el bocata de calamares son la mejor cura contra la resaca y el desasosiego en el centro de Madrid. En Arturo Soria, hay una ruta asiática para despedir el año con la barriga llena, cual Buda sonriente, desde el restaurante Thai, el Shanghai Station, el Bund Restaurante, al Wakka… Los palillos son imprescindibles para recorrer la larguísima avenida.
Fuente ABC