El gobierno argentino parece caer en una suerte de autismo mientras la sociedad demanda en las calles del país urgentes rectificaciones de políticas y de hombres. Por el Dr. Adalberto C. Agozino
Privados de la gran pasión nacional: el futbol los argentinos hemos encontrado un sustituto para llenar las tardes de los días feriados: salir a la calle con banderas celestes y blancas pidiendo que el gobierno respete el sistema republicano, reactive la economía y permita a la justicia que actúe con independencia frente a los políticos corruptos.
Motivos de queja no les faltan a los argentinos en estos días. El prolongado “aislamiento social” impuesto por el gobierno en forma ininterrumpida desde el 20 de marzo pasado no ha servido para atemperar los efectos de la pandemia. El país se sitúa en el sexto lugar entre los más afectados por el Covid 19 en el mundo y con uno de los mayores porcentajes de muertos por contagiados.
Mientras que la prolongada parálisis productiva fue el golpe de gracia para la alicaída economía del país. La política económica implementada por el kirchnerismo en base a un “super cepo” a la compra de dólares, control sobre las importaciones, alto déficit fiscal, emisión monetaria para financiarlo, atraso del tipo cambiario, desorbitada presión impositiva y congelamiento tarifario, no sólo no ha logrado domar a la inflación (estimada por el gobierno en 50% anual) ni revertir el ciclo recesivo, sino que ha agravado los males que el país padece hasta niveles inéditos.
Basta mirar los indicadores sociales para advertir una realidad lacerante: 46% de pobres en la población en general, con un pico de pobreza infantil del 56,3% y la indigencia alcanzado en los menores al 15,6%, según el Instituto de Estadísticas y Censos.
La desocupación del segundo trimestre del año supera al 13%, la más elevada desde el año 2004, reservas internacionales netas efectivas -de libre disponibilidad- finiquitadas; el PBI hundiéndose 19,1% entre mayo y junio, lo que fue incrementado con una contracción de nada menos que el 13,2% en julio, pese al relajamiento de las medidas de aislamiento social. Y estos son solo algunos de los muchos indicadores alarmantes que podrían mencionarse, como la creación de un orwelliano “Observatorio de la desinformación y al violencia simbólica en medios y plataformas digitales”, que según el gobierno “trabajará en la detención, verificación, identificación y desarticulación de las estrategias argumentativas de noticias maliciosas y la identificación de sus operaciones de difusión.” En otras palabras, la versión kirchnerista del “Ministerio de la Verdad”.
No es de extrañar entonces que los argentinos salgan a las plazas y avenidas del país con frecuencia para demandar cambios ante la aparente indiferencia del gobierno que se niega a reconocer el creciente malestar social encerrado en una mezcla de incompetencia y tozudez ideológica.
Es por lo que cada día feriado, desde el pasado 2 de abril, los descontentos se convocan en forma individual por las redes sociales y salen a caminar, o circulan con sus automóviles para evitar contagios, por las avenidas de las grandes ciudades, se juntan en plazas, van al Obelisco porteño o a la residencia presidencial de Olivos con sus banderas e improvisadas pancartas expresando sus demandas. Los reclamos son muy variados: apoyo a la Corte Suprema de Justicia, respeto a las instituciones republicanas, demandas de mayor seguridad, respeto por la propiedad privada, contra las tomas de tierras, etc., no obstante en general expresan su repudio al gobierno nacional.
Desde la marcha del pasado 17 de agosto se sumaron cada vez más activamente algunas figuras de la oposición como la presidenta del partido macrista PRO, Patricia Bullrich, legisladores opositores como la diputada bonaerense Carolina Píparo o el diputado nacional de la UCR Alfredo Cornejo, el minúsculo Partido Libertario de José Luis Espert, los nacionalistas de NOS y personalidades independiente como el bailarín Maximiliano Guerra.
Incluso el expresidente Mauricio Macri ha expresado su apoyo a las marchas que cada vez se hacen más multitudinarias y radicalizadas en sus demandas. Pese a las limitaciones y temores que impone la pandemia del Covid un millón de argentinos se movilizaron este lunes en más de ciento veinte puntos del país para exigirle a un gobierno autista que rectifique el rumbo.
Pero, por toda respuesta el gobierno, en la voz del jefe de gabinete Santiago Cafiero ha responsabilizado a la oposición por incentivar estas manifestaciones.
Seguramente, el peronismo podría intentar la próxima conmemoración del 75 aniversario del 17 de octubre de 1945, el llamado “Día de la Lealtad”, para demostrar que aún controla la calle. La incógnita reside en saber cómo hará para emplear su aparato de movilización rentada con colectivos y apoyo sindical sin violar las restricciones que el propio gobierno ha establecido. También habría que saber la actitud del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires si el peronismo intenta acto masivo en Plaza de Mayo o en el Obelisco. ¿Permitirá una masiva manifestación callejera que violará todos los protocolos sobre reuniones públicas o pasará por alto el hecho para no confrontar abiertamente con el gobierno nacional?