El envenenamiento con “Novichok” del líder de la oposición rusa, Alexei Navalny, ha ocupado la portada de los medios de comunicación internacionales y ha sido tema de conversación entre los políticos extranjeros, durante varias semanas. Pareciera que Occidente recuperó repentinamente la vista y pudo ver finalmente que el presidente ruso, Vladimir Putin, en realidad es un sanguinario dictador que solo es capaz de dejar en calma a sus opositores recién cuando éstos descansan en un féretro. Por Darío Rosatti
Aunque al mismo tiempo, olvidando el hecho de que ha llegado a convertirse en eso, precisamente en parte por culpa de Occidente mismo, que durante mucho tiempo intentó servirse de una “política de apaciguamiento contra el líder ruso con el fin de mantener la oportunidad de un diálogo constructivo”. Mientras tanto, los “mercenarios de Putin” asesinaban a A. Politkóvskaya, B. Berezovsky, A. Litvinenko y B. Nemtsov. Y el mismo Navalny fue acosado en numerosas oportunidades. La falta de una respuesta contundente y proporcional a estos, y otros asesinatos políticos, atentados, así como frente a la ocupación ilegal de territorios extranjeros, permitió a Putin creer en su propia impunidad y en la incapacidad en general de Occidente para resistir su autoritarismo.
Desde entonces, Putin comenzó a demostrar abiertamente su desprecio por los líderes europeos que intentaban verlo como un “político civilizado” y habían empezado a negociar con él. No es secreto para nadie que al mandatario ruso le gusta provocar un temor reverencial en los otros políticos. No solo se considera a sí mismo como poderoso, sino además, “el líder más peligroso del mundo”. En numerosas ocasiones ha declarado que, lejos de ser una desventaja, esto es una verdadera virtud para un político y para la política de Rusia en general.
Por tanto, no es de extrañar que sin ser consciente de ello, el jefe del Kremlin cruzara la “línea roja” en las relaciones con Occidente, y que la utilización del agente venenoso “Novichok” fuera la gota que hiciera rebalsar el vaso de la paciencia de los líderes occidentales. Así lo ha puesto de manifiesto una reciente publicación del periódico galo “Le Monde”, cuyo titular rezaba: “Entre Macron y Putin: un diálogo de sordos. La negación de la realidad del presidente ruso en el caso de Navalny es un indicador de lo inútil del diálogo entre París y Moscú”. Además se produjo una dura reacción sin precedentes de la mayoría de los líderes europeos, enfurecidos con la insolencia de Putin. Además, Occidente, después del uso de Novichok por parte del Kremlin en Gran Bretaña, ha recopilado suficientes pruebas de que solo los servicios especiales rusos están en poder de esas armas biológicas.
De esta manera, al usar armas químicas contra Navalny, Putin ha comenzado una nueva etapa de confrontación con Occidente, es decir, ha provocado un cambio en la estrategia de Europa no solo en relación a su persona, sino también con respecto a Rusia en general.