“Buscamos resolver el problema cambiario mediante mecanismos de mercado”, destacan fuentes oficiales sobre las últimas medidas que resolvió Martín Guzmán. Por Francisco Jueguen
Hay un consenso general, por lo menos entre los empresarios, sobre las causas de la crisis. En la Argentina se asentó la desconfianza por el rumbo que tomó el país o, más precisamente, por la incertidumbre que produce el neblinoso destino elegido por el Gobierno. El termómetro, el síntoma, es la presión sobre el dólar. La pregunta que deviene luego es obvia: ¿cuál es la solución para una administración que acaba de empezar y que enfrenta una pandemia inédita en la historia?
Un banquero ofreció su consejo en los pasillos virtuales del 56° Coloquio de IDEA. “El proceso de reconstrucción de confianza lleva tiempo. Es mantener un rumbo por varios meses. Y evitar errores no forzados”, dijo. El ministro de Economía, Martín Guzmán, buscó inaugurar ese camino.
En el Gobierno dieron dos pistas sobre las medidas anunciadas por el economista de Columbia. “Buscamos resolver el problema vía mecanismos de mercado”, dijeron, sobre la decisión de darle más volumen al dólar quitando restricciones en el segmento de contado con liquidación (CCL). Es un cambio en la mirada que busca, paso a paso y con un nuevo camino, dar señales al mercado: más zanahorias y menos palos. La misma intención estuvo detrás de la baja de retenciones temporales, el diferencial para los agroexportadores y la suba de reintegros a las exportaciones, pese a las críticas que esas medidas recibieron del sector privado por la decisión unilateral, el timing y por alguna falta de contundencia.
El otro indicio es el empoderamiento de Guzmán en el gabinete. “De estas decisiones el mando es totalmente de Economía”, contaron las fuentes. No es casualidad que medidas como las correcciones sobre normas de la Comisión Nacional de Valores o comunicaciones del Banco Central (BCRA) fueran anunciadas desde el Ministerio de Economía. La centralización de decisiones económicas no es nueva en tiempos de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya pasó al extremo con la administración macrista. Así terminó Guido Sandleris (número dos de Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda) a cargo del Central. Por eso sobrevoló en las últimas semanas el nombre de Sergio Chodos (hombre de Guzmán responsable ante el Fondo) para ese asiento, hoy ocupado por Miguel Ángel Pesce.
La apuesta de Guzmán al mando es reconstruir la confianza que generaron varias situaciones. La primera, la sumatoria de restricciones cambiarias pensadas por Pesce y su equipo ante la sangría permanente de reservas internacionales, que ayer fueron recordadas por Guzmán en el comunicado del Ministerio. El ministro reconoció que generaron más incertidumbre que certezas.
Pero a esas señales negativas se suman otras que vienen del canal político, como el intento de expropiación de Vicentin (que hizo subir en el ránking de IDEA las preocupaciones empresarias por la propiedad privada) o el decreto que cambió las reglas en el sector de telecomunicaciones firmado por el Presidente.
También, claro, aparece la falta de certeza sobre el lugar que el sector privado tiene en la economía. “Los mercados tienen que entender que la economía la maneja el Gobierno”, dijo Máximo Kirchner. El hijo de la vicepresidenta no es el único que alimenta esa mirada. El propio Guzmán repite, cada vez que puede, que el motor de la recuperación será el Estado. La lectura del sector privado es que, para eso, la golpeada caja estatal necesitará más recursos, o sea, más impuestos. Es por eso que Domingo Cavallo, y su expresión histórica de que el impuesto al cheque sería sólo transitorio, fue la mejor manera que los hombres y mujeres de negocios encontraron en IDEA para burlarse de la supuesta temporalidad del aporte extraordinario “por única vez” que les pide el Gobierno a las grandes fortunas. La situación de privilegio de las empresas públicas en algunos sectores también genera preocupaciones.
La apuesta de Guzmán tiene tres ejes: sostener el dólar oficial para evitar el fogonazo inflacionario, darle más volumen al contado con liquidación para “estabilizar” la brecha cambiaria y cerrar un acuerdo con el FMI sobre un “sendero fiscal y monetario” pavimentado por el Congreso (respaldo político). Guzmán es el principal interlocutor con el Fondo. Lo exteriorizó anoche con un nuevo contacto con la directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva. Gracias a ese papel fue que Dujovne pasó a ser el “super ministro” de Macri. La historia se repite y genera, incluso, las críticas de algunos que buscan su lugar.
Todos los analistas coinciden en que las medidas tomadas ayer por el ministro son para ganar tiempo. No devuelven la confianza. La pregunta es qué hará Guzmán con ese tiempo. Emulando otros períodos: ¿Será shock o gradualismo para despejar temores?
Los diez puntos de consenso del Acuerdo Económico y Social, presentados ayer, pueden ofrecer alguna pista al respecto. Pero ese decálogo de buenas intenciones queda subsumido a un punto, el sexto: “Una macroeconomía estable ayuda al desarrollo productivo”. Ya lo dijo en IDEA el último ministro de Hacienda de Macri. Hernán Lacunza hizo allí una autocrítica en la que deslizó que lo que aprendieron durante su gestión es que no hay posibilidad de ninguna política pública, sectorial o vinculada a la microeconomía si no existe orden macroeconómico. Difícil cuando aparecen referentes del oficialismo que creen que la emisión no genera inflación. Es justamente la suba de precios estimada para 2021 en el proyecto de presupuesto lo que más dudas genera entre los economistas privados frente a la emisión prevista en esa hoja de ruta para solventar el déficit primario del año que viene.
Puede haber consenso sobre la necesidad de orden macroeconómico, pero todavía no existe sobre cómo alcanzar el mismo. Por eso, afloran las preguntas. “Los puntos son obvios, pero van en el camino correcto”, afirmó un empresario industrial que estuvo en el encuentro para avalar el consenso. “El tema es que tengan el poder político para llevarlos a cabo”, agregó. “Quizá se sientan cómodos con pensamientos afines”, cuestionó un empresario que no fue invitado, como muchos del Grupo de los 6, a sellar el pacto sobre el futuro de la Argentina, pese a que el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, dice que nadie quedará afuera. Ese grupo de empresarios poderosos fueron los criticados por Cristina Kirchner el 9 de Julio.
El esfuerzo del Gobierno por escenificar el consenso y la necesidad de un auditor externo para un “plan creíble” estuvo también en la difusión de la conversación que Guzmán y Georgieva pusieron ayer en la vidriera. “Compartimos una visión. Avanzamos mucho en los preceptos para estabilizar la economía argentina. Estamos repensando los puntos críticos para la construcción de un esquema marco vinculado al tema fiscal”, dijo una fuente que conoce los detalles de la charla que tuvieron ambos, y que sabe que la reprogramación de pagos de la deuda conllevará cambios de fondo que el peronismo tendrá que explicar entre sus votantes a sólo unos meses de una nueva elección.
Fuente La Nación