El escape del dólar tiene consecuencias, y las tendrá mayores si el presidente Alberto Fernández no toma decisiones. Por ahora, él luce inmutable. Pero abunda el temor entre algunos allegados porque la verdad es que él es un jefe de Estado débil, al que además le llegan indicadores diversos todos negativos. De esto trata la columna: Por Roberto Fermín Barga
“En política lo que no es posible es falso”. Eso le espetó Pablo Casado, líder del Partido Popular español a Santiago Abascal, máximo dirigente de Vox, formación de ultraderecha, que intentó está semana una moción de censura contra la coalición social-comunista, que hoy conduce los destinos ibéricos.
Recordemos que la moción de censura es un mecanismo de las democracias parlamentarias, que permite, si se construyen mayorías, desalojar a quien gobierna.
La frase “en política lo que no es posible es falso”, no le pertenece a Casado, es propiedad de Antonio Cánovas del Castillo, político español de la segunda mitad del siglo XIX y una de las mentes más lúcidas de la derecha española.
Antes de ir a lo que vamos, y por completar la información, vale decir que la moción de censura fue un fiasco que dejó fortalecido al Presidente socialista Pedro Sánchez, a pesar de los números catastróficos de la pandemia y de la economía (cualquier similitud con la Argentina, no es pura coincidencia).
Pero volvamos a la frase que podría ser usada como disparador de lo que se discute en la política Argentina de hoy.
Hay un lugar común, repetido hasta el aburrimiento, que indica que la madre de los problemas de gobernanza que atraviesa Alberto Fernández tienen un único factor gravitante: Cristina Fernández de Kirchner. Este razonamiento afecta a buena parte del periodismo opositor, a algunos sectores del denominado ‘círculo rojo’ y a repetidores todólogos que lo convierten en un mantra.
A ese facilismo, que muchas veces encierra cierta pereza intelectual, le han surgido en contrario, dos opiniones de peso, que por venir de donde vienen son insospechadas de colaboracionismo con la actual VicePresidenta.
En concreto, el jueves 22/10, Carlos Pagni, desde su columna del diario La Nación, nos anotició que el Presidente y su Vice, llevan semanas sin hablarse.
Marcelo Bonelli desde las páginas de Clarín, nos cuenta que “Alberto se habría distanciado de Cristina. Entre ambos ahora existe un entripado por la crisis económica y el dólar. La Vicepresidenta hace una crítica inflexible por la falta de gestión. Repite: “Esto no está funcionando””.
Parece bastante obvio que el empoderamiento del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, hace mes y medio y de las medidas que este tomó, tal como la nada ambiciosa y poco creíble baja de retenciones, que, claro está, no funcionaron; el consecuente y posterior desempoderamiento de Pesce y el ahora nuevo empoderamiento del ministro de Economía, Martín Guzmán, no son decisiones de Cristina Fernández, sino del otro Fernández en cuestión.
Por cierto, Guzmán se juega el crédito que le queda después de haber negociado el canje de deuda. El partido comenzó chivo para el ministro. Todos los dólares utilizados para la fuga se fueron para arriba desde que anunció los tecnicismos que la mayoría de economistas juzgan insuficientes o chiquitos, dada la coyuntura. Salvo este último viernes 23/10 que aparecieron bonos para calmar al dólar-bolsa y al contado con liquidación, el paralelo se acerca sin pausa, al insolente número de $200.
En línea con lo que marcamos, leamos unas recientes declaraciones de Roberto Lavagna, insospechado de posiciones maximalistas, más bien todo lo contrario, casi, casi que lo ubicaríamos en el extremo centro: “la formula debe mantenerse unida en un contexto donde el Presidente pueda gobernar con todas las facultades y libertades inherentes a la función. Otra alternativa resultaría muy perniciosa, hasta peligrosa, para el destino del país y por ende para sus ciudadanos”.
Una vez más, en política lo que no es posible, es falso. No es posible que Alberto gobierne contra Cristina, su único y verdadero apoyo en votos y adhesiones.
El Presidente deberá mover las fichas, antes de que se las mueva la realidad.
Esto es: encontrar un tipo de cambio único y de equilibrio, algo así como un dólar único de $130. Para eso se requiere de un equipo compacto, coherente y con hoja de ruta y la vicepresidenta no es óbice para que ello ocurra. Devaluar sin plan sería una locura que nos acercaría al cadalso insoportable de la híper y al 60 % de pobreza.
Pero para el Presidente, ya pueden decir misa, que él sigue a lo suyo y le repite a los que lo visitan en Olivos, que todo se trata de llegar a marzo, cuando una nueva liquidación de granos en coincidencia posible con una campaña masiva de vacunación contra Covid-19, le devolverá la popularidad perdida. Es el plan pero no es un plan, en verdad es una ilusión.
En fin, suponer que todo está bien o que esto se arregla por algún tipo de albur, es realmente peligroso.
Hablando de Covid-19, Alberto Fernández prorrogó otros 15 días la cuarentena, con especial énfasis en 8 provincias. Mientras pronunciaba su alocución desde Misiones, el Presidente se dio cuenta de que dijo la palabra maldita: “cuarentena”.
Ipso facto se desdijo y agregó que ahora se trata de mantener distancia, usar barbijo y bañarse en gel. Cuando en realidad, con los números de contagios y muertes, la jugada pide estrechar al máximo los movimientos. Tal como pasa en buena parte de Europa, donde se ha llegado a implantar el toque de queda ante la segunda oleada del virus.
Pero eso no es homologable con la sociedad argentina, cansada de un encierro temprano y de una situación económica agobiante.
No todo es lo mismo
Por último, un merecido reconocimiento al experimento que algunos sectores han querido desprestigiar con el mote de populismo. Nos referimos al MAS boliviano y a su conductor en el exilio: Evo Morales.
En las elecciones del domingo pasado, el MAS arrasó en las urnas, alcanzando el 55,07% de los votos.
Ni toda la derecha junta hubiera podido con la candidatura de Luis Arce. Y esto no es una casualidad. El MAS con Evo a la cabeza representa el ciclo económico-político con diferencia más exitoso de la historia boliviana.
En su mandato todos los indicadores sociales y económicos fueron al alza. Disminución de la pobreza, caída de la mortalidad infantil, obra pública y vivienda, equilibrio fiscal, crecimiento del PBI (el más alto de la región) etc, etc… hablan a las claras de un gobierno que fue serio.
La combinación de dirigentes heterodoxos como Álvaro García Linera y ortodoxos como el propio Arce, todos ellos condensados por el propio Morales, habla a las claras de que no todas las experiencias populistas fueron iguales y que la insolencia de querer dar valor agregado al litio en suelo boliviano, prometen a nuestros hermanos andinos un venturoso porvenir.
Fuente Urgente24