La vicepresidenta marca en público las pautas que debe seguir el Gobierno: jubilaciones, precios, tarifas, salarios y sistema de salud. Primero pidió correcciones en el equipo y ahora ya reclama renuncias.Por Ignacio Miri
Primer aviso: Hay funcionarios que no funcionan. Segundo aviso: Los ministros que tengan miedo o no se animan vayan a buscar otro laburo. Cristina Kirchner parece decidida a cumplir los pasos que indica el protocolo que emplean los guardias de seguridad cuando detectan intrusos en el predio que custodian. Dos avisos a viva voz y, si no hay reacción del otro lado, gatillo.
En un evento organizado para destacar la “unidad” del Frente de Todos, luego de un encadenamiento de discursos que resaltaron la convivencia angelical en la alianza de gobierno y frente a una platea de funcionarios nacionales y bonaerenses, Cristina advirtió que esa unidad no fue lo más importante para ganar el Gobierno y consideró que ese papel primordial lo había cumplido la memoria popular sobre los dos años y medio del kirchnerismo en el poder.
¿Será que la vicepresidenta cree que la unidad del Frente de Todos ya no es un valor imprescindible que hay que defender a toda costa? ¿Sigue pensando la vicepresidenta en un futuro atado a sus socios de hoy o cree que hay sectores de la coalición que son un lastre más que un motor necesario para ganar elecciones? No es posible saberlo aún, pero sí se puede comprobar que, desde un tiempo, Cristina avisa y, si no tiene respuesta, dispara.
El ejemplo más reciente de esa decisión ocurrió cuando volteó en el Senado la fórmula de actualización jubilatoria que había propuesto el Presidente y en su discurso en La Plata preparó el terreno para dos advertencias más: pidió reformular por completo el sistema de salud y postuló que en 2021 las jubilaciones y los salarios tienen que subir al mismo ritmo que las tarifas de los servicios públicos y los precios de los productos. Si alguien en Ministerio de Economía seguía con la idea de recortar los subsidios, tendrá que saber que Cristina alberga otra idea en su corazón.
¿A quién puede estar dirigido ese tramo de su discurso? Su interlocutor fue Alberto Fernández, que la escuchaba en un taburete ubicado a su derecha. Luego de un plazo de gracia de un año, la vicepresidenta parece decidida a intervenir a cielo abierto en los aspectos claves de la gestión presidencial: si ve un funcionario que no funciona, lo señala, si cree que una medida está mal, la modifica, si considera que el Gobierno no tiene un rumbo para el año próximo, lo establece.
El andarivel por donde puede caminar el Frente de Todos quedó bastante expuesto: Cristina ya dijo los que piensa de los jueces, de la oposición, de los porteños, de los medios de comunicación, de los empresarios, de las jubilaciones, de los salarios, de las tarifas, de los precios y del sistema de salud. Los ministros, ministras, secretarios y secretarias que no se animen a pensar eso mismo, ya saben lo que tienen que hacer.
La vicepresidenta hace rato que le habla a los propios: les habla a sus votantes y también a los funcionarios del Gobierno. Sabe que allí esperan sus discursos con fervor y con temor y que lo que diga nunca será en vano.
Ella conoce bien ese impacto, y sabe también que en los próximos días la política se dedicará a hablar de renuncias y cambios en el Gabinete. No hay un político en toda la oposición que le haya pegado con tanta fuerza a los funcionarios de Alberto Fernández, pero de eso en la Casa Rosada prefieren no hablar. Hace tiempo que el Presidente optó por elogiar cada intervención pública de su compañera de fórmula, incluso las que lo tienen como blanco principal. En rigor, es la única opción posible que tiene en el menú.
Fuente Clarin