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El autor del atentado suicida, Anthony Quinn Warner, hizo estallar su autocaravana junto a un edificio de la telefónica AT&T y cerca de un centro de antenas de 5G. Por Pablo Pardo
Justo cuando EEUU sigue debatiendo el alcance de la mayor operación de espionaje online de la Historia, la debilidad de las infraestructuras electrónicas para resistir un ataque básico ha vuelto a quedar de manifiesto. Esta vez con la tecnología más pedestre. Y, acaso, con la ‘tecnofobia’ del autor como motivación. Una ‘tecnofobia’ propagada en redes sociales como Facebook y buscadores online como Google.
Así es como ha bastado un atentado que solo causó la muerte de la persona que lo llevó a cabo para paralizar el aeropuerto de Memphis, el mayor de Estados Unidos por tráfico de mercancías, y dejar a cientos de miles de personas sin acceso al servicio de emergencias telefónicas 911 (el equivalente del 112 de España), televisión, internet, y telefonía fija y móvil. Todo, con una sola bomba de fabricación casera en una autocaravana.
El autor se llamaba Anthony Quinn Warner, un técnico informático de 63 años, que se hizo saltar por los aires con su autocaravana el día de Navidad a las 6 y 29 de la mañana en el centro de la ciudad de Nashville, en Tennessee, la ciudad que para muchos estadounidenses de raza blanca ocupa el segundo lugar en su lista de ‘sitios de marcha’, solo por detrás de Nueva Orleáns.
Los motivos de la acción de Warner son un misterio. Pero, como afirmó ayer el director de la Oficina de Investigación de Tennessee, David Rauch, “parece que su intención no era matar, sino destruir”. La explosión solo causó heridas a tres personas gracias a que un mensaje de alerta pregrabado que la autocaravana emitió a través de un sistema de altavoces durante veinte minutos antes de la explosión. Pero el atentado dañó 41 edificios y destruyó totalmente uno.
De esos edificios, dos son clave. Uno es un centro de transmisiones de AT&T, la segunda mayor telefónica de Estados Unidos y propietaria de la antigua empresa de noticias y entretenimiento Time Warner. Warner, cuya intención de inmolarse parece fuera de toda duda razonable, aparcó su autocaravana en la acera contigua al edificio, y cerca del otro punto sensible: un centro de equipos y antenas de 5G, el nuevo sistema de telecomunicaciones que permite transmitir y descargar mucha mayor cantidad de información y a más velocidad que las redes actuales.
Así pues, fue un atentado suicida y, sin embargo, extremadamente cuidadoso a la hora de causar daños humanos. Sus motivos son un misterio. Pero las autoridades están “investigando seriamente” la posibilidad de que Warner actuara “con la paranoia del 5G como motivación”, según la televisión local de Nashville WKRN.
Esa “paranoia” ya ha desatado una oleada de ataques y actos vandálicos en EEUU y en Europa contra las redes de 5G, y se basa en rumores online que tienden a coincidir con la cultura de cada sitio. En Europa predomina la idea de que el 5G propaga el coronavirus y causa enfermedades, entre ellas cáncer; en EEUU, de ser un instrumento del Estado para espiar a los ciudadanos.
El resultado es el mismo: antenas quemadas y destruidas y amenazas de muerte y agresiones a trabajadores que instalan estos sistemas. Solo entre enero y abril, hubo 61 actos vandálicos contra antenas en Gran Bretaña y 16 en Países Bajos. En Tennessee, donde está Nashville, cinco torres de 5G fueron destruidas en marzo, en una serie de ataques que causaron medio millón de dólares (410.000 euros) en daños.
La posibilidad de que Warner, debido a su formación profesional, creyera estas teorías es, así pues, plausible. Pero, por ahora, se trata solo de una posibilidad. El terrorista no tenía presencia en redes sociales, y su ideología política o religiosa era un misterio. Las informaciones de la prensa local de Memphis apuntan a una persona introvertida, que vivió hasta avanzada edad con sus padres -algo extremadamente inusual en EEUU- y a la que no se le conocían amigos, aunque muy profesional en todos sus trabajos.
Eso sí, en su biografía hay partes extrañas, en especial la donación de dos casas a una mujer llamada Michelle Swing, que vivió en el pasado en Tennessee pero que ahora reside en Los Ángeles, a miles de kilómetros de Nashville. Los motivos de esa operación se desconocen.
Fuente El Mundo.es
