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Primero fue uno que complicó la tarea y dejó un gusto amargo. El segundo los dejó sin agua en la escuela técnica. Después, tres robos más en las vísperas de Navidad y una pérdida que complica la tarea de una asociación que asiste a 650 familias vulneradas del sur del Gran Buenos Aires.
El 4 de diciembre en el Emaüs de Ministro Rivadavia se encontraron con la falta de las baterías de dos camiones de los que denominan “la trapería”. Un sector en el que viven 10 personas en situación de calle que trabajan en comunidad. Esos camiones -explica María Cristina de Urquiza, directora de la Casa del Niño de Emaüs- se utilizan para el reparto y venta de materiales reciclables y para recolectar las donaciones.
Pasaron unos días hasta que pudieron reponerse del golpe. Pero lejos de ser hechos aislados, la semana de Navidad los ladrones volvieron a la carga: entre el sábado 19 y el jueves 24.
“Laburamos como perros este año para poder llegar a todas las familias y pasa esto. Nos angustia muchísimo porque sabemos que tiene que ser alguien que conoce el lugar, que sabe dónde puede haber cosas. Tampoco sería difícil para la Policía custodiar un lugar, que está frente a la plaza central del pueblo. Hicimos todas las denuncias pero igual no se pudo hacer nada para evitarlo”, agrega.
Las bombas de agua fue el botín de uno de los ataques. Foto: Luciano Thieberger.
El hogar, que asiste a 650 familias, sufrió cinco robos en la semana de Navidad. Se trata de la asociación civil Emaüs, que tiene un jardín de infantes, una guardería, un comedor y un hogar de adultos en situación de calle. Desde el 20 de marzo las actividades están cerradas por la prevención del Covid 19 pero asisten con bolsones de comida a las 650 familias de los alumnos. Además, los viernes funciona un comedor al que asisten vecinos del barrio. Se sostienen gracias a donaciones y a la venta de descartes reciclables.
Entre el domingo y el jueves 24 de diciembre les robaron todos los días. Los hechos fueron de madrugada y en el centro de la localidad. Las autoridades hicieron las denuncias en la Comisaría de Longchamps pero de nada sirvió.
El domingo 20 entraron a la sede del Instituto Técnico de Emaüs, en el que 120 chicos hacen el colegio secundario con orientación en Construcción y que por la pandemia prácticamente no pudieron asistir a clases presenciales. Se llevaron la bomba de agua y las herramientas que usan para aprender.
Al día siguiente regresaron, como si se tratara de una especie de juego o como si las manos no hubieran sido suficientes para cargar el botín. El 21 de diciembre se llevaron la bomba de agua de la Casa del Niño, un lugar donde funciona el jardín de infantes, una guardería y donde los chicos reciben atención de psicopedagógica para acompañarlos en el crecimiento.
Como las clases estuvieron suspendidas, ahí mismo las familias asisten cada viernes para recibir un bolsón de comida que las ayude a sostener la crisis, en una zona rural rodeada por barrios vulnerados.
Una de las puertas de acceso fue destrozada por los delincuentes. Cristina hizo reiteradas denuncias. Foto: Luciano Thieberger.
Lejos de detenerse, al día siguiente volvieron: esta vez irrumpieron en un Salón de Usos Múltiples (SUM) en el que funciona un comedor una vez por semana. De ahí se robaron carretillas, herramientas de trabajo y lo que encontraron cerca. En la víspera de Nochebuena regresaron, esta vez al jardín de infantes, donde rompieron una puerta y destrozaron lo que encontraron.
Se llevaron cuatro guitarras, un equipo de sonido y un micrófono que los chicos usan para aprender a tocar o en actos escolares. Hasta los dejaron sin la máquina de cortar fiambres que usaban hacía más de 20 años para hacer las viandas.
María Cristina va perdiendo la voz. Se le confunden las fechas y la llama “la semana trágica” porque el golpe que significa para la asociación será difícil de resolver. “Vos imaginate lo que es en este momento, en el que la única manera de trabajar es extremando las medidas de higiene, no tener agua porque se robaron las bombas”, ejemplifica.
Las baterías de los camiones también desaparecieron. Foto: Luciano Thieberger.
Para ellos, reponerse de las pérdidas será mucho más complicado que otros años. Precisamente en un momento en el que las necesidades crecen en los barrios más relegados.
“En Navidad entregamos un regalo para todos los chicos. Todos se llevaron su bolsita. Nosotros lavamos, arreglamos, armamos cada uno de esos paquetes -cierra María Cristina- Adentro pusimos una tarjetita: resistir con esperanza. Y eso es lo que tenemos que hacer nosotros ahora”.
GL
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