NahuelGallotta
Hay crímenes que necesitan de las casualidades. O del destino. Un asesino anda por una calle cualquiera y unavíctima se cruza en su camino. Puede ser cualquier persona. Pero el azar, o lo que fuera, es el que decideo quiere que sea una persona X. Una puntual. Con un nombre, una familia, una historia.
El 3 de diciembre de 1912, Cayetano Santos Godino, alias El Petiso Orejudo, de 16años, caminaba por la calle El Progreso, de ParquePatricios. A la altura de lo que hoy es Cátulo Castillo 2581, un nene de 3 años llamado JesualdoGiordanosalió a la vereda del conventillo en el que vivía con su familia.
Nadie imaginaba lo que estaba por ocurrir. Ni que se recordaría 108 años después. El primer asesinoserial argentino estaba a segundos de volver a hacer lo que más amaba, lo que no podía dejar de hacer. Porúltima vez.
Hacía pocos meses que El Petiso Orejudo, llamado así por sus rasgos físicos, había vuelto albarrio, luego de pasar cerca de tres años en un instituto de menores de la localidad de Marcos Paz.
“¿Querés que te compre caramelos?”. Fue el engaño parallevarse a su víctima.
A partir de allí, caminando con el nene de la mano, cruzó lo que hoy es la avenida Jujuy. Frenó en elcomercio de la esquina y cumplió con su promesa. Y siguió por Cátulo Castillo de contramano. La calle, ElProgreso en aquel entonces, ahora está adoquinada.
En las paredes se leen pintadas de Huracán y carteles de vecinos que buscan el rebusque desde la suspensiónde clases del Instituto Félix Bernasconi, ubicado en la próxima esquina: “Se limpian autos”, se leeen un mini almacén; “Se venden helados, cervezas, gaseosas”, anuncian las hojas escritas de un localque en el mundo de antes era una librería.
“Barbijos” y “arreglos de ropa” se ofrecen en una casa con pinta de haber funcionado comokiosco. Los cien metros son un reflejo de lo que es el barrio en la actualidad. O, mejor dicho, de lo que esla Ciudad: conviven un edificio inteligente, casas chorizo, un conventillo, chalés, dúplex, una propiedad conaspecto de abandono. Todo en la misma cuadra. De las mismas veredas.
Al llegar a la esquina de Catamarca, doblaron a la izquierda. En aquel entonces, en lugar de untradicional colegio, había una quinta. El lugar pertenecía a la familia del renombrado peritoFrancisco Pascasio Moreno.
El Petiso Orejudo ingresó al predio, de la misma manera que ahora mismo un cartonero lo hace pararevisar los tachos de basura del inmueble. No se sabe si sacó de sus bolsillos un hilo de albañil, o si loencontró en el lugar. Lo concreto es que comenzó a ahorcar al nene. Como no pudo matarlo,caminó hasta Catamarca y se puso a buscar una piedra. Tenía un clavo y quería clavárselo a la altura de lasien hasta matarlo.
La cárcel de Ushuaia, donde murió en 1944. Hoy funciona como
museo, y hay puestos turísticos que ofrecen labiografía de Santos Godino. A. GRAL. DE LA NACIÓN
La celda de Santos Godino. Se dice que era odiado por los otros detenidos. ARCHIVO GENERAL DE LANACIÓN
Justo en la esquina por la que ahora pasa el colectivo 134, un hombre se le acercó. La pregunta fue:“Joven, ¿por alguna casualidad vio a un chico de su edad con un nene de tres años?”. La informaciónle había llegado por otra nena del conventillo, que los vio salir juntos.
“No vi a nadie”, replicó Godino, frío como todo asesino, y le sugirió caminar porCatamarca hasta Caseros, donde funcionaba la comisaría 34°. El que preguntó, y caminó desesperado hasta laavenida, era el papá del nene.El Petiso Orejudo volvió al lugar de antes. Su víctima seguía allí.
Otra vez en el predio donde hoy estudian cerca de 2.500 estudiantes, y frente al lugar donde más adelante seconstruiría la maternidad Sardá (uno de los lugares donde nacen más argentinos), mató a la que sería su últimavíctima. Antes de abandonar el lugar, lo tapó con chapas. Y se fue a su casa de General Urquiza 1970, siempreen Parque Patricios.
A la noche, regresó al conventillo de El Progreso. Allí, donde ahora se pueden encontrar cinco casas conestacionamiento propio, tipo dúplex, se realizaba el velatorio del nene. El Petiso necesitabachequear si su víctima había muerto.
Como todo crimen histórico, un pequeño descuido lo iba a llevar a un instituto de menores: la nena quelo había visto salir con su víctima, y que le había advertido al papá del nene que un adolescente se habíaido con su hijo, lo reconoció en el velatorio. Más tarde, la Policía allanaría su casa de lacalle Urquiza, y lo llevaría detenido. Pero faltaban más cosas para el final de la historia.