Fue la primera vitamina descubierta dentro del complejo de vitaminas B. Su intervención es tan importante, que de existir una carencia de la vitamina B1 o tiamina, las consecuencias podrían verse reflejadas en diversos aspectos del organismo, como por ejemplo: falta de apetito, depresión, irritabilidad psíquica, constipación, fatiga constante, y adormecimiento de piernas debido a la disminución de la presión arterial y de la temperatura del cuerpo.
Además, su déficit en el organismo puede provocar la aparición de Beriberi, una enfermedad que se caracteriza por presentar debilidad muscular e inflamación del corazón.
Sus funciones:
Colabora en la transformación de los alimentos en energía.
Beneficia la absorción de glucosa por parte del cerebro, permitiendo que éste funcione correctamente.
Protege la vista previniendo enfermedades como el glaucoma.
Indispensable para el crecimiento y el cuidado de la piel.
Fundamental para el buen funcionamiento del sistema nervioso.
Interviene en casos de cansancio físico, irritabilidad, falta de concentración, pérdida de memoria y depresión.
Fuentes naturales:
Carnes (en especial la carne de cerdo y el hígado de ternera).
Lácteos.
Yema de huevo.
Frutos secos.
Cereales integrales.
Levadura de cerveza.
Consejos en la cocina:
No congelar los alimentos que contengan vitamina B1 por períodos prolongados (por ejemplo 12 meses), ya que pueden perder entre un 20 y 60 por ciento el contenido de la misma.
Para favorecer la absorción de tiamina, es clave la ingesta de vitamina C y de las otras vitaminas del grupo B.
Evitar el consumo de té, café o vino durante o después de las comidas, ya que los taninos presentes en estas bebidas inhiben su absorción.
Cuidar el tiempo de cocción, hervor y lavado de los alimentos fuente de tiamina, dado que al ser una vitamina hidrosoluble, su presencia puede verse reducida.
at Redacción Mía