Mohammed al Fayed es un poderoso multimillonario egipcio que siempre se destacó por sus negocios, entre ellos los hoteles Ritz y las tiendas Harrods. Pero cobró mayor notoriedad pública cuando su hijo Dodi se convirtió en pareja de Diana, princesa de Gales.
Dodi, a quien su padre adoraba, era el heredero del emporio. Su madre era la escritora y editora Samira Khashoggi, hermana del famoso vendedor de armas Adnan Khashoggi.
Al Fayed, un sunnita nacido en Alejandría, se había separado de Samira y a mediados de la década del 80 se casó con la modelo finlandesa Heini Wathén, con la que tuvo cuatro hijos.
Mohammed Al Fayed, el multimillonario egipcio dueño del Ritz y de las tiendas Harrods (AP)
El magnate tenía una profundo amor por su hijo Dodi, su predilecto. Su trágica muerte junto a Lady Di en el puente de París alteró profundamente a Al Fayed y despertó en él un odio vengativo contra la monarquía y los servicios de inteligencia británicos, a quienes culpaba de haber desencadenado el accidente automovilístico.
Dolido, colérico, elucubró una serie de teorías sobre lo ocurrido ese 31 de agosto de 1997 en las cuales, básicamente, sostenía que Lady Di estaba embarazada de Dodi y que pretendían casarse, algo que la monarquía británica no estaba dispuesta a aceptar.
La primera denuncia pública
En julio de 1998 el magnate egipcio envió una carta a los miembros del Parlamento británico donde planteaba un crimen encubierto. “No fue un accidente. En lo profundo de mi corazón estoy convencido de ello. La verdad no podrá permanecer oculta por siempre”, decía.
Lady Di mirando por la ventanilla trasera del Mercedes en el que viajaba con Dodi al Fayed de madrugada el 31 de agosto de 1997 momentos antes del accidente. (EFE)
Cuando se inició el juicio por la muerte de Lady Di, en 2007, Al Fayed fue tajante. “Soy un padre que ha perdido a su hijo. He luchado durante diez años, al final quiero que se haga justicia. Estoy seguro de lo que pasó. Yo sé que fueron asesinados“.
El escritor galés Gordon Thomas cuenta la particular historia de la investigación de Al Fayed en su libro sobre el “Mossad” israelí, y da detalles jugosos sobre todo el proceso que obsesionó al empresario, haciéndole gastar enormes cantidades de dinero.
El planteo de Al Fayed, cuenta Thomas, era que había habido un complot para eliminar a Diana y a Dodi. “Sostenía que habían actuado el MI5 y el MI6, en colaboración con la inteligencia francesa”.
El motivo detrás de todo esto, para el multimillonario, era el racismo de la Corona británica. No querían, afirmaba, que Diana se casara con un musulmán y que el futuro rey de Inglaterra (hijo de Diana) tuviera a un árabe como padrastro y a otro como abuelo.
Una foto presentada como prueba durante el juicio por la muerte de Lady Di. (AP)
“El establishment habría hecho cualquier cosa para acabar con la relación de mi hijo con la única mujer a la que amó”, según un textual que Al Fayed le dijo a Thomas.
Primero contrató a un ex detective de Scotland Yard llamado John MacNamara. Como no funcionó empezó a escalar y buscó a un experto en inteligencia, el israelí Ari ben Menashe, que había trabajado con el primer ministro Yitzahak Shamir.
Menashe era un experto que tenía una compañía de seguridad donde brindaba servicios de protección a grandes empresas e industrias.
Conocía a todo el mundillo de la inteligencia, los engranajes del tráfico de armas y los movimientos de políticos europeos. Al Fayed firmó con él un contrato por 700.000 dólares.
El accidente y el misterioso chofer
El Mercedes que se estrelló contra uno de los pilares de cemento reforzado del túnel ubicado bajo la Place de L’Alme, en París, llevaba a Diana, a su novio Dodi y era conducido por Henri Paul, el jefe de seguridad del Ritz. Murieron los tres.
Paul había integrado la Fuerza Aérea francesa y desde 1976 era un fiel empleado de la familia Fayed en el hotel. Le gusta estar rodeado de celebridades y tenía vínculos con los papparazi que buscaban fotos de famosos.
Amaba los autos, las motos y el alcohol. De hecho las pericias determinaron que había bebido antes del accidente. El vehículo se estrelló a 105 km por hora, tratando de huir de los fotógrafos que perturbaban permanentemente a Lady Di.
Al parecer Paul colaboraba para los servicios de inteligencia franceses. Y el Mossad pretendía también captarlo por su cercanía con las personalidades que se alojaban en el Ritz.
El informe secreto de la NSA
Al Fayed tuvo en cuenta todo esto y, especialmente, algo que había llegado a sus oídos: un informe secreto de los servicios estadounidenses sobre el seguimiento telefónico a Lady Di y Dodi.
El dato que recibió el Al Fayed señalaba que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), de EE.UU., había elaborado un informe de mil páginas sobre la pareja, gracias a la vigilancia del ECHELON, el controvertido sistema de seguridad que permitía interceptar y decodificar comunicaciones al instante.
Tenían grabada la última conversación entre Diana y Dodi. Ese diálogo se había producido en el yate Jonikal, dos días antes de la muerte, cuando navegaban por Cerdeña.
Allí ambos hablaban de casarse, lo que había puesto en alerta a los servicios británicos. También mostraba a Diana muy afectada por el seguimiento de los papparazi. Por eso quiso volver a París.
Al Fayed estaba dispuesto a conseguir ese informe y lo enarbolaba como argumento que sostenía su teoría del supuesto crimen. Le insistía a Ari ben Menashe para que obtuviera una copia.
Como Menashe no pudo avanzar con la teoría conspirativa, decidió cambiar de hombre y contrató a Richard Tominson, un ex oficial del MI6, el servicio británico de inteligencia exterior, que había sido despedido por problemas emocionales.
Tominson, que había caído en desgracia en el ámbito de los espías, “alentó la versión de que era una conspiración del MI6 y que Paul era un agente de ese organismo”, cuenta Thomas.
Una de las teorías que se manejaban en ese ámbito es que en el caso de Diana y Dodi los espías utilizaron un plan que habían previsto para asesinar a otro personaje, según Thomas, y que permitía disimularlo como accidente.
Consistía en utilizar un laser que distrajera al chofer en un momento clave y frente a un circuito que favoreciera el choque. De hecho en el puente donde murieron ambos hubo varios hechos similares.
El derrumbe de la teoría conspirativa
Pese al dinero gastado y los espías contratados, la investigación de Al Fayed no dio los frutos esperados. Se trabó permanentemente y ninguno encontró pruebas concretas que confirmaran las hipótesis del magnate egipcio.
Hubo dos investigaciones oficiales paralelas sobre el accidente de Diana, y en gran parte motorizadas por las conjeturas de Al Fayed.
La Casa Real británica no estaba dispuesta a dejar pasar las acusaciones del multimillonario y le encargó una minuciosa investigación a Scotland Yard que duró dos años. La segunda la realizó la justicia francesa, dado que el hecho ocurrió en su territorio.
Ambos informes coincidieron en que fue un accidente fortuito y que “no hubo conspiración para asesinar a ninguno de los ocupantes del vehículo”.
El accidente, aseguran, fue causado por el exceso de velocidad y el estado de embriaguez del conductor, Henri Paul.
“El conductor del coche estaba en estado ebrio y bajo el efecto de medicamentos incompatibles con alcohol. No estaba en posición de mantener el control del vehículo”, fue la conclusión del juez francés Hervé Stephan.
Con el tiempo Al Fayed se resignó y dejó de lado sus teorías. Ahora tiene 91 años y vive en Ginebra, con su familia.