Por Lucia Riera Bosqued
Los libaneses desatan su furia contra el Gobierno. Cuatro días de incendios y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en la ciudad norteña de Trípoli terminaron con la muerte de un manifestante y más de 300 heridos el jueves.
Decenas de personas lanzaron piedras, petardos y cócteles molotov a los agentes, que respondieron primero con gases lacrimógenos y luego con munición real. Incendiaron coches y un histórico edificio municipal rodeado por comercios que permanecían abiertos como desafío a las medidas del Gobierno.
Protestan contra el confinamiento total y el severo toque de queda que estarán en vigor hasta el 8 de febrero y que han deteriorado aún más la maltrecha situación económica del país.
Líbano, con casi 5 millones de habitantes y más de un millón de refugiados, hace frente a la peor crisis de su historia con un Gobierno provisional al frente. En Trípoli, su segunda ciudad más grande y también más empobrecida, ya antes de la crisis de la pandemia casi toda la población activa vivía al día.