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Los juicios de destitución de presidentes estadounidenses son poco frecuentes. Son casi por definición graves y serios.
Pero el proceso contra el expresidente Donald Trump fue probablemente el primero en incluir una advertencia a los padres por la violencia gráfica.
Al comenzar la presentación del miércoles, que incluyó un video nunca antes visto del asalto del 6 de enero en el Capitolio, la representante Jamie Raskin, principal encargada del juicio político en la Cámara de Representantes, comenzó con una advertencia: “Instamos a los padres y a los profesores a que revisen de cerca lo que los jóvenes están viendo aquí, y por favor, véanlo con ellos si les permiten verlo”.
Los demócratas construyeron su caso contra el ex presidente Donald J. Trump con tuits, titulares e imágenes de sus discursos y de los disturbios en el Capitolio. Televisión del Senado, vía Associated Press
Las escalofriantes imágenes no fueron mucho más fáciles para los adultos, para cualquiera, en realidad, que quiera creer que Estados Unidos es una democracia segura y estable.
Fue horrible, pero también fue terriblemente necesario.
En una presentación brutal y hábilmente editada, los directores presentaron el ataque a la certificación de las elecciones como una película de terror pseudo-documental.
A veces el horror estaba en ver lo horrible y despiadado que fue el día.
Las imágenes de las cámaras de seguridad y corporales mostraban a los agentes de policía que defendían el edificio participando en lo que podrían haber sido escenas de asedio de “Juego de Tronos”: una violencia espeluznante, de gritos, íntima.
En las llamadas de emergencia, los agentes pedían apoyo a gritos. “¡Hemos sido sobrepasados!” “¡La multitud está usando municiones contra nosotros!” “¡Múltiples heridos en el Capitolio!”
A veces el horror estaba en ver lo mucho peor que podría haber sido.
Las nuevas imágenes de las cámaras de seguridad mostraron a Eugene Goodman, el agente de la Policía del Capitolio aclamado por su heroísmo durante el asalto, corriendo por un pasillo y haciendo regresar al senador Mitt Romney -un abierto crítico de Trump y plausible objetivo de la turba- para que no caminara por un pasillo hacia los atacantes.
Otro vídeo silencioso: El ex vicepresidente Mike Pence es llevado escaleras abajo con su familia, mientras nos recuerdan que los miembros de la turba habían coreado su muerte.
Otro: Los empleados de la presidenta de la cámara de representantes, Nancy Pelosi se apresuran a atrincherarse en un despacho; minutos después el pasillo se llena de atacantes, uno de los cuales intenta derribar la puerta antes de rendirse.
En todo momento, un gráfico en pantalla mostraba a la turba como un punto rojo que se acercaba al corazón del Capitolio. Una y otra vez, puede que hayamos estado a un tris, a una pizca, a un paso, de una masacre.
Vimos el ataque el día que ocurrió, por supuesto. Vimos más en los días posteriores. Pero nunca lo habíamos visto de forma tan completa, tan arrolladora.
Lo que los gestores del impeachment reunieron no fue simplemente un diluvio de clips impactantes. Era una narración compleja y editada que nos trasladaba de un punto de vista a otro: Trump, la multitud, la policía, los legisladores y el personal que huían.
Los argumentos, que duraron todo el día, también tuvieron una estructura dramática, que incluía pausas de suspenso cuando la sesión entraba en receso.
La diputada Madeleine Dean concluyó el segmento de la tarde con la imagen de los miembros de la turba golpeando la puerta de la cámara; la siguiente sección estuvo marcada por la visión y el sonido de un agente gritando aplastado en una puerta.
Pero también hubo un arco más amplio, en serie, que expuso, a lo largo de meses, la acusación de que Trump había cebado a sus seguidores para que creyeran que podía perder las elecciones sólo si estaban arregladas; que animó a la violencia en su nombre; que publicitó el mitin del 6 de enero y apuntó a políticos -incluido su propio vicepresidente- en una serie de tuits cada vez más furiosos.
Todo ello fue un esfuerzo por utilizar las herramientas de la televisión -imágenes, emoción, montaje- para construir un caso contra un presidente hecho por y obsesionado por la televisión.
Al fin y al cabo, los responsables necesitan argumentar no sólo que el atentado del 6 de enero fue horrible, sino que Trump lo incitó.
Y sus colaboradores han hablado de cómo tiene la costumbre de exponer sus deseos entre líneas.
Su ex abogado Michael Cohen ha declarado que Trump “habla en clave” cuando da órdenes.
Una de las cosas que hace que el montaje sea un recurso visual tan poderoso es su capacidad para establecer este tipo de conexiones no literales entre las palabras que dice un orador y el mensaje que escucha su audiencia.
Así, el vídeo cambió de punto de vista como en una película de suspenso.
Estábamos con Trump en el podio mientras instaba a sus seguidores a marchar hacia el Capitolio.
Luego vimos sus palabras desde un vídeo grabado a mano entre la multitud, donde la gente gritaba: “¡Tomemos el Capitolio!”.
Lo vimos de cerca, instando a la multitud a “luchar como un demonio”, y luego vimos a las turbas abrumando e insultando a la policía.
Un tuit del 6 de enero de Trump atacando a Pence aparece junto a un vídeo en las redes sociales de alguien en los disturbios con un megáfono, anunciando ese mismo tuit.
Por supuesto, esta narración no sólo tuvo una audiencia televisiva; también hubo 100 senadores, que eran tanto jurados en el juicio como víctimas en la historia.
No pudimos ver su respuesta debido al acuerdo de que no se permitiera que las cámaras los mostraran durante el proceso.
Si los senadores estaban haciendo caso omiso de las pruebas (la CNN informó de que algunos estaban leyendo libros durante la presentación), no querían que se les viera en televisión haciéndolo.
Pero un clip de vídeo anterior al martes pareció poner nerviosos a los abogados del ex presidente.
En lugar de rebatirlo, lo atacaron como una manipulación.
“No necesitan mostrarte películas para demostrarte que el motín ocurrió aquí”, dijo el abogado defensor David Schoen.
Otro indicio del poder de los vídeos: la cadena conservadora Fox Newscortó la presentación del miércoles.
Todo esto ha sido un material potente para la televisión, incluyendo el tipo de blasfemias que podrían meter a un drama en horario de máxima audiencia en problemas con la Comisión Federal de Comunicaciones. (Las cadenas ponen etiquetas de contenido explícito en los vídeos).
Era difícil de ver; no culparía a nadie por ver esta desgarradora presentación tapándose los ojos.
Pero, en última instancia, se trataba de la vida real, no de una película. Y debemos estar dispuestos a verla con incómodos detalles si no queremos vivir la secuela.
c.2021 The New York Times Company
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