Con la inauguración del periodo de sesiones ordinarias a cargo del presidente Fernández empieza la cuenta regresiva del cierre de listas y el inicio de la campaña electoral. Juntos por el Cambio aseguró la unidad pero no logra encontrar la receta para volver a ganar las elecciones. Las incógnitas.
A fines de febrero del año pasado no pocos integrantes de la dirigencia de Juntos por el Cambio dudaban de la continuidad de la coalición tal como lo conformaron en 2015 Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Sanz. Pronosticaban rupturas en los bloques legislativos en el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense. Comenzaba a aflorar la grieta entre “halcones” y “palomas”. Se decía que el ala más moderada de JxC miraba con simpatía el perfil supuestamente “moderado” del presidente Alberto Fernández.
Los ideólogos de esa movida eran Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, Martín Lousteau y Nicolás Massot. Soñaban con un cambio abrupto en el escenario político nacional que dejara al presidente y la mayoría de los gobernadores cerca del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, una alianza extravagante entre las “palomas” de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos, dejando fuera a los duros del macrismo y del cristinismo. En la Casa Rosada algunos allegados a Alberto también comenzaron a entusiasmarse con una estrategia que además era empujada por el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
Concretamente, el ex intendente de Tigre impulsó la conformación del interbloque filo oficialista del mendocino José Luís Ramón como una especie de portaaviones donde pudieran aterrizar diputados enrolados en el grupo moderado sin que se percibiera como una “borocotización”. Pero ni siquiera el romance inicial de la cuarentena entre Fernández y Rodríguez Larreta pudieron influir en la fractura de la principal coalición opositora. Sólo se sumaron a los “ramones” tres diputados cercanos al PRO: Antonio Carambia, Pablo Ansaloni y la tucumana Beatriz Ávila. Sólo hubo una escisión en la Cámara de Diputados bonaerense donde el monzoismo y legisladores cercanos al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, armaron su propio bloque. La avanzada terminó con gusto a poco y muy cerca del fracaso.
Si bien hubo un esfuerzo notable de los líderes de las agrupaciones que componen Juntos por el Cambio para sostener la unidad, lo cierto es que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ayudó mucho a evitar la fractura a medida que fue empujando a Fernández a la radicalización de su gobierno. Desde el frustrado intento de expropiar Vicentín, los “halcones” comenzaron a imponer su agenda y demostraron que no había espacio para aventuras moderadas con el albertismo. El endurecimiento de la administración del Frente de Todos sigue siendo el elemento más unificador de la oposición, sobre todo porque lo reclama su electorado por el pánico que le generan las recetas kirchneristas.
Frustrada la dispersión, en JxC siguen sin encontrar una receta para volver al triunfo en las legislativas de este año. En privado la mayoría de los dirigentes de primera o segunda línea reconocen que, de no mediar una catástrofe, se encaminan a una derrota en la provincia de Buenos Aires. “Si ellos van con una sola boleta hoy no tenemos forma de ganarle”, coinciden en coro. Y saben que, a su pesar, el resultado en el principal distrito del país condiciona la lectura de las elecciones de medio término. O acaso alguien recuerda que pasó en otras provincias en 2005 cuando Cristina le ganó a Chiche Duhalde. Lo mismo se puede afirmar con los triunfos de Francisco De Narváez sobre Néstor Kirchner en 2009 o el de Sergio Massa en 2013.
Territorios
Es muy probable que la oferta cambiemita se imponga en Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y hasta en Entre Ríos, pero lo que importa es el resultado del padrón bonaerense. Si Esteban Bullrich no le ganaba a CFK en 2017 el ex presidente Mauricio Macri no hubiera sido coronado como el triunfador de esas legislativas. Por eso la mirada de la dirigencia de JxC apunta al distrito que hoy gobierna Axel Kicillof. Y, por ahora, todo está en veremos, a pesar de que muchos consideran que luego del discurso presidencial de la inauguración de las sesiones ordinarias empieza en serio la cuenta regresiva al cierre de listas y a la campaña electoral.
Todo parece indicar que el armado electoral en la provincia de Buenos Aires está supeditado a varios escollos que se presentan en el firmamento opositor. En primer lugar, cómo funcionará la mesa de negociaciones con Macri, Rodríguez Larreta, Carrió y un radicalismo que exhibe más indefiniciones que certezas. Según sus voceros más próximos, el ex presidente quiere influir y mucho en la definición de los candidatos en los grandes distritos, haya o no primarias. El mandatario porteño también pretende lo mismo para consolidar sus pretensiones presidenciales.
Hasta el momento hay dos figuras que, por diferentes motivos, bloquean cualquier escenario de conformidad de todos: María Eugenia Vidal y Patricia Bullrich. Vidal es la única que garantiza con su eventual candidatura bonaerense el consenso. El problema es que se sigue mostrando renuente a volver a recorrer ese territorio con serias chances de sufrir una nueva derrota. Quienes conversan seguido con ella creen que en este turno electoral preferiría pegar el faltazo y esperar al 23. “No puede darse el lujo de sufrir dos derrotas consecutivas”, sostienen algunos de sus allegados, aunque otros le escucharon decir que va a depender del volumen de votos que le pronostiquen los sondeos porque el oficialismo no va a repetir la misma performance que en 2019. Claro que la gran incógnita es si para el electorado la ex gobernadora vuelve a ser atractiva. Algunas encuestas no la favorecen.
Pero Rodríguez Larreta tiene una dualidad: la necesita encabezando la boleta para descomprimir la interna y no tener que desprenderse de su vice y mano derecha, Diego Santilli. En la sede gubernamental de la calle Uspallata aseguran que el Colorado es el único dirigente que mide y tiene chances de crecer, para algunos incluso mejor que Vidal, pero su ausencia en los dos últimos años de gestión porteña es un serio problema. El larretismo no tiene forma de reemplazarlo y encima si tiene que cruzar la Avenida General Paz es probable que los intendentes del PRO, con Jorge Macri a la cabeza le pidan ir a una primaria.
Al mismo tiempo en la “mesa chica” de Rodríguez Larreta hay quienes sostienen que Vidal debe presentarse esta vez en la Capital para frenar la avanzada de Bullrich que tanto los inquieta. No sólo se sienten incómodos con el discurso duro e inclinado más a la derecha de la ex ministra de Seguridad, sino que además temen que, si finalmente es candidata, gane con tanta contundencia que al día siguiente se anote como candidata presidencial. Por eso sueñan con bloquear su postulación con la ex gobernadora o el ministro de Salud, Fernán Quirós. Los larretistas, más que su jefe, recelan del escenario de Martín Lousteau como sucesor en el gobierno porteño y cruzan los dedos esperando que sea Vidal la que mantenga la hegemonía PRO.
Ahí aparece otro escenario de tensión e incertidumbre. Rodríguez Larreta sabe que, si no llega a un acuerdo con Lousteau, este puede amenazarlo con una candidatura presidencial para definir en las PASO, aunque también tiene la presión de su entorno respecto a que un eventual desembarco radical en la Capital los dejaría afuera de los resortes del poder en una estructura gubernamental que vienen controlando desde 2007. Su futuro dependería de un triunfo de su jefe que lo lleve a la Casa Rosada. Y como si esto fuera poco, gran parte de estos interrogantes pueden empezar a definirse el domingo 21 de marzo cuando se conozca el resultado de las internas de la UCR de la provincia de Buenos Aires.
No es casual que Rodríguez Larreta, Vidal, Carrió, y la mayoría de la dirigencia nacional de la Unión Cívica Radical apuesten por Maximiliano Abad, el candidato de Daniel Salvador. Temen que un eventual triunfo de Posse empodere a Lousteau como para patear el tablero y armar una coalición diferente a JxC en alianza con Monzó, Horacio Lifschitz, el intendente de Rosario, Pablo Javkin, Margarita Stolbizer. Si el oficialismo de la UCR bonaerense llega a ser derrotado se va a producir un terremoto en el seno de ese partido y con impacto en toda la coalición. Todo parece indicar que nada será sencillo para la alianza opositora, pese al mal momento político que vive el gobierno del Frente de Todos y sus serios problemas de gestión.
Fuente MDZ