Decidido a sacar de la agenda pública el escándalo por el Vacunatorio VIP, el presidente Alberto Fernández encadenó en su discurso ante la Asamblea Legislativa una serie de anuncios y descalificaciones al Poder Judicial destinados a provocar la reacción de la oposición.
Como era de esperarse, esa respuesta llegó, pero también ocurrió que el ala más dura del Frente de Todos tomó las palabras del Presidente como una invitación a agudizar su crítica a la Justicia, sobre todo a los jueces que investigan los casos de corrupción ocurridos durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
El senador Oscar Parrilli se enteró por boca de un periodista que lo entrevistaba que el Presidente quería que se constituya una comisión bicameral en el Congreso para investigar la actuación de los jueces y salió a celebrar gozoso la iniciativa. Es prácticamente imposible que una comisión como esa se constituya con la conformación que tiene hoy la Cámara de Diputados, pero esa dimensión de lo real no parece importar demasiado para los habitantes de la Casa Rosada.
Graciana Peñafort, una de las abogadas preferidas de Cristina Kirchner y directora general de Asuntos Jurídicos del Senado de la Nación dijo que “el control del Poder Judicial por parte del Congreso está dentro de la distribución de competencias”. Algo similar sostuvo Andrés Larroque, ministro de Axel Kicillof.
Está claro que ninguna de esas iniciativas está destinada a mejorar la administración de Justicia en un país que tiene a una porción enorme de la población con graves problemas para acceder a los tribunales y que sufre inaceptables demoras en la resolución de causas, por citar sólo dos de los problemas reales del Poder Judicial. Esos proyectos buscan resolver la situación de algunas decenas de ex funcionarios y de empresarios que se beneficiaron con su cercanía al kirchnerismo.
Si bien es cierto que el Presidente no logrará convertir en realidad esas iniciativas, es verdad que consiguió correr el foco de atención que se había posado sobre la distribución de vacunas entre funcionarios, amigos y familiares de funcionarios. También logró que el kirchnerismo duro, que lleva meses quejándose en privado y a veces en público por la demora de Fernández en solucionar los problemas judiciales de la familia Kirchner, ahora haya salido en fila a aplaudir el discurso presidencial.
Ese plan tiene un resultado político: la polarización. En los años electorales, esa estrategia tiene buen resultado cuando el oficialismo tiene algo bueno para mostrar. Si eso no ocurre, o si las propuestas polarizadoras dejan afuera a más gente de la que incluyen, aparece el riesgo de que el electorado empiece a pensar que los de enfrente no eran tan malos como parecían.
Fuente Clarin