Por Jorge Castro
La Organización de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estima sobre la base del examen realizado en las 5.000 mayores compañías transnacionales (ETN’s), que el impacto del coronavirus en el sistema integrado transnacional de producción constituido por 88.000 transnacionales y sus 600.000 asociadas o afiliadas, que es el núcleo estructural del capitalismo en el siglo XXI, ha sido el siguiente el año pasado:
* Hay una caída generalizada de la inversión extranjera directa (IED) – principal instrumento de acción de las compañías transnacionales – de entre un 30%/-40% en 2020 y 2021.
* El nivel de ganancias de las 5.000 principales empresas transnacionales ha disminuido un promedio de 30% el año pasado, con un derrumbe de 200% en las industrias más afectadas, como la energía (-208%), las aerolíneas (-116%) y las automotrices (-47%).
* La IED de las transnacionales se realiza a través de dos formas: nuevas inversiones en su totalidad (“Greenfield Investments”), y la primordial, sobre todo en materia de ampliación de la producción que se ejecuta a través de las compras y adquisiciones (“Mergers & Acquisitions”/M&A), que han caído globalmente entre 50% y 70% en los primeros seis meses de 2020.
El récord de inversión extranjera en el mundo (IED) se alcanzó en 2015 con US$2 billones, que luego disminuyó 25% en 2019, para derrumbarse a US$1 billón en 2021; y ahora UNCTAD prevé una significativa recuperación en el segundo trimestre del año, que la llevaría a US$1,2 billones en el primer trimestre de 2022.
El sistema integrado transnacional de producción es la cabeza de la Cuarta Revolución Industrial (CRI) en el capitalismo globalizado del siglo XXI.
Por eso, la recuperación que se observa en esta parte del año tiene también un carácter cualitativo, provocado por un adelantamiento del cronograma de la nueva revolución industrial, liderado por el asombroso despliegue del teletrabajo (trabajo digital a distancia) y la notable expansión del comercio por Internet (“e-commerce”), que ha crecido más de 30% en el mundo en 2020.
En los últimos 30 años, el desarrollo industrial de los países emergentes ha dependido esencialmente de su capacidad para atraer IED de las empresas transnacionales; y ahora – CRI mediante – se encuentran con que ha desaparecido prácticamente la importancia de su ventaja tradicional en la atracción de inversiones, que ha sido el bajo costo de su fuerza de trabajo.
El resultado es que el mundo emergente experimenta, sobre todo en los últimos 10 años, un proceso masivo y creciente de “des-industrialización”.
Los países emergentes y en desarrollo experimentan un desafío completamente novedoso, que les exige no solo una nueva estrategia económica, sino ante todo una visión distinta de la naturaleza de la acumulación capitalista en la etapa de la nueva revolución industrial. Necesitan un nuevo “sentido común” en términos económicos.
Esto significa que no hay retorno a la globalización existente en la etapa pre-pandemia, porque el adelantamiento del cronograma histórico de la CRI que ha provocado el shock del coronavirus, ha modificado irreversiblemente los datos estructurales de su naturaleza.
Para los países emergentes esto implica colocar ahora el énfasis en el desarrollo de los servicios de alta tecnología, y promover la inversión en la infraestructura propia de la época (telefonía 5-G y cableado de fibra óptica de última generación en el sistema de las telecomunicaciones).
Se trata de colocar el acento en la expansión de las plataformas digitales como instrumento para conquistar y crear nuevos mercados tanto internos como internacionales; y para eso se trata de recurrir al capitalismo chino o norteamericano, que lideran estas plataformas en el mundo, aunque el caso argentino tiene un ejemplo notable de capacidad empresaria innovadora a través de la plataforma de Mercado Libre.
La inversión de las transnacionales en la etapa de la CRI se realiza cada vez más en “intangibles”: todo lo vinculado al conocimiento y la alta tecnología a través de las patentes y las marcas, y cada vez menos en activos físicos (plantas, equipos pesados). La regla en el capitalismo es una sola: hay que seguir la tendencia global y adecuarse a ella; hay que ser capaz, en suma, de vivir de acuerdo a la época.
La pandemia del coronavirus ha sido un brutal shock absolutamente externo de la oferta y la demanda de la economía global en 2020. Pero sus efectos, notablemente, han sido superficiales y temporarios, y han dejado intactos los índices primordiales del proceso de acumulación: productividad, innovación. Ha sido un “súper-tsunami”, de ninguna manera una catástrofe orgánica de la acumulación capitalista.
Al contrario, paradójicamente, ha tenido un sentido benéfico al adelantar drásticamente el calendario de la CRI. Una vez más, el capitalismo ha huido hacia adelante que es la forma en que enfrenta y resuelve sus crisis.
El futuro se ha adelantado. El tiempo histórico se ha abreviado, una especialidad del sistema capitalista en el siglo XXI.
Fuente Clarin