La interesante y minuciosa tesis doctoral de Soledad Quereilhac es un espacio que de algún modo condensa y abre nuevas compuertas, por vía indirecta y tácita, a la polémica que exhibe su nombre a los cuatros vientos ahora.
Entre otras notables figuras de las letras y de la academia, Quereilhac le agradece en la tesis a Beatriz Sarlo “por sus clases y sugerencias”. Despliega diversos ítems prolijamente a través de un hilo conductor que es el “imaginario de las ciencias”. Por ejemplo, el espiritismo, la telepatía, la clarividencia o la teosofía.
Analiza también el tratamiento periodístico de la evolución científica que brotó como un volcán hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX y traza una descripción de la mirada que sobre esos descubrimientos y avances aportaron los diarios La Prensa, La Nación, y la sarcástica revista Caras y Caretas. Detecta o más bien hipotetiza un patrón en todos los casos: “El ámbito del periodismo escrito fue una de las más poderosas usinas productoras de un imaginario científico popular, vulgarizado y mayormente orientado a celebrar los costados asombrosos, acaso “mágicos”, del progreso técnico–científico”.
La paradoja es que la oferta de la vacuna a Beatriz Sarlo ofrece una dimensión mágica. Si una celebridad académica se vacuna, luego el pueblo hará lo propio.
Más que mágico es publicitario, y aún más que publicitario, el dispositivo de la oferta a Sarlo es político.
Es la política seudo sanitaria que sustituye las deficiencias del método de vacunación por propaganda.
Pero detrás de la propaganda no termina de encubrirse el objetivo de lograr el olvido respecto de las vacunas VIP que tantos jóvenes de La Cámpora han considerado propias y, por lo tanto, revolucionarias aún a costa de la salud de los que en realidad las necesitan.
El caso de Beatriz Sarlo, en el centro de la escena, es una encrucijada moral, jurídica y pseudo sanitaria que la escritora desoculta ante la jueza exhibiendo los intercambios de mensajes y su negativa por razones éticas al ofrecimiento de un privilegio inaceptable, que efectivamente rechazó. “Prefiero morirme ahogada en COVID”, replicó Sarlo rotundamente.
En términos de la propia Quereilhac en su tesis, ella misma, la esposa del gobernador, buscó un “milagro”. Ese término tan utilizado por el periodismo de entonces: “milagro científico”, asociándolo a lo que no es científico en sentido estricto.
Un milagro es precisamente lo supra racional y no la ciencia. Pero hoy, a través de la sugerencia de la doctora Quereilhac a la escritora, el milagro deseado era convertir un privilegio en una oportunidad de difusión favorecedora de la gestión oficial frente al coronavirus.
Salió mal y permitió exhibir facetas terribles del fanatismo imperante. Una librera nac&pop anunció que quemaría los libros de Sarlo, luego borró su mensaje de las redes con excusas inexcusables. ¿Hace falta recordar a Heine y su fatídica y realísima profecía? “Allí donde se queman libros, más tarde se quemarán hombres”.
El fanatismo que lanzó también a las redes a execrar a Sarlo o a defender al gobernador sin importar una evaluación previa de los hechos.
Los hechos son sencillos y atronadores. Se han aplicado masivamente vacunas a quienes no les ha correspondido recibirlas. Y esa irregularidad no se resuelve con publicidad selectiva y enfocada en figuras conocidas.
La construcción de un imaginario popular basada en lo “científico”, banalizado por la prensa, según la mirada de Quereilhac, es un tema de análisis pertinente, como también es pertinente determinar de qué modo lo político como un sistema comunicacional emancipado de los hechos mismos construye una narración sobre las vacunas que no se ajusta a lo que ocurre.
La narración oficial y oficialista ha “banalizado” la gravedad del tema de las vacunas propagando promesas que no se cumplieron, mintiendo, distribuyendo privilegios, bendiciendo enclaustramientos feudales, y exhibiendo torpezas y negligencias aún más allá del color político de los gobernantes.
Hay siempre dos mundos en la Argentina, el de los hechos y el de las configuraciones discursivas, para decirlo de manera académica. Quisieron incluir a Sarlo en una configuración discursiva ficcional y tramposa: te doy una vacuna a cambio de generar conciencia.
Sarlo es experta en dispositivos lingüísticos y detectó la maniobra poniéndola al descubierto.
Luego todo se convirtió en show.
Y la vacunación racional y democrática continúa siendo una gran farsa.
Fuente Clarin