El senador nacional Alberto Weretilneck es una de las personas que más conoce al designado ministro de justicia, Martin Soria. Lo sufrió en carne propia cuando Soria fue intendente de General Roca y Weretilneck, gobernador de Río Negro y ex compañero de fórmula de su padre.
Es una opinión calificada que descalificó ferozmente a Soria. Dijo que es una persona “violenta, improvisada y muy agresiva”. Y advirtió que este sujeto “puede producir hechos gravísimos en la institucionalidad del país”. El que avisa no traiciona. Vale la pena escuchar las advertencias de Weretilneck porque dijo: “Estoy muy triste porque lo conozco muy bien y es incapaz de mantener un diálogo y de buscar consensos”. Por si quedara alguna duda, el senador, que no es gorila, ni de Juntos por el Cambio confesó que sabe lo que piensa Soria: “Que hay que echar a todos los jueces que son delincuentes y mafiosos”.
Tremendo. Contundente. Patricia Bullrich apuntó al objetivo que tiene Martín Soria: “Viene a convertir las causas del saqueo kirchnerista en persecución política”.
Quien quiera oír que oiga. Está claro que se viene el asalto final a la Justicia. La invasión cristinista a los tribunales encabezada por el comandante Martín Soria. Los jueces y los fiscales que no tengan puesta la camiseta de Cristina deberían levantar la guardia, armar barricadas en sus despachos y calzarse un casco protector. Porque la mano viene dura. La embestida va a ser brutal. Ese es el plan de Cristina: impunidad y venganza cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Van a poner a prueba la resistencia del sistema republicano. ¿Cuál es la fortaleza de la división de poderes para soportar estos microgolpes de estado o golpes palaciegos que pueden herir de muerte al sistema democrático? Veremos.
Martin Soria actuará codo a codo con Juan Martín Mena y Horacio Pietragalla, tres de los kamikazes capaces de suicidarse políticamente en el altar de las necesidades y exigencias de Cristina. Es imposible olvidar aquel diálogo telefónico en el que Cristina le dice a Parrilli que hay que salir a apretar jueces y él le contesta que llamará a Martin. Martín, es Juan Martín Mena.
Es lo que Cristina estaba exigiendo y que Marcela Losardo no le podía dar. Fanatismo y ceguera para embestir contra el Poder Judicial. Para atropellar a los tribunales y llevarse por delante a la Justicia. Para hacer arrodillar a los jueces independientes o a los fiscales ariscos que no se rinden.
Soria ya fue definido como talibán o gurka y hay que decir que, en diputados, también se lo conoce como un patotero e intolerante. Fernando Iglesias dijo que se trata de un “psicópata”. Y no hay que asustarse, el mismísimo Alberto Fernández utilizó esa misma palabra para descalificar a Cristina. Por tuit traspasó la línea del machirulo y el buen gusto cuando escribió que el gobierno de Cristina era “psicótico” y que ella también actúa como una “psicópata”.
El diccionario encuentra estos sinónimos de psicópata: neurótica, desequilibrada, lunática, demente y loca.
Insisto con la aclaración: esto no lo estoy diciendo yo, un humilde cronista. Esto lo dijo el actual presidente de la Nación.
Le cuento que Martín Soria fue capaz de trompear a un periodista que le hizo una pregunta sobre la cena que su padre, el asesinado Carlos Soria, había compartido con el criminal de guerra nazi Erich Priebke. Sostiene que el Poder Judicial es rancio y corrompido y que Cristina es una perseguida política por los magistrados, el poder económico concentrado y los medios de comunicación. Una mentira absoluta que sostienen los militantes contra viento y marea. Cristina tiene 8 procesamientos y juicios orales porque fue claramente la jefa de la asociación ilícita que saqueó al estado como nunca había ocurrido en la historia democrática. Por eso es tan difícil salvarla de la cárcel. Porque hay cientos de pruebas, indicios y testimonios de arrepentidos que contaron con lujo de detalles el plan sistemático de enriquecimiento colosal que llevaron adelante los K.
De todas maneras, en su primera declaración Martín Soria dijo que venía a “desarmar el lawfare y la mesa judicial de Macri” y que hubo jueces que “se pasaron de la raya”.
Por eso Martín Soria no será el Ministro de Justicia sino contra la justicia o de la injusticia. No hay dudas de eso. Para eso lo convocaron. Para que muerda y no ladre.
Casualmente, acaba de ser absuelto en una causa donde fue denunciado por el cobro de 450 mil dólares de retornos de los empleados de la intendencia de General Roca. Pero no es la única denuncia que tiene.
Este ruido de paso redoblado es la confirmación de que Cristina va por todo. Los ministros se preguntan quién es el que sigue. En los pasillos del poder dicen que en la lista negra estaban casi todos los de origen albertista: Felipe Solá, Claudio Moroni, Matías Kulfas, Daniel Arroyo y Nicolás Trotta, para empezar. Yo insisto en que Martín Guzmán no está pasando por su mejor momento de la relación con Cristina y eso puede ser letal para su carrera política. En el gabinete los no K están poniendo las barbas a remojar porque han visto cortar las de sus vecinos. Cristina es implacable. Y está irascible e impaciente. Por el fracaso del plan sanitario y por la hecatombe económica. Pero sobre todo porque su avance feroz sobre la Justicia no logra conseguir los resultados esperados. La impunidad y la venganza se demoran y los tiempos y los caminos se acortan en forma dramática.
Losardo no quiso cruzar esa línea del autoritarismo chavista. Y eso es precisamente lo que viene a hacer Martín Soria. El y sus secuaces están decididos a utilizar todos los instrumentos a su alcance: carpetazos extorsivos para jueces y fiscales, leyes y resoluciones como traje a medida, insultos, gritos y operaciones de inteligencia de la peor calaña. Cristina necesita cortarles la cabeza a un par de miembros de la Corte, al fiscal Carlos Stornelli, a su jefe Eduardo Casal, al doctor Gustavo Hornos y siguen las firmas, entre los que ella considera enemigos.
Por eso el flamante presidente del Consejo de la Magistratura, Diego Molea, reciente converso al camporismo, asegura que “Cristina fue perseguida” y que “la Justicia fue muy cruel con sus hijos”.
¿Qué pensará Julio de Vido? Hace unos días puso el grito en el cielo y fue durísimo con Alberto. El gerente de coimas y sobreprecios del kirchnerismo. El Presidente recordó que María Emilia, la hermana de Martín Soria, cuando era diputada votó el desafuero de Julio de Vido y eso permitió que fuera a parar a un calabozo de Ezeiza. De Vido dijo que el Presidente demuestra una “miserabilidad inconmensurable”. Epa, epa. De Vido cada vez se banca menos que lo hayan colocado en lugar del pato de la boda. El siente que robó para la corona de la reina Cristina y que fue un fiel y leal servidor. Reclama respeto y protección.
A esta altura a los integrantes del Cártel de los Pingüinos, a Alberto y Cristina no los une el amor sino el espanto por que puedan terminar presos. Por eso se viene el asalto final a la Justicia. Y para eso convocaron al más salvaje: a Martín Soria.