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Se trata del laboratorio Elea Phoenix SA, propiedad del empresario farmacéutico que fue acusado de obtener multimillonarias ganancias con el proceso de vacunación a raíz de su estrecha amistad con el presidente Alberto Fernández.
Hugo Sigman no es ningún desconocido para el gobierno nacional de Alberto Fernández, ni para el bonaerense de Axel Kicillof. De hecho, cuando el actual presidente se presentó en sociedad, lo hizo en la planta de Garín del laboratorio de Sigman, con quien lo une una amistad de muchos años.
Meses después, cuando la pandemia ya era una realidad, Fernández aseguró desde Olivos que la firma de Sigman sería la encargada de producir la materia prima para las vacunas, lo que le significó al empresario amigo un negocio de varios cientos de millones de pesos.
El empresario estuvo estrechamente vinculado al escándalo de las vacunas VIP, al punto que dentro del ministerio de Salud de la Nación son muchos los que aseguran que el fracaso de Ginés González García se debe a “haber apostado todas sus fichas a Sigman”. Incluso, algunos periodistas especializados en materia de salud recurrieron a identificar al ex ministro como “empleado” del magnate.
A pesar de que el contexto no podría ser peor para Sigman, los negocios –y más aún los multimillonarios –suelen primar en la arena política. Es por esto que el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, aprobó el gasto de 31.5 millones de pesos en suero equino hiperinmune, que fue comprado al laboratorio Elea Phoenix SA, del propio Sigman.
En efecto, el laboratorio del empresario amigo del poder fue el único invitado en la selección de proveedores y el único que presentó oferta. “Pasó por un tubo”, confiaron funcionarios del ministerio que administra Gollán.
A pesar de los fracasos en la elaboración de la vacuna, del escándalo por los frasquitos para contener la medicación que fueron producidos en Estados Unidos y no en México como le aseguraron a Fernández y del aquelarre creado a partir de las vacunas VIP, Sigman fue premiado con otros 31 millones, para pasar el mal trago.
Fuente Realpolitik
