Las sanciones, los fracasos en el escenario internacional y los crecientes problemas internos en medio de la pandemia han debilitado a Rusia, una situación que condujo al Kremlin a tomar medidas urgentes para intentar mostrar una “súper victoria”.
En el contexto de la pandemia mundial, la campaña informativa a favor de la vacuna rusa Sputnik V se ha convertido en la principal arma del Kremlin para tratar de obtener ese “súper-triunfo”. Rusia ha lanzado una campaña de información activa para desacreditar las vacunas occidentales y sus fabricantes, haciendo circular sin descanso falsedades e incitando al descontento popular en otros países, donde los gobiernos habían impuesto distintas medidas restrictivas. Los participantes más activos en la campaña internacional son el canal televisivo RT y la agencia de noticias Sputnik, así como los hackers y bots rusos que trabajan para la inteligencia de ese país.
Los medios favorables al Kremlin han lanzado una campaña de desinformación a gran escala para dañar la imagen de las vacunas y sus fabricantes occidentales, haciendo circular noticias falsas sobre los supuestos efectos secundarios en la aplicación de las vacunas Pfizer, BioNTech y AstraZeneca. En la actualidad, los medios rusos siguen una clara línea narrativa de desinformación en relación a que la vacuna Pfizer no será suficiente para cubrir la demanda mundial y que cada vez más países rechazan la vacuna AstraZeneca, supuestamente por temor a la trombosis. Estos esfuerzos de desinformación fueron señalados por el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, así como por prestigiosos medios periodísticos, tales como The Wall Street Journal y The New York Times. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha acusado directamente a las autoridades rusas de utilizar su vacuna como medio de propaganda. Al día de hoy, la Sputnik V se está entregando a clientes extranjeros en una “cantidad muy limitada”, mientras que Rusia continua jactándose de recibir pedidos internacionales.
A través de sus campañas informativas, Rusia está tratando de interrumpir los esfuerzos de vacunación en todo el mundo, de hecho, está ejecutando un acto terrorista especulando con lo “bacteriológico” a escala internacional. Al manipular la información sobre la vacuna AstraZeneca, los propagandistas rusos no solo intentan desacreditar el preparado médico en el ámbito internacional, sino también sembrar una crisis política allí donde esta vacuna sea aplicada.
Al mismo tiempo, junto a los continuos ataques informativos a las vacunas occidentales, Rusia naturalmente elogia su propio medicamento. Los propagandistas rusos llegaron tan lejos que incluso intentaron “explicar” la dura retórica de Joe Biden hacia Putin como un intento de desacreditar la vacuna rusa a los ojos de los socios europeos. En el contexto de las campañas de propaganda y desinformación propias de Rusia destinadas a poner en peligro las vacunas occidentales, los hackers rusos también están atacando los recursos informativos médicos europeos para crear la apariencia de aceptación universal de la vacuna Sputnik V, cuya certificación o producción, afirman ellos, “casi todos los países buscan asegurar”.
Las vacunas rusas, incluida la Sputnik V, plantean serias dudas no solo debido a la rutina de ensayos insuficientes (aprobación e introducción de la vía rápida), sino también debido a las claras implicaciones políticas. Hasta la fecha, las vacunas rusas contra el coronavirus no han pasado la tercera y más importante fase de los ensayos clínicos. Todas las vacunas rusas están registradas solo para uso de emergencia. Incluso los científicos rusos han afirmado repetidamente que la “mala calidad metodológica”, los defectos en los ensayos, los errores en el análisis de datos y las descripciones deficientes de las investigaciones arrojan dudas sobre las principales conclusiones acerca de la seguridad y eficacia de las vacunas rusas.
En el contexto de sus operaciones de guerra de la información destinadas a desacreditar las vacunas occidentales y al mismo tiempo promover su propia vacuna en otros países, el Kremlin está buscando oportunidades para organizar entregas secretas de la vacuna Pfizer para la élite rusa, para sus familiares y para Vladimir Putin en persona. Son los agentes de inteligencia rusos quienes dirigen las conversaciones con máximo sigilo a través de las misiones diplomáticas rusas. Esa aversión por parte de la “élite” rusa a recibir una dosis de su vacuna doméstica sólo tiene una explicación: dudan de la seguridad y eficacia de la vacuna. El presidente de la Duma Estatal, Vyacheslav Volodin, confirmó recientemente de forma involuntaria esta sugerencia al afirmar que solo el 22% del cuerpo legislativo se aplicó la vacuna rusa. Es interesante que ni el presidente ni los gobernadores, en su mayor parte, tengan prisa por vacunarse. Vladimir Putin no se administrará la vacuna esta temporada; en febrero explicó que tiene un “calendario de vacunación personal”. Prometió vacunarse contra el coronavirus a finales del verano o principios del otoño.
A pesar de la importante disponibilidad en el ámbito nacional de la Sputnik V, el ritmo de vacunación en Rusia es lento. Los rusos no tienen prisa por recibir sus inyecciones contra el virus, que según cifras oficiales ya se ha cobrado más de 200.000 vidas en el país. Hasta ahora, en términos de la proporción de ciudadanos vacunados, Rusia ni siquiera está entre los 10 primeros del mundo. Ese desdén hacia su propia vacuna por parte de los rusos puede deberse a una desconfianza generalizada en su gobierno, según sugieren los expertos y estrategas políticos rusos. Esta versión también explica el hecho de que la mayor cantidad de escépticos se encuentra entre los jóvenes. Según una encuesta del Centro Levada, en la franja de edad comprendida entre los 18 a 24 años, la mayoría de los rusos cree que su país está siguiendo el camino equivocado (48%), mientras que el 46% desaprueba el trabajo de su presidente.
En el marco de una rezagada campaña de vacunación entre la propia población y la desconfianza de la ciudadanía en general hacia las autoridades, es extremadamente importante que el Kremlin se presente como un campeón de las vacunas. Rusia continúa promoviendo activamente su Sputnik V y desacreditando las vacunas occidentales en América Latina, el Pacífico, África y, especialmente, en las ex repúblicas soviéticas, tratando de imponer su “influencia suave” en estos países y hacerse pasar por un amigo, mientras propaga la imagen de Occidente como un enemigo. Y esto no es más que un acto terrorista internacional, en esta ocasión haciendo uso del peligro bacteriológico.

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