La invención de la tecnología blockchain (en español cadena de bloques) y su vínculo estrecho e indisoluble con la criptomoneda “Bitcoin” marcan el inicio del siglo XXI.
Hace varias semanas que los medios de comunicación y las redes sociales no dejan de hablar del boom de los tokens no fungibles o NFT (non-fungible tokens por sus siglas en inglés). De una u otra forma, con mayor o menor conocimiento sobre la temática, las y los lectores han sido interpelados por fragmentos de las discusiones sobre NFT: subastas millonarias en Christie’s, gestión de obras intelectuales, cambios en el arte digital, infraestructura de blockchain (cadena de bloques), críticas por burbujas financieras, nuevos mercados de activos (tan insólitos como jugadas de la NBA), la crianza de criptogatos o problemas vinculados a la escasez de tierras en un mundo virtual. ¿Qué es lo que está de fondo? ¿Qué puede unir y dar coherencia a temas tan dispares? La presente columna busca ofrecer algunas respuestas en ese sentido. ¿Es relevante saber algo más de los NFT? Sin dudas. Comencemos por las tecnologías blockchain.
La invención de la tecnología blockchain (en español cadena de bloques) y su vínculo estrecho e indisoluble con la criptomoneda “Bitcoin” marcan el inicio del siglo XXI. La idea de una blockchain fue presentada al público en 2008 por Satoshi Nakamoto (un seudónimo, tal vez una persona física o un grupo de ellas). La blockchain puede definirse como una tecnología de registro distribuido (en inglés, distributed ledger technology) que permite estructurar y administrar registros compartidos, en línea y en constante crecimiento. Se las puede definir como un libro contable (una base de datos, un tipo de archivo) que, mediante el uso intensivo de criptografía (cálculos, matemática), tiene la capacidad de mantener de forma permanente e inalterable / inmutable (según configuraciones), el registro cronológico de todos lo intercambios que han tenido lugar (transacciones) dentro de una red (más o menos abiertas / cerradas).
Las blockchain permiten crear historias de los datos (de todo lo que en ellas se registre). Muchas de estas redes, a su vez, funcionan a través de protocolos par a par (P2P) para el intercambio de información. De esta forma sus registros se caracterizan por ser abiertos y distribuidos (donde cada uno de los pares o nodos tienen copia del registro completo). De allí que estas redes tiendan a funcionar con protocolos de consenso entre múltiples personas, entidades y/o nodos. Cada uno de ellos mantiene una copia completa e idéntica de ese libro de transacciones. Por ello, estas redes se caracterizan por ser un modelo de gestión transparente, aunque de escritura limitada: es decir, todos pueden analizar el registro, mirarlo, copiarlo, pero sólo algunos pueden escribir en él. Para escribir es necesario tener la capacidad de hacerlo (capacidad computacional / criptográfica, cumplir ciertos requisitos o, también, ser miembro de una red privada / cerrada).
Estos libros de registros distribuidos, y de allí su nombre, se estructuran a través de bloques que se agregan cronológicamente (se suman) a una cadena. Cada bloque contiene la información transable, responde a un tiempo y lugar y está unido (matemática y criptográficamente) a la cadena a través de funciones hash (un proceso matemático de una sola vía). Si alguno de los bloques es suprimido o alterado, entonces, toda la cadena de bloques se corrompe (pierde su continuidad, desde ese bloque suprimido / alterado hasta el final). Dependiendo de las configuraciones de las redes, aquellos que procesan y confirman la información obtienen pequeñas ganancias o incentivos (económicos, simbólicos, de prestigio, etc.) para sostener operativa la cadena de bloques. Por lo general, se usan computadoras especialmente diseñadas, de gran procesamiento de cálculo y con potencia para resolver los problemas criptográficos.
Las blockchain se pueden clasificar de acuerdo a sus niveles de participación, apertura o acceso: existen redes público-comunitarias (distribuidas y abiertas), redes con permisos de acceso (permisionadas, con admisión) o redes blockchain privadas (cerradas). Las blockchain públicas se han convertido en herramientas poderosas para el diseño y construcción de entornos de confianza: logran prescindir de intermediarios, terceros de confianza o autoridades externas a la misma red. Las blockchain se están proyectando para garantizar la integridad y fiabilidad de todo tipo de intercambios de valor: comercio, sistema financiero / fintech (con criptomonedas estatales en China, Venezuela y Kenia); políticas públicas en salud (COVID19 e historias clínicas); Internet de la cosas; registros de la propiedad (muebles e inmueble); gestión del valor intelectual (registros de obras, patentes, marcas); seguros; trazabilidad de activos; identidad, gestión de archivos y documentación.
Una de las iniciativas más innovadoras sobre blockchain es Ethereum (descrita en 2013 por Vitalik Buterin). En Ethereum se utiliza la criptomoneda Ether como incentivo para los que ofrecen el “poder computacional” o su “participación” para sostener la red. Las blockchain de segunda generación como Ethereum permiten desarrollos innovadores sobre todo tipo de servicios: entre otros, aplicaciones distribuidas (dapps), organizaciones autónomas descentralizadas (DAOs) o la creación y uso de tokens. Ethereum se caracteriza por haber implementado los “smart contracts / contratos inteligentes” (a partir de ideas de Nick Zabo en 1984). Se trata de piezas de código con términos preestablecidos y que se ejecutan a través de la misma red. Los “contratos inteligentes” (diferentes de los contratos jurídicos) usan los tokens para registrar e identificar quiénes son las partes involucradas (personas físicas, jurídicas, virtuales).
La invención de la tecnología blockchain (en español cadena de bloques) y su vínculo estrecho e indisoluble con la criptomoneda “Bitcoin” marcan el inicio del siglo XXI.
Dentro de las blockchain los token tienen multiplicidad y diversidad de usos. Pueden usarse para representar activos digitales o bienes materiales. Incluso, pueden asociarse tanto a activos fungibles (por ejemplo, un bitcoin que puede intercambiarse uno por otro) como a activos no-fungibles (por ejemplo, un avatar dentro de un mundo virtual). Específicamente, estos últimos, los tokens no-fungibles o NFT (por sus siglas en inglés, non-fungible tokens), fueron diseñados para que no resulten mutuamente intercambiables. Los NFT pueden definirse como piezas de información digital que, gracias a la criptografía y el uso blockchain, resultan únicas y distinguibles. De allí que, por definición y diseño, los NFT se caractericen por ser únicos (no hay dos iguales); indivisibles (no se pueden fraccionar); inagotables (mientras perdure su blockchain); complejos de falsificar; y, sobre todo, transferibles a otros titulares (de aquí su potencialidad para los negocios).
La caracterización de los NFT permite ahora avanzar sobre un punto clave. Los NFT tienen la capacidad de asociar / transportar algunas de sus características a cualquiera de los bienes a los que se unan (sean bienes digitales, intelectuales o materiales). Estos bienes pueden tener (o tienen) una existencia completamente independiente y ajena a los NFT que les sirven de contenedor dentro de una blockchain. Ahora bien, sólo cuando a estos bienes o activos se les asocian los NFT, entonces pasan a compartir sus características artificiales de unicidad. Por ello, los NFT bien pueden considerarse un agregado ortopédico, o externo, un contenedor, un envoltorio, una etiqueta que se asocia a estos bienes producidos en los más diversos espacios y tiempos. Los NFT tienen como principal función crear un tipo de escasez artificial (programable, configurable) y que bajo ciertas condiciones espacio-temporales pueden transportarse hacia los más diversos bienes.
Los NFT son una de las mejores expresiones en el uso de la blockchain y la criptografía para crear una especie de escasez registrable y coleccionable en los entornos digitales. La unicidad es inmediatamente, y por definición, una escasez relacional. Esta configuración particular de tokens no fungibles permite que ciertos bienes puedan asociarse a la unicidad y, que ello, los transforme en activos coleccionables y negociables. Los coleccionistas e inversores otorgan un valor particular a las piezas únicas que permiten acumular valor y luego ser transferidas. Esta es una idea recurrente: intercambiar bienes a partir de relaciones de “mercado” donde se supone que la escasez (de bienes, productos o servicios) favorece una suerte de puja sobre el precio (valor). Por ello, quienes negocian un NFT están intercambiando algo similar a una criptomoneda pero con un token especial que fue diseñado para crear unicidad y cierto tipo de escasez.
Los NFT no son nuevos, algunas iniciativas ya tienen más de 4 años de existencia dentro de la red Ethereum. Estos tokens comenzaron a atraer la atención de los usuarios y coleccionistas cuando se introdujo el estándar de los token ERC721. El éxito de los “CryptoKitties” es un claro ejemplo: se trata de un juego dentro de la red Ethereum que permite crear, criar y coleccionar gatos digitales y donde cada gato tiene un código genético único digital gracias al uso de tokens no fungibles. En la actualidad los NFTs comienzan a abarcar las más diversas experiencias humanas y sus usos potenciales son ilimitados. Pueden servir para volver coleccionables todo tipo de bienes: desde obras digitales, performances, jugadas, memes, imágenes, archivos de audio o video, datos, partidas de videojuegos, jugadas deportivas, obras de arte digital, experiencias registradas, tierras dentro de mundos virtuales, identidades / avatares, certificados, identidades, etc.
En 2021 los espacios de intercambio de NFT también comenzaron a ganar mayor volumen y especificidad. La mayoría hacen uso de Ethereum (aunque también hay otras blockchain como Tron, Neo o Eos). Entre otros, se pueden citar OpenSea, Rarible, Sorare, Decentraland, Enjin, CryptoPunks, NBA Top Shots, CryptoUNStamps. Las blockchain (incluyendo los NFT y otros instrumentos en desarrollo) comienzan a percibirse como una gran oportunidad para “las y los artistas” digitales. Incluso, el 24 de marzo de 2021 la Sociedad Italiana de Autores y Editores (SIAE) y la empresa de finanzas Algorand (fundada por el criptógrafo Silvio Micali, MIT, Boston, USA) presentaron un ambicioso proyecto orientado a crear una plataforma abierta basada en cadena de bloques, pública y accesible a cualquier persona, que permita gestionar por diseño (by design) los derechos de autor de sus asociados. Al respecto anunciaron la creación de 4.000.000 millones de NFT para que estén asociados a las obras intelectuales de los más de 95.000 autores inscriptos en la SIAE. Los italianos buscan que su iniciativa escale a la gestión colectiva mundial.
La tecnología blockchain se expande cada día más. Su crecimiento marca la emergencia de nuevas formas de registro, colección e intercambio de valor. Los NFT son una prueba de ello. La creación artificial y programable de escasez en el mundo digital aún parece atraer adeptos. Sus ideas no son nuevas: establecimiento de fronteras, control de accesos, medidas tecnológicas, modelos de negocio basados en la escasez y la promesa de grandes rentabilidades. Es claro, los NFT no llegan solos, también son herederos de una larga tradición. Con su emergencia se reavivan viejas tensiones entre la unicidad y la multiplicidad, entre la abundancia y la escasez, entre los supuestos originales y sus copias, entre los criptógrafos y los descifradores. En momentos en que la copia (la acción de copiar) es vital, abundante, pervasiva, distribuida, omnipresente, es necesario preguntarse: ¿a quiénes beneficia el diseño de escasez artificial en los entornos digitales?
* El Dr. Ariel Vercelli es Investigador de CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS – CONICET / UNMdP).
Fuente Telam