“En algo la Argentina logró ser muy exitosa: en generar pobreza”, dice con amarga ironía la economista Marina Dal Pogetto. Su colega Fausto Spotorno, de la consultora OJF, propone cambiar el eje del debate: “El problema no es la pobreza -subraya-, la raíz de todo es que la Argentina no genera riqueza”. Los dos conceptos exponen la gravedad y profundidad de un flagelo, las familias cuyos ingresos no cubren la canasta básica, que no paró de crecer en las últimas décadas.
La última estadística divulgada por el INDEC lastima y ofende: en 2020, entre el bajón económico por la cuarentena y la pérdida de ingresos de la gente, la pobreza escaló del 35,5% al 42% y hoy afecta a 19 millones de argentinos, 3 millones más que el año anterior. Las cifras ofrecen la peor cara de la crisis y esto a pesar del elevado gasto social (AUH, el IFE y la tarjeta Alimentar, entre otros), lo que obliga a debatir nuevas fórmulas. “En los 70 la pobreza era del 4%”, compara Ricardo Delgado, socio de Analytica.
Los analistas creen que llegó el momento de revisar las políticas que se aplicaron en las últimas décadas para erradicarla. Y esto abarca al crecimiento económico, la educación, las inversiones y, sobre todo, a la creación de puestos de trabajo registrados. “La relación entre el empleo y la pobreza es muy directa. En el segundo trimestre de 2020 se perdieron 3,8 millones de empleos y se recuperaron 2,8 millones”, grafica Delgado.
En el balance de la pandemia, hasta ahora, 1 millón de personas perdieron su trabajo. En cada crisis ocurre lo mismo, dice el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia. “En cada una, la pobreza crece y luego baja con los rebotes. Pero hay un común denominador: se sale con menos empleo y con empleos de menor calidad”, aclaró.
Así lo demuestran las estadísticas de las últimas décadas y las crisis, cada vez más cercanas entre ellas: Rodrigazo (1975), 82 (Malvinas), 89/90 (hiperinflaciones), 1995 (Tequila), 2002 (salida de convertibilidad), 2009 (Lehman Brothers), 2014 y 2018. “El mecanismo habitual fue reactivar el mercado interno sin un modelo sostenible, lo que produce burbujas de consumo, inflación y pérdida del poder real de los salarios”, enumeró el especialista.
Salvia propone cambiar un modelo, que generó desequilibrios, déficits, inflación y precarización laboral. “Hay que incrementar la oferta de bienes y servicios, la creación de empleo y flexibilizar las leyes laborales con un piso garantizado”, opina. Su idea es beneficiar a las empresas que crean empleo registrado, especialmente a las pymes, “porque la pobreza se nutre básicamente de los trabajadores informales”.
“De esto no se sale con planes ni redistribuyendo, sino con crecimiento. Porque distribuyendo lo único que se logra es empeorar el cuadro”, remarca Spotorno. El economista sostiene que las actuales políticas “castigan al empleador y subsidian al pobre”, lo que genera un círculo vicioso cuyos resultados son los que muestra el INDEC. Spotorno propone políticas que permitan “subsidiar a los que crean empleo”.
“A esta altura del partido -añade el economista- no se puede insistir más con esto. Hay que generar riqueza y cambiar los programas para que beneficien a las empresas que contraten trabajadores, los capaciten y entrenen a personas que desde hace muchos años no tienen trabajo”. Spotorno considera que el Estado debería auxiliar esas acciones y otorgar beneficios (rebajas de aportes patronales o impositivos) para que las empresas puedan afrontar esos costos.
Dal Pogetto sostiene que en el período posterior a la salida de la convertibilidad, la Argentina perdió la gran oportunidad de crear una moneda y de encauzar la inflación. “Hasta 2007 se alcanzó el pleno empleo -explica- a costa de retrasar el tipo de cambio y sin tener en cuenta las rigideces del mercado laboral”.
Eso produjo, agrega la economista, “un tirón en la demanda y los salarios basado en el cierre de la economía y la pérdida de competitividad”. Por otro lado, la informalidad no es algo lineal y es un fenómeno global. En este sentido, da dos ejemplos: “Un programador que exporta conocimiento y cobra en bitcoins es un trabajador informal pero con alta productividad. También es informal el que hace changas, que son los que finalmente se quedan afuera”, dice.
A grandes trazos, el mercado laboral está integrado por 19 millones de personas que tienen o buscan trabajo. De esa masa, 6 millones son empleos formales y 3,2 millones son del sector público. Esto significa que más de las mitad de la población económicamente activa lo hace por fuera del sistema. “Hoy la Argentina tiene un sector privado poco competitivo y la única fuente de competitividad es destruir el salario”, concluye.
La coyuntura y el incremento de la pobreza, coinciden los expertos, ofrecen pocas alternativas. En el corto plazo, interpreta Fernando Marengo, de Arriazu Macroanalistas, “hay gente que la pasa mal y hay que atenderla, pero la asistencia no puede ser permanente y sin contraprestación alguna”, dice. Por otro lado, añade que a mediano plazo, la única solución para reducir la pobreza es implementar un plan integral que incentive la inversión, elimine la inflación, baje la presión tributaria, flexibilice el mercado laboral y abra la economia. “Todo parecería políticamente incorrecto”, ironizó.
Guido Lorenzo, de LCG, interpreta que la economía viene de un estancamiento crónico. “En los últimos 50 años, la economía creció en promedio entre 2 y 2,4% con la población aumentando 1%. Muy por debajo de la tasa mundial, que oscila entre 3,5% y 4%”, dijo. Y añadió que, en paralelo, “el gasto fue aumentando y se abusó de los planes sociales sin contraprestación y eso no es inclusión”, afirma. ¿La solución? “Un acuerdo político amplio para definir un perfil de crecimiento con inclusión”, dice.
El impacto de la crisis en el mercado laboral
Para los economistas, la estrecha relación del curso económico y la pobreza exige revisar las políticas aplicadas en los últimos años.Los últimos datos divulgados por el INDEC grafican la magnitud de un drama que alcanza al 42% de la población y a 19 millones de argentinos. Son familias con ingresos insuficientes para completar la canasta básica, estimada en casi $58.000 para un matrimonio con dos hijos.
El modelo económico, asegura Fernando Marengo, de Arriazu Macroanalistas, tiene mucho que ver con ese drama social. “El mayor centro de miseria son los conurbanos y los mismos son el resultado de una política sustitutiva de importaciones”, dice. El motivo, añade el especialista, es que “cuando tenés una planta y tenés que abastecer al mercado interno, la ubicás cerca de los centros de consumo, en los conurbanos, y le sacas gente al resto del pais”. Justamente, un claro ejemplo es el GBA, donde la pobreza trepó al 51%.
Así, la pobreza se retroalimenta, lo que impulsa un mayor esfuerzo por parte del Estado (planes sociales, AUH, IFE, entre otros) para mitigarla. Para romper la tendencia, interpreta Ricardo Delgado, de Analytica, “lo básico es tener una macro estable y generar las condiciones para invertir”. El economista sostiene que los últimos números no son responsabilidad exclusiva de la pandemia.
Las cifras actuales de la pobreza se ubican muy cerca de los peores registros históricos: en la hiperinflación de 1990 fue de 47% y en 2002, con el colapso de la convertibilidad, alcanzó al 57,5%, un récord.
Una crisis es una fábrica de pobres, algo que los argentinos conocen de memoria. Se pierden empleos y los salarios caen. Ambos se recuperan en los períodos de salida, pero no de la misma forma, advierten los especialistas. “Cuando la economía rebota, la pobreza nunca retorna al nivel previo y es probable que ahora tampoco se vuelva a los niveles registrados en 2015”, subraya Delgado.
El director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, considera que en las sucesivas crisis se va deteriorando todo el mercado laboral. “Hay dos factores clave: la cantidad de empleos es más baja y la calidad es menor”, enumera. Para decirlo de otro modo, se pierden puestos de trabajo, hay menos horas y las remuneraciones caen también.
Por otro lado, Salvia considera que lo ocurrido a la salida de la convertibilidad es paradigmático: “Se creó más empleo, pero con remuneraciones mucho más bajas que en los 90 y con aumento de la informalidad. Precisamente, la pobreza se nutre de la informalidad y la precarización de los trabajadores”, dijo.
Las medidas sociales para amortiguar los efectos de la crisis representan una encrucijada. Los expertos coinciden en que no se puede quitar de golpe las muletas de la ayuda social en los períodos críticos, pero advierten que deben ser sustituidas por empleo genuino, por lo menos en el corto plazo. Sobre este punto, el director de la consultora LCG, Guido Lorenzo, advierte que “el tamaño del gasto público es un lastre para la economía”.
Lorenzo interpreta que los ajustes siempre recaen en el sector privado “y en el público, nada”. A su entender, en las actuales condiciones, “el Estado debería mostrar un poco de prudencia en el gasto” y aconseja reformular viejas prácticas que asfixian a la economía en su conjunto. “Habría que sacar privilegios, eliminar marcos regulatorios, bajar impuestos y fortalecer una agenda para insertar a la Argentina en el mundo”, opina.
Marina Dal Pogetto asegura que “es muy difícil crecer con alta inflación, porque no se puede trasladar el ahorro a la inversión en un país que no tiene moneda”.
Fuente Clarin