por Susana Kesselman
Médico psiquiatra, psicoanalista, psicólogo social y maestro de generaciones de colegas, Hernán Kesselman desarrolló sus actividades profesionales y académicas en Argentina y en otros países, en particular en España.
El 8 de abril de 2019 falleció el doctor Hernán Kesselman, mi compañero de vida durante más de 50 años.
Se cumplieron dos años de su partida e intento en este escrito hacerlo presente enlazando algunos detalles de su dimensión humana y profesional, ambas muy ligadas. Pocas personas saben que Hernán fue músico, y que su oído absoluto le permitía no sólo oír las palabras de pacientes y alumnos, sino también sus “músicas”, de importancia en su trabajo profesional.
Además, como había estudiado pintura en el Taller del maestro Emilio Pettoruti, su mirada se había enriquecido en la observación de los cuerpos y sus expresiones. Su vida profesional es más conocida.
Médico psiquiatra, psicoanalista, psicólogo social, un referente de la Salud Mental y maestro de generaciones de profesionales de muy variadas corrientes de lo grupal y de otras áreas de las psicoterapias. Desarrolló sus actividades profesionales y académicas en Argentina y en otros países, en particular en España donde estuvimos exiliados durante una década.
A finales de los 50 Hernán formó parte del famoso equipo que acompañó al doctor Mauricio Goldemberg en lo que se llamó “el Lanús”, el Servicio de Psiquiatría del Policlínico de Lanús, primer Servicio de Psiquiatría en un Hospital General.
Goldenberg fue guía de muchos jóvenes psiquiatras y psicólogos, asistentes sociales, y más profesionales que participaron de aquella experiencia. Una patriada. Goldemberg fue padrino de nuestro casamiento y casi un padre para Hernán.
A mediados de los 60, la Oficina Panamericana de la Salud, perteneciente a la OMS, invitó a Hernán a participar en un programa pedagógico en México. Se trataba de enseñar y hacer practicar en la dinámica de los grupos a profesores de medicina de diversas universidades.
A través de su primer libro “Psicoterapia Breve”, se transformó en pionero en Argentina sobre el tema. De él hay algunas transcripciones en sus dos tomos de “Psicoterapia Operativa”, libros que son un compendio de su vida y de su obra.
En la década de los 70, fue catedrático en la materia Psicología Médica de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y Jefe del Servicio correspondiente a esa cátedra en el Hospital de Clínicas. Por primera vez en Medicina, Hernán instituyó “exámenes finales grupales” y en el Servicio del Hospital de Clínicas creó los “grupos de espera” de pacientes en tránsito, coordinados por psicólogos y psiquiatras.
Al comienzo de nuestro exilio en España, en 1976, las corrientes grupales en la psicología, que habían sido restringidas en tiempos de Franco, despertaban. Hernán fue muy bien recibido por los psiquiatras y psicólogos españoles, en especial por el doctor Nicolás Caparrós y su grupo Quipú.
Fundó en Madrid la primera Escuela con las ideas de Pichon-Rivière y fui la encargada de buscar las clases que nos envió la Escuela Argentina de Psicología Social a través del humorista español Gila. La Escuela permaneció formando psicólogos sociales aún después de nuestro retorno a Argentina.
Hernán desplegó sus trabajos de la Psicología de los grupos en varias ciudades españolas: un Master en San Sebastián, en la Universidad de Salamanca, en Zaragoza, Sevilla, Palma de Mallorca y en especial en Barcelona donde junto al psiquiatra Juan Campos, recorrió los caminos del “grupoanálisis”. Sólo menciono algunos hitos de esa acogedora España que recibió a tantos exiliados. También en ciudades europeas Hernán difundió sus ideas: en París -invitado por Pino Solanas-, en Londres, en Gotemburgo, en la Escuela de Psicología Social de Tel Aviv y Jerusalén y en otros lugares que seguramente estoy olvidando.
Kesselman junto a su colega, amigo, hermano, Eduardo “Tato” Pavlosky.
Las ideas de Hernán compartidas con Eduardo “Tato” Pavlovsky y Luis Frydlewsky se plasmaron en el libro “Las Escenas Temidas de los coordinadores del grupo”. Surge así un método muy difundido aún. La pregunta que ellos se hacían era: ¿Por qué los terapeutas y los coordinadores de grupos no hablan de sus propios conflictos en la tarea? Este trabajo fue el parteaguas entre el final de nuestra vida en Argentina y el comienzo de la vida en España.
Más tarde, ya fallecido Frydlewsky, surgieron los despliegues que Tato y Hernán llamaron Multiplicación Dramática. “Multiplicar en lugar de reducir”. Era difícil la propuesta y había que practicarla mucho. Encontré una frase de Hernán sobre este concepto: “Multiplicar no es sólo proponer libres asociaciones dramáticas alegremente, ni pergeñar con anticipación un argumento ingenioso o divertido. No se trata de un amable juego de salón. Multiplicar es aprender a jugar con el riesgo de no poder hacer pie y caer desde el propio ego”.
Un aparte de la experiencia en Sevilla. Allí es donde él tuvo el feliz encuentro con el cantaor de flamenco Juan Peña, el Lebrijano, que lo hizo participar en la “La noche de los brujos”, noche mágica que Hernán cuenta en el libro que escribió con Tato: “Espacios y Creatividad”. Estos encuentros en Sevilla fueron auspiciados por el psicólogo Luis García Caviedes que llegó a escribir sobre las “escenas temidas” de los toreros.
Mis recuerdos me llevan a la prehistoria. Lo conocí a Hernán siendo muy jóvenes ambos, en 1961. Él ya era un psiquiatra reconocido a pesar de su juventud. Además de estar trabajando en el Lanús, había sido nombrado en ese año Secretario General del Congreso Internacional de Estados Depresivos en Argentina. En los comienzos de los 70, Hernán ya era Jefe de Docencia del Lanús y al poco tiempo dirigió las primeras Residencias en Psiquiatría, semillero de profesionales destacados. Yo participé, junto a otros colegas, en el equipo interdisciplinario que lo acompañó en esa tarea.
Con una sonrisa recuerdo los tiempos de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) en la que fue un alumno 10 –una suerte de retorno al Nacional Buenos Aires- aunque, ya recibido, fue uno de los promotores de un Movimiento disidente: Plataforma.
Dicho grupo, acompañado por el grupo Documento, se alejó de APA. Los disidentes fueron entre otros Tato Pavlovsky, Emilio Rodrigué, Marie Langer, Fernando Ulloa y varios psicoanalistas más. Los testimonios de ese movimiento aparecieron en el libro “Cuestionamos” donde se publicaron artículos de importancia política e ideológica en el campo de la Salud Mental que justificaban la disidencia con una Asociación Internacional de Psicoanálisis a la que consideraban la expresión de una institución elitista. Eran tiempos políticos de gran efervescencia, del orgullo de pertenecer al Tercer Mundo.
En el encuentro fructífero con Eduardo “Tato” Pavlovskv, hubo varios intercambios de los que dan cuenta los libros que escribieron juntos. Fue una pareja muy divertida y creativa. Se nombraban Psicoargonautas y compartían el apelativo con los psicoanalistas Emilio Rodrigué y Fernando Ulloa.
En 2015 la Legislatura de la Ciudad por mediación del ahora Senador Jorge Taiana lo declara “Personalidad Destacada de las Ciencias Médicas”.
Hubo varios homenajes a Hernán cuando falleció, de parte de Instituciones y de grupos de profesionales. Alumnas y alumnos de los grupos de entrenamiento -Covisión- siguen reuniéndose, yo formo parte de ellos, en la persistencia de los desarrollos kesselmanianos en el campo de la Salud Mental. Sus hijos Martín y Mariana, han heredado no sólo un apellido sino el amor y la creatividad en un trabajo que continúa siempre en nuevos derroteros. Su hija Lucila, editora de documentales, colorista y otras artes alrededor del cine, heredó esa fineza, sus ojos de para ver lo invisible en su propio arte.
Su última obra fueron los dos tomos de Psicoterapia Operativa donde Hernán recoge trabajos conocidos y textos dispersos en revistas. Su obra muestra que el pensamiento político fue un hilo conductor en su vida. En 1969 publicó uno de sus artículos más comprometidos y discutidos todavía: “La responsabilidad social del psicoterapeuta”.
A pocos días de su fallecimiento, un colega que hacía una investigación sobre los 70 nos comentó que encontró, en el Archivo General de la Nación, dos cartas que Hernán le había escrito a Perón cuando le llevó un regalo de compañeros peronistas de la zona Sur y como no lo encontró al General le escribió una carta con un largo saludo.
Hernán se fue de este mundo sin enterarse de ese hallazgo.
Fuente Telam