Dentro de lo malo que tiene la decisión política de empujarnos a todos hacia un zafarrancho civil, rescatemos una mirada optimista: nuestros gobernantes son tan inútiles que no van a poder lograr ni eso.
Es verdad que les encantaría arrastranos a una confrontación sin precedentes y que están haciendo lo imposible para que esto suceda porque suponen que en el conflicto van a poder imponer sus ideas. Pero afortunadamente, y como pasa siempre, les va a terminar saliendo como el orto.
Así las cosas, la paz seguirá reinando en nuestro maltratado y querido país. Esta sería la manera positiva de leer la realidad. Pasemos ahora a la negativa.
Antes que nada, cumplimos con un pedido de disculpas en nombre de varios médicos amigos que participaron de lo que el “presidente” denominó “el relajamiento del sistema de salud” y que, según él mismo explicó en la cadena nacional, fue una de las causas del aumento de los contagios.
Uno de los médicos amigos que pide disculpas es un cardiólogo que en diciembre pasado perdió el tiempo poniéndole 7 stents a un desgraciado que cayó en el hospital con toda la cañería taponada. El otro es un cirujano amigote de muchos años que un caluroso sábado de febrero estaba aburrido, no tenía nada que hacer, pintó riñón nuevo, agarró un necesitado y se lo puso.
Cosas que pasan en un sistema de salud cuando los médicos se achanchan porque cobran muy bien y para colmo, en el medio de la crisis, el Gobierno los premia con un súper bono de 5 lucas. Así se relaja cualquiera y entran a curar a cuanto enfermo se les cruza en lugar de ocuparse de lo que receta Tío Alberto.
Dicho esto, de toda la comedia dramática que vivimos esta semana, me quedo con la escena en la que el “presidente” levanta el dedito y dice “a mí la rebelión no, eh?… a mí la rebelión no, eh?” (lo escribo dos veces porque en el sketch el personaje metió el bocadillo dos veces seguidas para darle más fuerza). Hermoso momento de la escena nacional. Aunque sigue siendo un gran Rolo Puente, el dedito en alto le da un toque de Sandrini que transmite más autoridad, si es que todavía le queda alguna.
El bocadillo del dedito no debería eclipsar el otro momento revelador que protagonizó Alberto cuando dijo textualmente: “Me pueden atribuir cualquier cosa menos la vocación de dialogar y encontrar acuerdos”. Posta, están los videos. Este fallido del “presidente” es muy importante porque abre la posibilidad de agregarle un nuevo síntoma al Covid: te desnuda el inconsciente. Esperemos a ver qué dice The Lancet.
¿Dónde nos paramos frente a todo esto? La famosa frase “de esto nadie se salva solo” es la clave para sobrevivir. No porque la frase sea cierta sino justamente por todo lo contrario: estamos solos y nos vamos a tener que salvar solos.
Como venimos explicando hace años, el quilombo de nuestro país únicamente se resuelve con acuerdos. Cada vez es más evidente y cada vez estamos más lejos. Como ya sabemos, Tío Alberto no está autorizado a hacer ningún acuerdo y la Comandante en Jefa de la Hotelería Bolivariana habita un micromundo en blanco y negro en el que están esperando ansiosos la aparición del último long play de Creedence Clearwater Revival y donde la palabra “acuerdo” se considera reaccionaria.
Tampoco le interesan los acuerdos al Gato que debe suponer que este desastre se arregla ganándoles las elecciones de visitante, como si esto fuera la Copa Libertadores.
Menos aún se puede esperar una actitud conciliadora y acuerdista de Kicillof cuando el tipo se pasa el día culpando de todos los males a los 4 años de Vidal, pasando por alto que sus jefes y socios gobernaron los 28 años anteriores.
Difícil que alcancemos algún acuerdo cuando Patricia Bullrich, presidenta del principal partido de oposición, se va a cacerolear a la puerta de Olivos. ¿Alguien se imagina a Kamala Harris caceroleando el año pasado en la puerta de la Casa Blanca?
Dada la situación no hay otra opción más que tratar de cuidarnos entre nosotros. Amigo lector, permítame el único consejo que me animo a dar: si usted no se cuida por su cuenta, no lo va a cuidar nadie.
La consigna es simple: el que puede guardarse en casa debe guardarse y el que solo morfa si sale a la calle, debe poder salir. No hay mucho para debatir. El problema no es si las escuelas deben estar abiertas o cerradas. El problema es que, por más que las abran o las cierren, ya no les cree nadie. Y ante semejante emergencia, todos estos genios no se hablan ni por celular. ¿Esto es gracioso? No, pero es cierto.
Por eso, en cualquier situación que usted se encuentre, lo importante es no desconcentrarse y estar siempre atento a las normas de barbijo, distanciamiento y, en la medida de lo posible, el aire libre.
Por ejemplo, usted va a hacer compras al súper y cuando está frente a los lácteos descubre que el yogurt que le gusta al nene vale como un Peugeot. Obviamente usted se emputece, y ahí es cuando corre el riesgo de perder la concentración en el cuidado.
A propósito, vaya nuestra sincera felicitación para Cristina y su compañero de sidecar que juntos este mes lograron el 4,8% de inflación, el mayor registro para un mes de marzo desde la hiper del 91 (casualmente ambos también estaban en aquel menemismo, siempre es bueno recordarlo). En tren de ajustar el relato, a partir de ahora podemos decir que la Patria es el otro más el 4,8% mensual. Congratulations.
Volvamos al yogurt. Usted está frente a la góndola puteando por el 4,8% y se le aparece un militante de La Cámpora que está controlando precios. En el brazo derecho tiene una curita porque viene de aplicarse la Sputnik de canuto y en el brazo izquierdo asoma un tatuaje de Boudou. Lleva una remera con la cara de José López y una inscripción que dice “Libertad a los presos políticos”.
El tipo, cuando ve que usted putea, se le acerca para explicarle que la inflación es por culpa de los poderes concentrados, de los medios hegemónicos, de Nico Wiñazki, etc. ¿Qué se hace en esta situación? Usted le tiene que decir a todo que sí, pero pidiéndole que se ponga el barbijo y se quede a dos metros de distancia. De eso se trata todo el asunto.
Si el tipo insiste en militarle la inflación, usted le tiene que pedir que se la milite en la vereda, al aire libre. Nunca pierda de vista que en este momento lo único importante es evitar que el boludo lo contagie.
Y cuando el tipo empieza a gritar que “aquí estan los pibes para la liberación” usted salta con él y lo acompaña agitando las palmas, pero a cuatro o cinco metros de distancia mínimo porque el barbijo no frena los virus que escupen los dogmáticos cuando gritan como locos. A él le cuesta comprenderlo porque ve que Cristina no usa barbijo, prueba irrefutable de lo poco que ella entiende o de cuanto le importa el prójimo.
Sea vivo amigo lector, cuídese usted porque las vacunas que prometieron con bombos y platillos no están.
El “presidente” no escarmienta y sigue vendiendo lo que ni él mismo sabe si podrá cumplir. Ahora, sin que nadie se lo pida, salió a vender una futura vacuna cubana llamada “Soberana” como si estuviese vendiendo un Fiat Regatta más. Alguien debería recordarle que una cosa era la concesionaria y otra muy distinta es la Casa Rosada.
Tampoco los presionemos para que expliquen qué pasó con el contrato de Pfizer y las millones de vacunas que iban a venir. No vale la pena. Nos podemos imaginar.
De lo único que podemos estar seguros es que esta horrible semana que pasamos habrá sido mejor que la que viene.
Cuídese amigo. Como le digo siempre: estamos más solos que nunca
Fuente Clarin