Es una leyenda entre los veteranos de la guerra y los estudiosos de la guerra de las Malvinas. Piloto aeronaval de talento infrecuente, Benito Rotolo integró la escuadrilla que hundió la fragata británica Ardent, entre otras misiones. Junto con el politólogo José Enrique García Enciso acaba de publicar el libro Malvinas: cinco días decisivos, que revela secretos y testimonios del frustrado ataque naval masivo contra la flota inglesa, y los hechos que entre el 1 y el 5 de mayo de 1982 podrían haber modificado la historia del conflicto.
¿Argentina podría haber cambiado el curso de la guerra de Malvinas?
Bueno, hay que analizar los testimonios británicos. Ellos dicen que desde el punto de vista militar, hubo tres oportunidades donde podía haber cambiado el curso de la guerra. La primera, si se hubiera dado la batalla naval con la flota argentina durante los días 1 y 2 de mayo, con los lanzamientos de torpedos del submarino San Luis y ataques con aviones Super Étendard con misiles Exocet, ya que para esa fecha habían resuelto el top de tiro para para lanzarlos. Esto también lo sostiene el almirante Harry Train, de la armada de los Estados Unidos, en el análisis del conflicto que hace con su estado mayor, siendo comandante de la Flota del Atlántico en 1982.
¿Y las otras dos chances?
Si todas las bombas lanzadas por la aviación argentina que pegaron en los buques británicos hubiesen explotado, y si en la batalla terrestre se hubieran prolongado los combates de Pradera del Ganso y Bahía Agradable. Además, desde el punto de vista diplomático el curso de la guerra pudo haber cambiado cuando Argentina aceptó la propuesta de paz del presidente peruano Belaúnde Terry. Pero en ese momento fue atacado el crucero General Belgrano, y la guerra siguió su curso.
Uno de los grandes debates sobre el desempeño de las fuerzas argentinas se refiere al abandono del teatro de operaciones por parte de la flota de guerra. ¿Qué hechos la causaron?
La flota argentina estuvo en condiciones de atacar a las fuerzas británicas el 1 y 2 de mayo, posicionándose a distancia de combate y tomando por sorpresa al enemigo. Un condicionante meteorológico inesperado -falta de viento real para los catapultajes- obligó a una demora. E inmediatamente se suspendió toda la operación.
El Almirante Woodward se alejó con su flota hacia el este para evitar la amenaza, pero ya las fuerzas argentinas estaban cumpliendo con el primer punto de los siete que el presidente peruano había acordado con el General Galtieri, el 1 de mayo a las 23.30: “cese total de todas las hostilidades”. Y ya con su repliegue la flota argentina quedó muy expuesta a los submarinos enemigos para permanecer en alta mar, entonces se replegó sobre la costa.
El almirante Benito Rótolo, ex combatiente de Malvinas.
Foto German García Adrasti.
Vamos a aquel 1 de mayo, cuando comenzaron las hostilidades. ¿Dónde estaba usted ese día? ¿Cuáles son los recuerdos más fuertes de aquel momento?
El 1 de mayo estaba en el portaaviones 25 de mayo, integrando la tercera escuadrilla de ataque, con aviones A4Q. También teníamos a bordo la escuadrilla antisubmarina y exploración con aviones Tracker S2E, y completábamos el grupo aeronaval embarcado con helicópteros Sea King H3 Y Alouette para lucha antisubmarina y rescate. La flota estaba ya desplegada navegando hacia el sector norte de las islas y alistándose para el encuentro de la fuerza británica.
Recuerdo claramente el estado emocional de toda la tripulación del portaaviones, concentrados en sus tareas específicas, expectantes y muy dispuestos a la batalla que podíamos tener. En un clima tenso con buen humor y algo de euforia, ya nadie hacia mas análisis, lo único que nos preocupaba es que no nos fallara el material. Todo estaba listo para el combate.
¿Cómo fueron los preparativos de ese ataque que nunca ocurrió?
Durante el 1 de mayo todas las tripulaciones de los buques venían ajustando los preparativos para el ataque. Despegar del portaaviones para hacer interceptaciones ante supuestos blancos y volver al aterrizaje: la concentración era total. Vista desde el aire, la flota desplegada en formación antiaérea y antisubmarina era una imagen que impresionaba y causaba orgullo. Ese día todo salía bien. No había fallas, los vuelos se hacían con muy pocas comunicaciones y el silencio en las emisiones era sepulcral. Ya nadie tenía otro sentimiento que el deseo de llegar al punto de ataque y rendir el examen de la batalla.
Cerca de las 22, navegando en crucero de combate, ya estábamos a unas 180 millas náuticas de la fuerza británica, lejos del radio de acción de los aviones Harriers, que era de 140 millas. De todos modos había que esperar el amanecer, porque nuestros aviones de ataque solo operaban diurno, y se mantuvo esa distancia, mientras los aviones exploradores Tracker S2E volando a muy baja altura trataban de conseguir la disposición de las naves británicas. Eso lo tuvimos a la 1.30 del 2 de mayo, cuando aterrizó uno de estos aviones con la ubicación completa que necesitábamos.
A esa misma hora, un avión Harrier -quizás persiguiendo al explorador- apareció en la pantalla de los radares de nuestros buques aproximadamente a unas 50 millas, y comenzó a sonar la alarma de ataque aéreo en todos los buques. Fue un momento desconcertante, ya que esta posibilidad estaba descartada porque estábamos fuera del alcance de estos aviones. Los destructores Hércules y Santísima Trinidad iluminaron al blanco para lanzar los misiles antiaéreos Sea Dart, y éste se alejo rápidamente.
Asumimos que fuimos detectados y comenzaba el tiempo de descuento para los submarinos que nos buscaban, así que nos dedicamos a los aprestos finales para el ataque al amanecer: íbamos a catapultar seis aviones A4Q con seis bombas de 500 libras cada uno, con cola frenada para poder hacer el ataque rasante y al mismo tiempo las Corbetas Drumond, Granville y Guerrico se destacarían para lanzar sus cuatro misiles Exocet cada uno sobre esta fuerza. Dos aviones Tracker S2E estarían en la zona para exploración y el guiado del ataque.
Mientras tanto, el crucero General Belgrano con sus dos destructores escolta avanzaba por el sur de las islas con rumbo este, fuera de la zona de exclusión, para presentar otra amenaza.
¿Qué ocurrió entonces?
Todo estaba listo: teníamos la iniciativa, aun manteníamos la sorpresa y los submarinos aún no nos habían alcanzado, pero la situación meteorológica, que ya venía preocupándonos, pronosticaba muy baja intensidad de viento para la hora del despegue. Para esa carga de bombas y combustible necesitábamos 15 nudos como mínimo, para poder catapultar los aviones de ataque. Y estábamos en una noche clara, casi de mar calmo, situación inédita en al Atlántico Sur, siempre tan generoso en vientos y mares agitados. La concentración, el repaso constante de los procedimientos y la expectativa de que todo funcionara bien superaron al temor natural que todos teníamos por la batalla.
Cerca de las tres de la madrugada, observando la disminución del viento, comenzamos a reducir peso en los aviones, bajando bombas y combustible hasta que los cálculos de la configuración de los aviones, con el viento que contábamos, daban valores inaceptables, y no se podían esperar resultados favorables en el ataque.
Entonces llegó la decisión de posponer el ataque hasta encontrar condiciones más favorables. Esa orden la dio el comandante de la Flota de Mar, Walter Allara. Era razonable, porque manteníamos la iniciativa y manteniendo la distancia con la flota británica podíamos encontrar mejores condiciones de viento, aunque se extendía el tiempo para la oportunidad de los submarinos.
¿Cuál fue la reacción de la tripulación en ese momento?
No fue fácil de digerir: detener la marcha de semejante ritmo de trabajo y emotividad fue una sensación horrible. La decepción y la frustración fueron generalizadas, tuvimos que aflojar la tensión y la actitud que a nosotros nos hacía imparables, donde ya no se evaluaban las consecuencias por la expectativa que causaba el resultado que estábamos buscando. También nos enteramos que se había abortado el ataque de las corbetas, y que regresaban a posiciones iniciales. Los aviones Tracker continuaban explorando y durante la mañana de ese 2 de mayo nos confirmaron que la flota británica se estaba alejando hacia el Este.
Pasado el mediodía ya comenzamos a tener mas viento, y para las 14 superábamos los 15 nudos. Pero la orden de reanudar el ataque no llegaba. Nosotros seguíamos en la sala de pilotos listos, con mucha incertidumbre, y comenzamos a pensar que el ataque podía llegar a posponerse indefinidamente.
Finalmente la batalla no se libró. Los británicos tampoco la buscaron, y como expresara el almirante Woodward posteriormente, no podía arriesgarse a que uno de sus portaaviones fuera averiado porque porque podía significar el fracaso de toda la operación.
Para nosotros, haber estado tan cerca y no llevarla a cabo fue la pérdida de una oportunidad histórica. La falta de viento fue un factor decisivo pero circunstancial, la cancelación de de la operacion obedeció a otras razones, que están relatadas en el libro.
El libro se titula “Cinco días decisivos”: ¿Cuáles fueron los otros hechos bélicos, políticos y diplomáticos clave en esos cinco días?
El 1 de mayo comenzó el conflicto bélico en gran escala, aún cuando la Argentina no había rechazado la propuesta diplomática del General Haig: sólo había pedido más tiempo para analizarla. El 2 de mayo la Argentina aceptó la propuesta del presidente peruano Belaúnde Terry, quien anunció la firma de la paz para esa tarde. Entonces el submarino Conqueror hundió al crucero General Belgrano, generando una gran conmoción en el gobierno y la población, con lo cual la propuesta de paz no se concretó. El 4 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada guiados por un explorador naval Neptune lanzaron dos misiles Exocet sobre el destructor británico Sheffield, causándole serios daños que luego provocaron su hundimiento. Luego de esta acción, la dinámica de los hechos se inclinó a la solución militar.
A su juicio, ¿cual fue el momento bisagra en que se perdió la ultima chance de que las cosas terminaran como lo hicieron?
Nuevamente, entre el 1 y 5 de mayo. Tal vez después del hundimiento del destructor Sheffield hubiéramos tenido que aceptar la propuesta del Perú, aunque es difícil suponer que Gran Bretaña hubiera detenido la guerra.
¿Hay información o documentación que se publique en el libro por primera vez? ¿Respecto de que hechos?
Sí. Yo relato conversaciones inéditas con el comandante del portaaviones británico Invencible y el comandante de la Fragata Ardent y otros oficiales navales británicos y estadounidenses. Allí puede saberse cómo razonaban y qué consideraciones hicieron respecto de las acciones de los medios navales argentinos. Por otro lado, mi coautor -el licenciado José Enrique García Enciso- aporta dos temas absolutamente desconocidos: la visita del asesor principal del senador de Estados Unidos Jesse Helms para investigar la gestión mediadora de Haig y la prolongada tarea que se realizó con el parlamentario británico Tam Dalyell para impulsar la moción de censura a la primer ministro Margaret Thatcher por el hundimiento del Belgrano, con el objetivo político de abortar la propuesta de paz de Belaúnde Terry. Tambien acompaña este relato con documentación desconocida hasta hoy que demuestra esta tesis.
Los pilotos aeronavales tuvieron un desempeño clave en el conflicto, ¿pudieron haberse aprovechado más aún?
Todas las unidades aeronavales operaron hasta al máximo sus posibilidades. Transporte, exploración y guerra antisubmarina. Las escuadrillas de ataque, una con ocho A4Q y la otra con cinco Super Étendard, provocaron severos daños a la flota británica y combatieron al límite de sus posibilidades.
¿Cuál fue a su juicio la misión mas importante de la que participó?
La misión más importante la cumplí el 21 de mayo al estrecho de San Carlos. Atacamos por la tarde con seis aviones A4Q, separado unos minutos en secciones de tres a la fragata Ardent. En vuelo rasante, lanzamos 23 bombas de 500 libras, cola frenada, sobre este buque que se encontraba en el medio de la bahía Ruiz Puente, con una intensa defensa aérea por parte de buques próximos. Los primeros tres aviones luego del ataque fueron perseguidos por dos aviones Harriers, derribando a dos de ellos y dañando severamente al tercero. El capitán de corbeta Philippi se eyectó, cayó en el agua y sobrevivió unos días hasta que lo rescataron. El teniente de fragata Márquez falleció en el combate, y el teniente de navío Arca, con su avión muy averiado y sin combustible se dirigió hacia Puerto Argentino y se eyectó en las cercanías, cayó al agua y también fue rescatado.
Con la segunda sección, que yo integraba junto a los tenientes de navío Lecour y Sylvester, pasamos minutos después, y a pesar del fuego enemigo completamos el ataque, atravesamos el estrecho -siempre bajo fuego- y pudimos regresar al continente casi sin combustible. Por los impactos recibidos de ambas secciones, la Ardent tuvo un incendio descontrolado y se hundió al anochecer.
¿Que tendrían que haber hecho las fuerzas argentinas para ganar la guerra?
El conflicto se produjo en forma impensada, no existía una planificación para mantener y defender las islas. El plan era tomarlas y retirarse para negociar. Lo que siguió fue una improvisación, y sin una preparación adecuada para semejante objetivo lograr un triunfo era muy difícil.
Rótolo y su libro, Malvinas: cinco días decisivos. Foto Germán García Adrasti.
Top Gun, la cima con Kirchner y una denuncia por espionaje
Destacado piloto naval, Benito Rotolo fue enviado en 1978 a un escuadrón de adiestramiento de la aviación naval de estadounidense en Texas, para calificarlo como señalero de aterrizajes desempeñarse como instructor de vuelo. Tenía 26 años. Allí trabajó durante un año y medio, clave para la formación que exhibió como teniente de navío en Malvinas, donde a bordo de aviones Súper Étendard y A4Q participó de decenas de misiones y hundió la fragata británica Ardent.
En 1988 fue designado comandante de la unidad de Super Étendard, y un año después volvió a ser enviado a Estados Unidos para cumplir funciones en el Estado Mayor de la Flota del Atlántico, en Norfolk, Virginia. Allí se reencontró con viejos alumnos y amigos, todos muy interesados en escuchar la experiencia de Rotolo y la aviación argentina en Malvinas. “Tanto los buques de defensa antiaérea de la flota como los escuadrones de combate estaban muy interesados en los tácticas de los ataques aéreos a los buques británicos”, explica el almirante. La voz se fue corriendo y al oficial le llovían invitaciones, tanto para volar los aviones más modernos del momento como para compartir su experiencia y sus secretos. “Pocos tienen idea de la importancia que tuvo para todas las marinas del mundo el conflicto de Malvinas, que como lo contamos en el libro fue la última guerra aeronaval del siglo XX, donde con las acciones argentinas la táctica aeronaval tuvo la mas rápida evolución desde la Segunda Guerra Mundial.”
“Pero lo mejor sucedió con el comandante del escuadrón Top Gun de la zona Este -tenían otro en la zona Oeste para las alas aéreas de la Flota del Pacifico, que se hizo famoso con la película de Tom Cruise-, que me invitó a participar de ciertos vuelos especiales de combate aéreo. Ese escuadrón de elite tiene pilotos muy experimentados que adiestran a los mas jóvenes en aviones de distinta performance. Alli volaban con F14, F18, el A4 biplaza y F5 biplaza, que simulaban ser aviones rusos.”
En 2003, con la llegada al poder de Néstor Kirchner, Rotolo asumió como secretario general de la Armada, y en 2005 fue designado segundo de la fuerza, detrás del almirante Jorge Godoy. Un año después, un caso de espionaje ilegal desde la base aeronaval de Trelew terminó involucrando a los jefes del arma, y Rotolo pidió el retiro a fines de 2011. La justicia lo condenó a un año y ocho meses de prisión en suspenso por su responsabilidad funcional en el caso. En la actualidad, integra el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Fuente Clarin