WASHINGTON.- Luego de apostar por China, Rusia y México, el Gobierno deposita ahora sus esperanzas en Estados Unidos. La Casa Rosada dio un giro y abrió el juego para ampliar la oferta de vacunas en el país con las negociaciones con los laboratorios norteamericanos, y las gestiones con el gobierno de Joe Biden, a quien las dos máximas figuras del oficialismo, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, solo le dedicaron elogios en los últimos días, al punto de llegar a ungirlo como otro heredero de Juan Domingo Perón.
El Gobierno busca llegar a un acuerdo en las discusiones confidenciales que apuntan a llevar al país las tres vacunas que se aplican en Estados Unidos, fabricadas por Pfizer, Moderna, y Johnson & Johnson. A la par, en Buenos Aires esperan este mes una confirmación por parte de la Casa Blanca: una donación de vacunas de AstraZeneca.
El giro en la estrategia oficial para reforzar la campaña de vacunación e intentar contener una segunda ola devastadora en las puertas del invierno comenzó a tejerse por necesidad, cuando comenzaron a zozobrar las entregas comprometidas con el Kremlin, China, y con AstraZeneca en México, donde se debía fraccionar el activo de sus vacunas que se elabora en la Argentina, en mAbxience, la biotecnológica de Hugo Sigman.
Mientras avanza en las negociaciones con los laboratorios privados norteamericanos, la Casa Rosada tiende líneas con el gobierno de Biden, que prepara una donación de hasta 60 millones de vacunas de AstraZeneca. En el Gobierno aún aguardan definiciones sobre fechas y cantidades, pero confían en que la Argentina entrará en la lista de países beneficiados. Biden prometió en sus últimos mensajes que Estados Unidos será “un arsenal de vacunas” para el mundo, tal como fue un “arsenal para la democracia en la Segunda Guerra Mundial”. Su gobierno comenzará con la donación de vacunas este mes, anticipó el mandatario.
La Casa Blanca debe esperar primero que la Administración Federal de Alimentos y Drogas (FDA, según sus siglas en inglés), el equivalente a la Anmat de la Argentina, termine en los próximos días una revisión de calidad de la vacuna. El gobierno de Biden, siempre cauto a la hora de comunicar, aguarda ese paso para dar más detalles. Estados Unidos tiene 10 millones de dosis listas para salir, y otras 50 millones en distintas etapas de producción, según la última información oficial que aportó el gobierno federal.
Biden también anunció esta semana que respalda una suspensión temporal de las patentes de las vacunas. Se trata de un giro histórico de desenlace incierto: la movida fue rechazada por la industria farmacéutica y encontró resistencia en Europa, donde la canciller alemana Angela Merkel dijo “no es la solución para que más vacunas estén disponibles para más personas”.
Las señales de Biden llegan en momentos en los que Estados Unidos aparece bajo una fuerte presión internacional para facilitar el acceso a las vacunas al resto del mundo ante el sólido avance de la campaña de vacunación local –Biden dijo que quiere llegar al 4 de julio, el Día de la Independencia, con el 70% de la población adulta vacunada con al menos una dosis–, el lento avance de la inmunización de Europa, la “diplomacia de las vacunas” desplegada por Rusia y China, y la devastación provocada por las nuevas variantes del coronavirus en la India y América latina.
En la Argentina, los últimos movimientos del oficialismo terminaron de pivotar la mirada del Gobierno hacia Washington. El último mes dejó un cúmulo de señales de acercamiento: el viaje de Juan González, el enviado de Biden para América latina, y Julie Chung, la diplomática de mayor rango para la región, a Buenos Aires, la participación de Alberto Fernández en la cumbre del clima convocada por Biden, y, esta semana, el derroche de elogios que le dedicaron Fernández y Cristina Kirchner a la política económica de Biden. Alberto Fernández llegó a llamarlo “Juan Domingo Biden”.
Muy lejos en el tiempo quedó la sugerencia de Cristina Kirchner, en septiembre de 2014, de que podía sufrir un atentado orquestado desde Estados Unidos. “Si me pasa algo, que nadie mire hacia el Oriente, miren hacia el Norte”, dijo la vicepresidenta en ese entonces. Biden era vicepresidente de Barack Obama, y la relación bilateral atravesaba su peor momento desde el retorno de la democracia. El país estaba en “default técnico” en plena pelea con los fondos “buitres”, y las líneas con Washington estaban congeladas.
Ahora, la prioridad del Gobierno es ampliar el stock de vacunas, una condición necesaria para doblegar la pandemia y terminar de encarrilar la economía, una obsesión del oficialismo de cara a las próximas elecciones legislativas. Pero en los próximos meses el Gobierno también necesita el respaldo de la Casa Blanca en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar la deuda de 45.000 millones de dólares que dejó el gobierno de Mauricio Macri.